jueves, 26 de febrero de 2015

CON LA VIRTUD DE LA IGNORANCIA

BIRDMAN
(o la inesperada virtud de la ignorancia)
(Birdman or the unexpected virtue of ignorance)
2014. Dir. Alejandro G. Iñarritu.



         Un actor que años atrás había interpretado a un súper héroe de la pantalla, ha decidido recuperar su carrera a través de una obra adaptada, producida y dirigida por él mismo. Quiere que se le tome en serio. Quiere poner en paz sus relaciones con las mujeres a su alrededor (la hija, rehabilitada de drogas; la ex esposa, a la cual le fue infiel; la amante que, posiblemente, esté embarazada). Tiene toda una serie de situaciones desafortunadas en las funciones preliminares que usualmente se ofrecen en Broadway como ensayos generales a público. Llega un actor narcisista a suplir a otro que sufrió un accidente. Además, el actor conversa con su otro yo, el personaje de “Birdman” que lo quiere convencer que su lugar está en el espectáculo. Todos estos factores lo llevarán a incrementar sus tendencias suicidas. Y con todo esto, la película termina siendo insatisfactoria.

La cinta inicia con una levitación del personaje
para establecer el "realismo mágico" de los latinos...

El problema reside en una trama insípida cuya intención final es dejar clara la importancia del espectáculo como tanto le insiste el personaje del “Birdman” al actor. Por otro lado, la idea de mostrar a alcohólicos, vanidosos e infieles como una especie de homenaje indirecto al escritor Carver se queda difuso. Al mezclar su idea de “realismo mágico”: el personaje Riggen (Michael Keaton) vuela por los aires, y luego entrar al “realismo” para no dejar confusos a los espectadores: en realidad venía en un taxi. Iñárritu muestra lo que habían sido alguna de las exitosas cintas de este personaje donde estaban los efectos especiales, explosiones, incendios. Luego retorna al escenario para quedar con la duda de que haya sido una buena decisión.

Michael Keaton y Edward Norton confundiendo
a la sobreactuación como gran interpretación.

            La cinta queda dispersa entre los mundos alternos del protagonista: ¿quiere o no quiere dejar uno para entrar al otro? ¿Es su vida tan desastrosa que ya nada vale la pena? Uno no tiene idea si está ante la apología de la Meca de Hollywood donde lo que importa es el espectáculo, el éxito popular (que el público te reconozca como sucede con la secuencia de la caminata en calzoncillo por Times Square). Y quizás eso haya sido la clave del éxito entre sus colegas académicos de Hollywood para el ya bendecido G. Iñárritu. El otro problema son los personajes que quieren mostrarse tan indolentes o amorales que llegan al absurdo (¿para qué sirven, por ejemplo, las escenas entre Norton y Emma Stone?; ¿cuál es la trascendencia del beso lésbico en la trama?).

Una secuencia para dejar clara la popularidad
del personaje como actor de cine

         Y lo peor de todo es el estilo narrativo: esos irritantes planos secuencias que de pronto se trucan para fundirse y dar lugar a alguna transición. La cámara sigue a los actores, de pronto se detiene en otro de ellos y va tras éste. En otros momentos, la cámara está fija, a la espera de que alguien entre a pantalla. Iñárritu quiso apantallar y lo logró: “¡es diferente!” pensarán las personas menos informadas pero en realidad no es novedad alguna. En otras palabras, a través de una cinta pretenciosa, con intenciones “artísticas” se alaba a las grandes producciones de Hollywood, ésas que ya no son tomadas en cuenta para premios como sucedía en otras épocas y que son los que deberían ser tomados por la industria en lugar de las cintas chiquitas que se estrenan en el último bimestre del año, como de la que se está hablando.

Su alter ego le incita a continuar en el cine:
ahí hay espectáculo, dinero, fama...

Iñárritu nos deslumbró con sus “Amores perros” debido a la secuencia impactante del choque del auto como eje para contar diversas tramas: algo no visto en México hasta entonces (por el cuidado técnico para la época) pero se confundió su alarde espectacular contra sus tramas insulsas (si la vuelve a ver, le aseguro que ya no la sentirá igual) pero que vino a ser su carta de presentación a Hollywood. Sus siguientes cintas fueron fracasos con narraciones no lineales como pasó con su ópera prima (que ya tenía la influencia de Tarantino). A través de la reciente, otra trama, sin peso ni contundencia, logró ser reconocido en su país laboral. Lo mismo que le pasó a Cuarón con la debilísima “Gravedad” cuya belleza visual y uno que otro momento logrado no pueden negarse. Ya solamente falta que al mantecoso, vomitivo y desagradable Del Toro le den su “merecido” premio.

Esta secuencia "explica" al espectador confundido
que no hay tales poderes, aunque al final lo confundan más (jajaja)...

Uno se extraña que los mismos académicos no hayan reconocido a la gran película que los define, los defiende y los eleva a la gloria como parte de su nación (“American Sniper”), aparte de haber ganado muchísimos dólares. Una cinta que les devolvió la esperanza del posible heroísmo cotidiano (aunque no sea cierto). Haga un recuento inmediato de las últimas cintas que han ganado los “Óscares” y piense cuál ha quedado en la memoria, cuál recuerda de entre el montón de películas que usted ve cada día o semana.

Una excelente Emma Stone desperdiciada en esta película

Finalmente: no soy xenófobo. Al contrario, soy realista. Estos directores hablan orgullosamente de su México y de sus buenos deseos mientras viven en el país vecino y disfrutan del “american way of life”. No es un triunfo para México en el sentido comercial de estos premios: es otra cinta norteamericana seleccionada por los norteamericanos para poner en tela de juicio sus gustos. ¿De qué sirvió que Cuarón se ganara el Óscar el año pasado? A un año de distancia, me pregunto: ¿Cambió nuestra forma de pensar? ¿Mejoró nuestro estatus ante la opinión mundial? Y me respondo que fue otro de esos momentos efímeros en que una multitud celebra el triunfo de otro (los juegos futboleros, por ejemplo) porque cada uno de esos celebrantes no pudo lograrlo por sí mismo… Al final de cuentas ¿quién le quita lo bailado o lo jodido? Y volvemos a empezar…

El insoportable Keaton con su "súperdirector"