sábado, 21 de febrero de 2015

EL LIBRO DE JOB Y HOBBES

LEVIATÁN
(Leviathan)
2014. Dir. Andrey Zvyagintsev.
        


         Kolya debe enfrentar judicialmente al alcalde del pueblo costero donde vive porque va a expropiarle, por una cantidad ridícula, un terreno donde tiene su casa, taller, y que ha sido suyo por más de ochenta años. El tribunal decide a favor del alcalde Vadim. Dimitri, un abogado, amigo de Kolya, tiene pruebas del pasado criminal del edil y va a confrontarlo. Lo único que desea es que se pague el precio justo de su propiedad. Entonces suceden dos cosas: Dimitri se mete sexualmente con la esposa de Kolya y el alcalde muestra su autoridad corrupta mandando golpear y amenazar de muerte al abogado. Todo empieza a tomar matices de tragedia, de inequidad, de muestras del cinismo y la corrupción en que se encuentra ese microcosmos que nos refiere a todos. Kolya se convierte en una especie de Job moderno ante el monstruo magnífico que se menciona en ese libro bíblico. La comparación es obligatoria ante el término Leviatán que tiene la acepción de gran ser marino, monstruoso, por un lado. Por otra parte es un nombre asociado al demonio: es uno de los cuatro príncipes del infierno. Y revisando otra referencia, porque no es uno docto en el tema, es el título de una obra monumental del filósofo inglés del siglo XVII, Thomas Hobbes: el estado decide todo de manera autoritaria ya que el hombre, al ser libre, puede caer en la ruina.

Aleksei Serebriakov en el rol de Kolya, un Job moderno
como tantos actuales aunque traigan celular y usen la computadora.


         Finalmente, lo que muestra esta brillantísima película es la corrupción rampante en que ha caído el mundo: el cinismo de las autoridades para abusar de sus puestos y decidir, acorde con sus dudosos valores trastocados, lo que es el bien individual contra el bien común. Lo más interesante de la cinta es que uno piensa que la trama se irá hacia el convencionalismo de la lucha entre autoridad y pueblo para llegar a una victoria, quizás pírrica; de pronto el inteligente Zvyagintsev se desvía para decirnos que esa corrupción y ese abuso está también en nosotros mismos que tomamos caminos inesperados: se le da vuelta al valor de la amistad, por ejemplo, para llegar a la traición. Se tienen varias consecuencias que no puedo contar, donde la condición de Kolya se puede comparar al Job, porque debe sufrir la injusticia sin tener otra salida que la resignación. Estamos sumergidos en discursos huecos: la imagen de ese desagradable alcalde puede ser extrapolada a la desfachatez generalizada (el monstruo de nuestro tiempo). El personaje eclesiástico se somete a la autoridad para tener engañada a su conciencia y poseer las ventajas que resultan de esa alianza.

Roman Madianov transmite el asco que produce este tipo
de ser político: aparentemente piadoso, internamente podrido.
¿No les recuerda a nuestros gobernantes gordos, detestables?
Son los "Leviatanes" de nuestro tiempo.



         Y uno creía que estaba habitando en la excepción cuando se encuentra viviendo en la regla. "Leviatán" es el retrato vivo de lo que sucede en nuestro entorno, en todos los entornos, en un siglo XXI corrupto.

El extraordinario director Zvyagintsev 
ya había demostrado su calidad en otras películas:
aquí llega a niveles superiores.