sábado, 19 de noviembre de 2011

EL MUNDO ERA PEQUEÑO...


1997: ESCAPE DE NUEVA YORK
(Escape From New York)
1981. Dir. John Carpenter.


A la memoria de Don Beto (1916 – 1982)

El 19 de noviembre de 1981, hace exactamente 30 años, se estrenó en México una de las tantas obras maestras de John Carpenter
con tema futurista y un sentido crítico-irónico de las instituciones políticas y de los sistemas sociales. La acción de 1997: Escape de Nueva York (Escape From New York) se adelantaba 16 años cuando Manhattan era ya una isla amurallada, prisión extrema donde sus habitantes vivían bajo sus propias reglas: un lugar amoral, promiscuo, peligroso, o sea, el infierno sobre la tierra. Cierto día, el avión presidencial era secuestrado y aterrizaba en este lugar. Había presión para rescatar al presidente norteamericano (Donald Pleasence) ya que tenía una reunión importante con su par chino para evitar la devastación mundial. Se exigía al astuto exconvicto Snake Plissken (Kurt Russell)
que se introdujera al lugar (donde llegaba en un deslizador aéreo) para encontrar al mandatario y rescatarlo. Si no lograba su misión en 24 horas, su cabeza explotaría ya que se le inyectaba una microbomba en el cuello.

Con esta premisa, ya se imaginarán que la mezcla de acción y suspenso con la ciencia-ficción futurista (algo que era novedoso para esos años) era bastante atractiva.
Quinto largometraje, para salas de cine, del maestro Carpenter quien había deslumbrado al público con sus cintas previas Masacre en la crujía trece, Halloween y La niebla donde había demostrado su dominio narrativo de los géneros de acción y terror, podía finalmente hacer una cinta con gran presupuesto. Carpenter pertenece al grupo de realizadores que se habían consolidado en los años setenta, dentro del cine B, sin mayores presupuestos, pero con esencia creativa, en el cine, para ofrecer (sobre todo en la década siguiente), cintas que se convertirían en clásicos instantáneos y ocupar un lugar privilegiado en diversos géneros. 1997: Escape de Nueva York era la imagen del apocalipsis que se anunciaba, la eliminación de los valores, la perversión social (el mismo chantaje mortal para el exconvicto)
sobre todo que se pensaba que todo se iba fraguando antes de llegar al siglo XXI (lejanísimo para nuestra juventud de entonces).

Esta mínima recuperación de una cinta extraordinaria se debe a que tanto ella como yo estamos festejando aniversario de vida. En su momento, yo entraba a otra década y a una etapa maravillosa en mi experiencia profesional (bueno, debo confesar que he tenido la suerte de ser feliz y afortunado en esta existencia, porque todas mis etapas han sido maravillosas).

Más importante es el hecho de que fue la última cinta que vimos mi papá y yo (él moriría a inicios del año siguiente). A él le debo mi cinefilia pura, apurada y depurada porque de jovencito (eran los años veinte o los primeros treinta) se iba al cine desde la mañana hasta la noche a ver series de episodios. En una ocasión agarró el rumbo contrario a su casa porque estaba obnubilado: esa anécdota siempre me fascinó ya que la comprendí (y recordaba) cuando me emocionaba con el cine, quería gritar por las imágenes poderosas que entraban por mis ojos, veía tres o cuatro películas en un día, me peleaba con la discusión apasionada con otros cinéfilos de entonces (verdaderos: no los remedos posmodernos del siglo XXI), cuando las películas importaban y no se determinaban por estrellitas, ligerezas o banalidades. El mundo era más pequeño pero las películas eran grandiosas.