jueves, 4 de octubre de 2012

DULCE Y VULGAR: INTELIGENTE Y POPULAR


TED
2012. Dir. Seth McFarlane.



         John, un niño de 8 años, nada popular, sin amigos, desea fervientemente que su regalo de navidad, un osito Teddy, adquiera vida y se convierta en su mejor amigo. Se le concede y así surge un ser extraordinario que se torna famoso pero, como todas las cosas, deja de ser novedad. Pasan 27 años y ahora es un oso mayor, mal hablado, drogadicto, que vive a costa de John (Mark Wahlberg, sigue siendo excelente y sorprendiendo con cada nueva película) 


quien tiene una novia, Lori (Mila Kunis, muy bella) con la cual vive. 


John y Ted han seguido siendo inseparables pero Lori siente que se interpone en su relación. John debe pedirle que se vaya a su propio departamento, Ted consigue empleo en un supermercado, pero siempre consigue que John vaya a su lado, afectando la relación con Lori. Así siguen ocurriendo otras situaciones.


         Uno comprende el motivo del éxito taquillero de esta película muy simple. Ya hemos visto a niños pidiendo deseos especiales (Mentiroso, mentiroso, entre otros) y tenemos múltiples ejemplos de animalitos parlantes, aunque en este caso sea un muñeco emblemático para la niñez de los Estados Unidos (extrapolado a otros países, claro). La razón principal es que su director conoce a su público: MacFarlane ha obtenido éxitos con series animadas de televisión que reflejan al norteamericano medio, en familia o como ente social, disectando sus idiosincrasias y tradiciones con humor ácido. La identificación es indudable.


         Luego está la referencia cultural. MacFarlane es un hombre que va llegando a la cuarentena. Ha sabido llegar al público de su generación, ya sea por la experiencia infantil, las películas de la adolescencia, los momentos especiales en la vida que se recuerdan por la conexión con el ámbito cultural de su tiempo. Además, el sentido del humor y el exceso de vulgaridades. Al utilizar la imagen de un emblema de la inocencia jugando con todos estos factores da lugar a un producto carismático.


MacFarlane es irónico y realista: Ted fue la gran noticia de 1985, pero como “Corey Feldman” antes y “Justin Bieber” ahora, pasa (o pasará) de moda. Lo que inicialmente causa escándalo y asombro se torna común y corriente: una gran cualidad de nuestra sociedad actual donde todo es efímero porque el consumo es constante. Una referencia es la película Flash Gordon (Mike Hodges, 1980) que ambos veían por la televisión a colores cercana al final de década. Entonces se revive al protagonista, quien sería el también efímero Sam Jones (quien no tuvo éxito y pasó a ser celebridad de quinta categoría y ahora se presenta como caricatura de sí mismo) como referencia de una cinta que fue fracaso y ahora “de culto”. Los comentarios de Ted son más escatológicos y vulgares en el idioma original que en los subtítulos pero no deja de transmitirse esa manera extrema de comportamiento.


Fuera de estos elementos de popularidad y taquilla, donde empatan crítica y público, la importancia de Ted reside obviamente en el sentido de amistad, primero. Luego, en la reflexión sobre el estancamiento de la existencia. Usamos como pretexto aquello que nos hace sentir cómodos dentro de la rutina para evitar la responsabilidad o el fin de los miedos. John tuvo la ventaja de que se le materializara un amigo instantáneo que llevó a ambos a permanecer en el mismo tiempo aunque éste pasara y ellos crecieran.

El efímero Sam Jones en la cinta que lo haría famoso pero que resultó todo un fracaso.

La película es brillante, constantemente, en sus puntualizaciones y revisiones de cultura popular. Cada comentario y cada acción merecería una descripción y una observación, por lo que mejor es disfrutarla. La imagen de un osito de juguete que es drogadicto, sensual, maldiciente, políticamente incorrecto, inteligente al final de cuentas, y amigo de Norah Jones, sin perder atractivo ni dulzura, fue un gran logro de Seth MacFarlane, a quien no se debe perder de vista (mientras no se repita: se anuncia una posible secuela y eso atemoriza en vez de alegrar).

El realizador Seth MacFarlane se ha vuelto popularísimo en el medio del entretenimiento.