TERREMOTO:
LA FALLA DE SAN ANDRÉS
(San
Andreas)
2015. Dir.
Brad Peyton.
El piloto Ray (Dwayne Johnson) que trabaja para los
rescatistas de Los Ángeles logra salvar a una joven cuyo carro quedó atrapado
dentro de una grieta provocada por un sismo. Luego va a su casa para recibir los
papeles de divorcio que le ha enviado su esposa Emma (Carla Gugino), ahora futura esposa de
Daniel (Ioan Gruffud), un rico constructor de edificios. El científico Lawrence (Paul Giamatti) logra encontrar la
forma de predecir terremotos al darse cuenta, junto con su ayudante Kim (Will Yun Lee), que
está por ocurrir uno de ellos en la presa Hoover, en Nevada. Mientras están
ahí, sucede el fenómeno donde muere Kim. Inicia de esta manera un “enjambre” de
sismos (como le llama el científico) debido a la famosa Falla de San Andrés. Se
destruye a Los Ángeles, pero Ray logra rescatar a su ex mujer in extremis, aunque las consecuencias llegan
hasta San Francisco donde su hija Blake (Alexandra Daddario, blanquísima con ojos azules) ha ido para retornar a la universidad,
en el avión de su futuro padrastro. Mientras lo espera en sus oficinas, Blake
conoce al joven británico Ben (Hugo Johnstone-Burt), con el cual simpatiza, quien se encuentra en ese
lugar buscando trabajo. Lo acompaña su hermano pequeño Ollie (Art Parkinson). Al bajar al estacionamiento e intentar salir,
un gran terremoto asuela a San Francisco dejando el auto del millonario en el
sótano con Blake atrapada por el asiento. Daniel la abandona diciendo que va a
buscar ayuda y lo grita al salir a la superficie. Lo escuchan Ben y Ollie
quienes van a rescatar a Blake. A partir de aquí, ocurrirán paralelamente los
esfuerzos de los padres por encontrar a su hija y la odisea de Blake con sus
amigos para llegar a un punto de reunión con sus padres ya que han podido
comunicarse por un celular y por un teléfono común.
Carla Gugino y Dwayne Johnson
es la pareja separada que los
terremotos volverán a unir
Luego de esta larga sinopsis lo que
debe comentarse es que la cinta continua con el tema de la familia en peligro
que se ha vuelto común y esencial para el cine de acción y de desastres que alcanzaron
su gran momento en la primera mitad de los años setenta. De hecho, en Terremoto (Earthquake, 1974, Mark Robson),
ya se había destruido a Los Ángeles, donde Charlton Heston tenía a Genevieve
Bujold como amante y a Ava Gardner como esposa. De hecho salvaba a la primera y
perdía a la segunda. Sin embargo, esta cinta no es una relectura de aquella
película ni secuela. Se ha tomado el tema base (ya tratado magníficamente en San Francisco, 1936, W.S. Van Dyke, con
sus primitivos pero espectaculares efectos especiales en una gran producción de
la MGM) para trasladarlo a tiempos modernos con todas las implicaciones de
ciencia, tecnología, sociedad, personajes contemporáneos.
"Terremoto" (1974) y "San Francisco" (1936)
son antecedentes de estas cintas de desastres telúricos
Como en toda cinta de desastres, la
desgracia es terrible para los miles de habitantes que notamos desolados y
llenos de polvo, pero la problemática se reduce a unos cuantos personajes que
son el eje de la trama. Como si viéramos a través de una lupa, son las únicas
personas que interesan. De la macro destrucción se nota el esfuerzo particular.
Son seres que tienen todo a la mano o recurren a trucos y soluciones adecuadas
y a la mano. Su ingenio los lleva a, por ejemplo, entrar a una tienda electrónica
y usar una línea alámbrica, normal, de teléfono, para hablar a un helicóptero
porque, aparentemente, los postes telefónicos no han sido afectados.
Hay tsunamis provocados por los terremotos
Y esa es la fórmula para mantener
interesado al espectador. A pesar de que se sabe que los héroes no mueren (al
menos en estas gigantescas producciones), se siembra la angustia. El que debe
morir es el malvado. O también, el héroe secundario (con mayor razón si es de
otra etnia, como sucede en esta cinta con el científico Kim quien, antes de
morir, logra salvar a una niña). Además, las distancias se acortan y lo que
usualmente tardaría mucho tiempo en suceder, nuestros personajes lo resuelven
mágicamente. Por otro lado, el comentario del científico acerca de que los
efectos de estos fenómenos se sentirían en la costa este, se quedan en mera
promesa: uno esperaba nuevamente la destrucción de Nueva York.
El mismo Hollywood destruyó su propio símbolo
en la ciudad de Los Ángeles
En resumen, es una mala película.
Sobresalen los efectos especiales porque nos hacen creer que está sucediendo
realmente lo que vemos sobre la pantalla. Los diálogos son cursis y obvios (“Vamos
a salvar a nuestra hija” o “Vamos a reconstruir”) porque al final queda la
magnificencia norteamericana: el sentido del triunfo y la facilidad con la cual
el ejército, la guardia nacional, los poderes que sean, intervienen para darle
a todo mundo hospital, agua, comida. Lo que sucede entre efectos y destrucciones
no es interesante. Las tribulaciones de pareja (Ray no pudo salvar a otra hija
de que se ahogara; a partir de ahí comenzó el distanciamiento con su esposa)
dan lugar al bostezo. Se va a exorcizar dicha situación a través de la otra
hija. Lo que no puede negarse es la enorme simpatía de Dwayne Johnson (y ese
calificativo de enorme se alarga hasta su excesiva persona).
El piloto de helicóptero Ray (Dwayne Johnson)
resulta un súper hombre