martes, 28 de diciembre de 2010

CINE MEXICANO, AÑOS TREINTA (II)

SU ÚLTIMA CANCIÓN
1933. Dir. John H. Auer.




John H. Auer (1906 – 1975) fue un realizador húngaro que inició su carrera como asistente de dirección y responsable de versiones extranjeras en los Estudios Universal de finales de los años veinte. En 1932 fue llamado por la Compañía Nacional Productora de Películas (responsable de “Santa”) para filmar la tercera cinta sonora mexicana (“Una vida por otra” ) donde fue asistido en los diálogos por Fernando de Fuentes (quien así comenzaría a dirigir para el cine nacional). La cinta se distinguió entre la precaria producción de esos tiempos (seis cintas en el año) por lo que al año siguiente se le asignó “Su última canción” para lucimiento del cantante Alfonso Ortiz Tirado.



Los créditos indican “La última canción”, aunque es de esperarse que se deba a alguna distribución posterior de la cinta ya que en la Cartelera Cinematográfica 1930-1939 (de Jorge Ayala Blanco y Ma. Luisa Amador) se le asigna ese título y el libro fue producto de una exhaustiva investigación hemerográfica. Sería la única incursión del médico y cantante Ortiz Tirado en el cine nacional donde aparece como Pepe Limón, cantante venido a menos debido a su alcoholismo. La película (novena sonora según el índice oficial mexicano) inicia con el hombre caminando sin rumbo por las calles nocturnas junto con su perro. Se sienta en la banca de un parque. A un lado, una joven intenta suicidarse pero Pepe logra arrebatarle el veneno que quería tomar. Ella explica que no tiene a nadie, se siente sola y no vale la pena vivir. El hombre le da alimento y habitación en su cuartucho. Busca trabajo y lo encuentra como lavaplatos de un centro nocturno donde lo reconoce un antiguo empresario. A pesar de su mala reputación, este hombre lo contrata para que vuelva a la ópera. Delia (nombre de su protegida, interpretada por María Luisa Zea) también consigue un rol como comparsa. Conoce a otro miembro de la compañía, Juan (Víctor Urruchúa), del cual se enamora. Pepe ha vuelto a adquirir fama y renombre. Cuando quiere declarar su amor a la muchacha, ésta se le adelanta y le pide su consentimiento para casarse con Juan. Pepe, decepcionado, finge alegría, pero los felicita. Luego, quema su contrato y vuelve a caer en el alcohol, el juego y en la nada. Dos años más tarde, barbón y desaliñado, pasa por la casa donde viven Delia y Juan quienes no lo reconocen, ni siquiera porque canta, y le dan una limosna.

La película pertenece a uno de los años más interesantes de nuestra pionera industria porque se estaban estableciendo temáticas, la censura era prácticamente inexistente y se buscaban argumentos que atrajeran a un público que prefería escuchar diálogos en su idioma. “Su última canción” no deja en claro hasta qué punto intervino De Fuentes cuando Auer abandonó la filmación. No obstante, el productor Gustavo Sáenz de Sicilia y el propio realizador habían escrito argumento y adaptado el guión, por lo que llaman la atención la imaginación visual de ciertas secuencias.

El tema es sencillo: dos almas que no tenían motivos para vivir se apoyan para continuar con sus existencias. Cuando una de ellas alcanza el amor, se redime y encuentra la felicidad. La otra, decepcionada, vuelve a perderse. Pepe Limón cayó en el vicio porque no valoró la fama y no tenía soporte amatorio. Delia estaba sola y sin esperanza. Su relación les permitió tener otras perspectivas. Dentro de la fantasía cinematográfica, Pepe consigue trabajo de inmediato por la nueva obligación adquirida al proteger a la muchacha. Igualmente es reconocido por un empresario que el Destino le colocó enfrente cuando ya le tocaba una buena etapa en su gris existencia: otra oportunidad. Surge el amor, pero la muchacha lo encuentra en un hombre joven y atractivo mientras que Pepe era una simple figura paterna. Pepe, entonces, fue una mera escala de salvación en la vida de la joven. Estamos ante el héroe trágico como víctima del azar.

Sin embargo, a nivel narrativo, para ser una cinta pionera, “Su última canción” se sale de los estudios y nos muestra a una capital con bellos parques, muchos árboles, un Xochimilco (donde pasean Delia y Juan en trajinera) limpio, sin la avalancha turística, además de calles que mostraban, por ejemplo, un restaurante que ofrecía comidas completas a 50 centavos. Un ingenioso juego de edición muestra a Pepe admirando al cuartucho desaliñado alternando con imágenes del lugar limpio en diversas partes gracias a la aportación de la agradecida Delia luego de pasar la noche en él. Otro momento importante es cuando Pepe vuelve a caer en el vicio: su nombre aparece sobre la pantalla, de manera intermitente, mientras que en el fondo vemos instrumentos musicales, copas, una fila de mujeres que ríen. Luego viene la convención del calendario cuyas hojas se mueven para dar idea del paso del tiempo, pero en este caso es elíptica: una mano arranca una hoja que indica 1930 para dar lugar a otra fecha de 1931 y finalmente a 1932.

Alfonso Ortiz Tirado (1893 – 1960) nació en el mismo pueblo sonorense de María Félix. Fue doctor de Frida Kahlo, Cantinflas y de Agustín Lara. Su incursión en la farándula se debió a su voz de tenor que lo llevó hacia diversas giras pero nunca descuidando su profesión médica. Esta cinta sirve como documento para conocerlo en su faceta artística (interpreta un aria de “Manón” de Puccini, aparte de “Estrellita” de Ponce, entre otras) y en realidad no era mal actor.

María Luisa Zea (1913 – 2002) tuvo una larga carrera en el cine mexicano y debutó con esta película (de hecho, solamente en 1933 filmó seis películas) para convertirse en estrella importante de una década pionera. No era agraciada de rostro (un servidor la llama “María Luisa Fea”) pero tenía buen físico que la mantenía vigente e interesante describiéndola como ejemplo de “india bonita”. Fue modelo del pintor Helguera para sus imágenes de calendarios, además como cantante realizó giras en varios países sudamericanos.



Víctor Urruchúa (1912 – 1981), estudiante de arquitectura, fue amigo de Xavier Villaurrutia quien lo introdujo en el ambiente artístico. Fue actor de teatro e intervino en una cinta muda de 1926 hasta que en 1932 apareció en la segunda cinta sonora (“Águilas frente al sol”). “Su última canción” puede considerarse como el primer estelar en su carrera que le permitió obtener un lugar como galán pionero. Al año siguiente sería uno de los “Dos monjes” (Juan Bustillo Oro), melodrama expresionista donde compartía créditos con Carlos Villatoro para contar desde diferentes perspectivas una rivalidad por el amor de una mujer.



Auer haría una carrera discreta, abundante en cintas con bajo presupuesto, en Hollywood. Sus cintas mexicanas fueron peculiares por estar entre los primeros intentos de un cine sonoro que no deja de ser apasionante. “Su última canción” es todo un descubrimiento para nuestros ojos empapados de siglo XXI.