EL TELÉFONO NEGRO
(The Black Phone)
2021. Dir. Scott Derrickson.
Finney (Mason Thomas) es un jovencito de trece años que sufre de acoso por parte de algunos compañeros y del maltrato de su padre Terrence (Jeremy Davies). Tiene una hermana menor, Gwen (Madeleine McGraw) quien sufre de sueños premonitorios. Por cierto tiempo han ocurrido desapariciones de muchachos adolescentes, sin que se haya resuelto ninguno de los casos. Cierto día Finney será el elegido. Su secuestrador lo encierra en un sótano aislado acústicamente, donde solamente hay un colchón y un teléfono que no funciona sobre la pared. Sin embargo, de pronto, Finney lo escucha sonar y al levantar el auricular se da cuenta de que son los espíritus de las antiguas víctimas. Gracias a sus indicaciones y a los sueños de Gwen, Finney irá buscando la manera de sobrevivir.
Basada en un cuento corto de Joe Hill, el hijo de Stephen King, del cual no puede liberarse de comparaciones o acercamientos a relatos de su padre llevados a la pantalla: “It” o “Cuenta conmigo”, ya que, en lugar del fantasmagórico payaso, ahora tenemos a un mago, que en el cuento es payaso de medio tiempo; los protagonistas son jovencitos que se convierten en aliados para resolver un problema, aunque sea desde ultratumba, en lugar de una excursión. No obstante, lo que es un sencillo relato (apenas 30 páginas) que inicia con el secuestro de Finney, ahora tenemos una película que se encarga solamente de ilustrar acciones, sin dar lugar a ideas o dimensionar a sus personajes. La acción sucede en 1978, algo que no está definido en el cuento, sin que haya alguna razón, a no ser para evitar la mención o uso de los teléfonos celulares.
Al considerar lo anterior, no hay ninguna reflexión acerca de los años setenta, ni se ofrece alguna razón inmediata para que ocurra en esos años, a no ser que se mencione la cinta de Tobe Hooper La masacre de Texas (1974) o la de Robert Clouse, Operación Dragón (1973) o se muestren ejemplos de abuso infantil (cintarazos a los hijos) que ahora están prohibidos. Al querer alargar el cuento para darle duración más allá de los noventa minutos, ocurren subtramas que adelantan la acción o muestran algunos antecedentes someros de los jovencitos secuestrados (un repartidor de periódicos, un bateador imponente, un rebelde violento). Más notorio e importante es la dimensión de los personajes: nunca se conocen las motivaciones del secuestrador; jamás se habla de sus crímenes (se muestran mínimas imágenes) que, tal vez, se deba a correcciones políticas (aunque no se nos evita ser testigos de un brutal castigo corporal a una niña), no existe un relato de la incidencia de los secuestros. Hay una limitada explicación de los dones de la madre muerta de Gwen y Finney que han pasado a la pequeña.
La cinta lleva un ritmo adecuado: se mantiene la atención, pero los hechos se vuelven repetitivos. Cada llamada telefónica es un adelanto para la defensa personal de Finney y el espectador ya sabe que en la siguiente secuencia sonará el teléfono. Una de las cualidades de la cinta es que el personaje del villano, “The Grabber” (que en el cuento se llama Al y que en español sería algo así como “el acaparador” o “el recogedor”), aparece mucho a la distancia, cubierto el rostro con un par de máscaras grotescas, que permiten que siempre esté al acecho, como sombra maligna. El director, adaptador, Scott Derrickson siempre ha sido muy irregular en cuanto a la redondez y contundencia de sus cintas (Siniestro, la fallidísima El día que paralizaron la tierra y quizás se mejor cinta sea la primera de la saga del personaje de Doctor Strange)
Se
han querido interpretar a las llamadas telefónicas como símbolo de la desesperación
de Finney. Sin embargo, no se explicaría el aviso de que el monstruo estaba
dormido o el hallazgo de una combinación de candado para una puerta. Al final
de cuentas, la cinta es una mezcla de lo sobrenatural que afecta a la realidad
circundante. Uno hubiera deseado mayor elaboración en los motivos y actos del
secuestrador, su selección solamente de jovencitos púberes, el deseo de
satisfacer su crueldad mancillando la carne juvenil. La cinta es un ejercicio
de terror que se queda incompleto, ligero, y que resulta ser, como dijo Keith Watson,
un crítico perspicaz: “dispensable”.
El irregular Scott Derrickson