martes, 14 de diciembre de 2010

FUGAZ Y ENGAÑOSA

LA RED SOCIAL
(The Social Network)
2010. Dir. David Fincher.




Un acercamiento contemporáneo al pobre billonario, solitario y sin amor, que siempre vivió recordando su momento de felicidad. Versión accidental, sin compromiso ni reflexión, al Charles Foster Kane de hace setenta años en la obra maestra de Welles (“Ciudadano Kane”, 1941) o al maniático Howard Hughes de hace apenas seis en la opus magna de Scorsese (“El aviador”, 2004). Aquí estamos con un ser todavía joven y vivo: somos testigos y cómplices de su gran creación cibernética y se nos narra que tuvo que tornarse frío y calculador para defender sus fines (al estilo Kane y Hughes) por no haber sabido mantener al amor de su vida (personaje que aparentemente es ficticio: la joven Erica que lo desprecia cuando se da cuenta que su novio no se distingue por su delicadeza, es impulsivo y luego la insulta y expone a través de su blog porque ha cortado relaciones). Es lo que viene siendo la gran "sustancia" y sustento del génesis del Facebook.

Mark Zuckerberg inventa su sitio de internet que permite el entrecruzamiento de datos de personas que pueden relacionarse con otras gracias a la computadora, formando aliados que luego deja de lado. Mark es fácilmente influenciable. A Mark no le interesa el dinero ni pertenecer a los clubes exclusivos de Harvard donde estudia y es un genio. Mark piensa que su red social le permitirá volver a acercarse a la amada Erica. La cinta inicia con un momento en el pasado, en 2003, cuando se va a gestar el famoso Facebook. Asistimos al primer intento que destroza a la red universitaria y luego conocemos a la pareja de hermanos gemelos, ricos y deportistas, que dan una idea de red pequeña e interna a Mark para que su inteligencia la lleve a estilo macroscópico. Luego se alterna esa historia con el presente, cuando los abogados de Mark litigan contra los abogados de Eduardo, su primer socio, luego alejado despótica y traicioneramente de lo que permitió poniendo el capital exiguo de mil dólares.

La cinta adquiere un ritmo vertiginoso y los hechos se van ilustrando para dar un retrato del genio y, luego, de la ambición. Es el mundo de los negocios y nada mejor que el gran invento para el internet (luego del mismito y maravilloso internet) como metáfora de la globalización y del estado neoliberal. Defensa de los intereses particulares para que luego todo siga normal, sin problema: uno es usuario y lo que vivan Parker, Severin, Winklevoss y Zuckerberg, nos tiene sin cuidado mientras podamos entrar al “feis”, enterarnos de los últimos chismes y recibir peticiones de amistad de gente que nunca hemos conocido.

La gran cualidad de la cinta reside en su reparto. Jesse Eisenberg
tiene un carisma infinito que le permite recrear una gama de emociones a gran velocidad y ofrece una actuación de primera categoría (simplemente hay que recordar “Tierra de zombies” o “Un verano memorable” y antes, en rol pequeño, “Historias de familia”). Andrew Garfield
(el memorable Anton de “El mundo imaginario del Dr. Parnassos”)quien es el humillado Eduardo Severin cuyas intenciones de comercialismo son pisoteadas por un visionario mayor y convenenciero llamado Parker, al que le da vida Justin Timberlake
(otro ejemplo de gran talento que era menospreciado como cantorcillo de conjunto para despegar como solista soberbio y luego como actor versátil). Finalmente, Rashida Jones,
como la abogada que le hace ver a Mark su verdadera naturaleza para dejarlo solo, pidiendo a Erica que lo acepte como amigo, refrescando a cada rato la página esperando contestación y cerrar de manera amarga a esta cinta bastante irregular (su director siempre ha filmado un cine vacío, magnético, que ilustra sin pensar ni recrear y, por lo mismo, termina siendo intrascendente) que es redimida por estas referencias del verdadero gran cine al cual nunca se acerca: por eso la película es “oscareable” (y gusta al gran público porque está de moda) pero correrá la suerte de tanto título que se convierte en el éxito del momento para luego caer en el olvido porque fueron fugaces auroras boreales.