miércoles, 2 de noviembre de 2011

NO PASA NADA


CREPÚSCULO ROJO
2008. Dir. Carlos González Morantes.


Valente (Alberto Estrella) va a ser despojado de su rancho porque adeuda dinero al banco. La crisis financiera nacional provocada por el salinismo incrementó los intereses y mucha gente perdió sus propiedades. Valente no lo entiende y dice al abogado que va a embargarlo que está consciente que debe pero solamente la cantidad que le prestaron. Pide ayuda a su compadre Dagoberto (Enoc Leaño), alguacil del pueblo, quien primero le dice que no se preocupe para luego firmar como testigo. Valente decide, entonces, asaltar el banco del lugar, durante la celebración del patrono del pueblo. Valente está casado con Rosaura (Janneth Villarreal) pero se cuenta que es padre de la hija de una prostituta, Esperanza (María Rebeca), cuando en realidad lo es Dagoberto. Aparte, este hombre es tuerto y ha vivido con ese rencor constante contra Valente al cual cree culpable del accidente donde perdió su ojo, cuando en realidad lo fue su ayudante Ramón (Fernando Leal). Todo terminará en un enfrentamiento, accidentalmente desigual y trágico.

La película, según el director y el actor, trata sobre la disparidad entre ley y justicia, fielmente demostrada durante esos años aciagos que empobrecieron más a la sociedad e hicieron más ricos a los poderosos. Es lo que se quiso contar, y lo hace, pero en una forma insatisfactoria, sin sentido del ritmo y con pésimas actuaciones que, aunadas, dan una idea de que es (mal) teatro filmado. Se aprovechan las locaciones naturales del sur del estado de Nuevo León, pero la trama es tan extrema en su discurso y tan mal estructurada en su guión, que acaba por ser otro (mal) producto al que nos tienen acostumbrados las personas que intentan hacer cine por estos rumbos (acuérdense de esa metáfora del vómito que se llama “Seres: génesis”).

Coproducida por IMCINE, otras productoras privadas, y los apoyos de la Universidad Autónoma de Nuevo León junto con CONARTE (Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León), en tiempos del Dr. Romeo Flores Caballero (a quien mencionan como “licenciado” en los agradecimientos de la película), debido a la convocatoria del Promocine, uno se pregunta qué motivó al jurado que seleccionó este proyecto como el más viable o adecuado para ser apoyado. Quizás leído, el guión sea más atractivo y coherente que lo que vemos en pantalla.

Bastante ambiguas las relaciones entre personajes. Reacciones que son inesperadas o inexistentes. Situaciones que se alargan o que se cortan para luego seguir sin la continuidad esperada. Personajes desaprovechados. Actuaciones mediocres que son productos de una nula dirección. Debe salvarse solamente la atmósfera del pueblo y la belleza natural de montañas, riachuelos, lagunas que todavía no ha sido devastada por la ambición y la avaricia de esos ricos que la cinta denuncia (ya ven que La Pastora será violada por el famoso estadio: otro ecocrimen). Lo que hubiera sido delirante, como el linchamiento del abogado despojador de tierras o la denuncia del alcalde que hubo varios asaltantes al banco que eran altos y parecían judiciales, le habría dado al menos ese sentido de pueblo que conspira solidario contra los abusos para subrayar el discurso que aparentemente le interesaba al guionista (César Jaime, ya fallecido): pero se queda en la nada porque en realidad todo lo que se ve en la cinta nos deja con el sentimiento de que no pasa nada.

Sin embargo, debe hacerse justicia: hay un personaje mudo interpretado por César Cubero que se salva por la gracia del actor aunque no tenga mayor trascendencia; Luis Martín interpreta a un alcalde convenenciero que da idea de corrupción; Isela Vega pulula por la película con su rol ingrato que no le da oportunidad de lucimiento aunque quizás, le permitió tomarse vacaciones en ese hermoso pueblo norteño, lo mismo que Fernando Leal, desaprovechadísimo, en un papel difuso, a años luz de esa magnífica interpretación que sobresalió de todo el elenco de “En el paraíso no existe el dolor” (Víctor Saca, 1984). Los demás sobreactúan o dan pena ajena por ser casi invisibles.

El director Carlos González Morantes (Monterrey, 1945) llamó la atención por cintas independientes de los años setenta, cuando la hazaña de filmar volvía a sus realizadores tuertos en el país de ciegos. Con los años, revisando su tercer largometraje “El otro crimen” (1988), se da uno cuenta que nunca se superó, que los faltantes han sido constantes (talento) y que el cine no está hecho solamente de algunos buenos encuadres. Así como este "Crepúsculo rojo" llegó cinco años después de nacer (en 2006 fue seleccionado el proyecto; en 2007 se filmó; en 2008 fue registrada), no tardó ni una semana para salir rápidamente de cartelera: cruel destino, como se llamaba una película de Juan Orol cuyo cine fue criticadísimo en su tiempo, pero duraba semanas en las salas porque satisfacía las necesidades de un público... Y luego nos quejamos que no se apoye a la exhibición de producciones nacionales.