jueves, 6 de octubre de 2022

VIVIR NUESTRO AMSTERDAM

AMSTERDAM
2022. Dir. David O. Russell.

                  En Nueva York, 1933, el médico Burt (Christian Bale, extraordinario) y el abogado Harold (John David Washington, bastante efectivo) acceden a la petición de la joven Liz Meekins para llevar a cabo la autopsia del cadáver de su padre, recién muerto, para que se enteren que ha sido envenenado, pero antes de poder tomar acción, la joven Liz es asesinada. Acusados como responsables del crimen, los hombres deben buscar la manera de aclarar la situación. En ese momento, Burt, quien ha sido el narrador, recuerda el pasado y la trama se traslada a París, 1918, cuando conoció a Harold en su batallón militar. Al ser heridos, Burt pierde un ojo y Harold sufre lesiones que los llevan al hospital donde conocen a la enfermera Valerie (Margot Robbie, espléndida) quien les atiende y luego introduce en su mundo bohemio y artístico en Amsterdam. Al volver al presente, por la situación en que viven, casualmente reencuentran a Charlotte, como miembro de una rica familia, aunque ahora enferma. Los tres serán quienes seguirán adelante con la resolución del caso.

                   La trama detectivesca sirve como hilo conductor para que Russell utilice un hecho verídico del pasado (el intento fallido de varios empresarios por organizar un golpe de estado contra el presidente Roosevelt, siguiendo los ejemplos fascistas de la Europa bajo Mussolini o Hitler), para comentar sobre los recientes hechos en los Estados Unidos de Trump, con la idea de preservar los ideales democráticos de la nación. Se recrea sin utilizar los nombres verdaderos de sus perpetradores, además de modificar en cierta parte la realidad. La denuncia de cómo el poder sirve para corromper ideales, siempre bajo la idea de incrementar fortunas y propiciar la segregación racial.

                   Sin embargo, más importante resulta el significado de “Amsterdam”, los momentos vividos en esa ciudad luego de haberse sufrido los horrores y consecuencias de la guerra. Valerie es artista que crea cuadros y esculturas y objetos con las esquirlas de la metralla que se incrustaba en los cuerpos de soldados heridos. Además, filmaba con los equipos primitivos de cine, creaba canciones con palabras sueltas. La relación con Burt y Harold se convierte en triángulo amistoso-amoroso (que nos recuerda a la inmortal cinta de Truffaut, Jules et Jim, 1962) en el lugar y la época apropiada: ha terminado la guerra, son jóvenes y pueden disfrutar de la vida. Valerie y Harold se tornan amantes. Burt decide retornar a Nueva York para continuar con su vida de casado.

                   Y son los pequeños detalles de estos personajes, los que complementan esa visión de un mundo hambriento de poder: Burt es médico, cuyos suegros repudian por ser medio judío y atender a veteranos en lugar de enriquecerse. Harold vive en Nueva York al dejar atrás la segregación del sur: de hecho, su relación con Burt resulta de la queja por tener capitanes racistas en los batallones de soldados afroamericanos. Valerie es denostada por su familia al salirse de los cánones de las buenas costumbres. Aparte, hay una pareja de espías, un General retirado, una forense enamorada de Burt. Todos piezas del rompecabezas que se irá uniendo y terminando al final de la película. El reparto es estelarísimo y competente. Robert De Niro sorprende por su contención y versatilidad en el rol del General.

                   Al final de cuentas, hay un discurso de tolerancia. Una exhortación para dejar de atender cosas nimias y pensar en lo que es importante, o sea, el ser humano. A dejar de lado aquello que es un estorbo para encontrar la felicidad, tal como se había experimentado en Amsterdam, de manera libre, sin odios, ambiciones, ansia de poder, o la inútil necedad de meterse en las vidas de los demás. El espectador debe de encontrar su propio Amsterdam.

El maestro David O. Russell