lunes, 1 de junio de 2015

TERREMOTO: LA FALLA DE SAN ANDRÉS
(San Andreas)
2015. Dir. Brad Peyton.
        


         El piloto Ray (Dwayne Johnson) que trabaja para los rescatistas de Los Ángeles logra salvar a una joven cuyo carro quedó atrapado dentro de una grieta provocada por un sismo. Luego va a su casa para recibir los papeles de divorcio que le ha enviado su esposa Emma (Carla Gugino), ahora futura esposa de Daniel (Ioan Gruffud), un rico constructor de edificios.  El científico Lawrence (Paul Giamatti) logra encontrar la forma de predecir terremotos al darse cuenta, junto con su ayudante Kim (Will Yun Lee), que está por ocurrir uno de ellos en la presa Hoover, en Nevada. Mientras están ahí, sucede el fenómeno donde muere Kim. Inicia de esta manera un “enjambre” de sismos (como le llama el científico) debido a la famosa Falla de San Andrés. Se destruye a Los Ángeles, pero Ray logra rescatar a su ex mujer in extremis, aunque las consecuencias llegan hasta San Francisco donde su hija Blake (Alexandra Daddario, blanquísima con ojos azules) ha ido para retornar a la universidad, en el avión de su futuro padrastro. Mientras lo espera en sus oficinas, Blake conoce al joven británico Ben (Hugo Johnstone-Burt), con el cual simpatiza, quien se encuentra en ese lugar buscando trabajo. Lo acompaña su hermano pequeño Ollie (Art Parkinson).  Al bajar al estacionamiento e intentar salir, un gran terremoto asuela a San Francisco dejando el auto del millonario en el sótano con Blake atrapada por el asiento. Daniel la abandona diciendo que va a buscar ayuda y lo grita al salir a la superficie. Lo escuchan Ben y Ollie quienes van a rescatar a Blake. A partir de aquí, ocurrirán paralelamente los esfuerzos de los padres por encontrar a su hija y la odisea de Blake con sus amigos para llegar a un punto de reunión con sus padres ya que han podido comunicarse por un celular y por un teléfono común.

Carla Gugino y Dwayne Johnson 
es la pareja separada que los
terremotos volverán a unir


         Luego de esta larga sinopsis lo que debe comentarse es que la cinta continua con el tema de la familia en peligro que se ha vuelto común y esencial para el cine de acción y de desastres que alcanzaron su gran momento en la primera mitad de los años setenta. De hecho, en Terremoto (Earthquake, 1974, Mark Robson), ya se había destruido a Los Ángeles, donde Charlton Heston tenía a Genevieve Bujold como amante y a Ava Gardner como esposa. De hecho salvaba a la primera y perdía a la segunda. Sin embargo, esta cinta no es una relectura de aquella película ni secuela. Se ha tomado el tema base (ya tratado magníficamente en San Francisco, 1936, W.S. Van Dyke, con sus primitivos pero espectaculares efectos especiales en una gran producción de la MGM) para trasladarlo a tiempos modernos con todas las implicaciones de ciencia, tecnología, sociedad, personajes contemporáneos.

"Terremoto" (1974) y "San Francisco" (1936)
son antecedentes de estas cintas de desastres telúricos


         Como en toda cinta de desastres, la desgracia es terrible para los miles de habitantes que notamos desolados y llenos de polvo, pero la problemática se reduce a unos cuantos personajes que son el eje de la trama. Como si viéramos a través de una lupa, son las únicas personas que interesan. De la macro destrucción se nota el esfuerzo particular. Son seres que tienen todo a la mano o recurren a trucos y soluciones adecuadas y a la mano. Su ingenio los lleva a, por ejemplo, entrar a una tienda electrónica y usar una línea alámbrica, normal, de teléfono, para hablar a un helicóptero porque, aparentemente, los postes telefónicos no han sido afectados.

Hay tsunamis provocados por los terremotos


         Y esa es la fórmula para mantener interesado al espectador. A pesar de que se sabe que los héroes no mueren (al menos en estas gigantescas producciones), se siembra la angustia. El que debe morir es el malvado. O también, el héroe secundario (con mayor razón si es de otra etnia, como sucede en esta cinta con el científico Kim quien, antes de morir, logra salvar a una niña). Además, las distancias se acortan y lo que usualmente tardaría mucho tiempo en suceder, nuestros personajes lo resuelven mágicamente. Por otro lado, el comentario del científico acerca de que los efectos de estos fenómenos se sentirían en la costa este, se quedan en mera promesa: uno esperaba nuevamente la destrucción de Nueva York.

El mismo Hollywood destruyó su propio símbolo
en la ciudad de Los Ángeles



         En resumen, es una mala película. Sobresalen los efectos especiales porque nos hacen creer que está sucediendo realmente lo que vemos sobre la pantalla. Los diálogos son cursis y obvios (“Vamos a salvar a nuestra hija” o “Vamos a reconstruir”) porque al final queda la magnificencia norteamericana: el sentido del triunfo y la facilidad con la cual el ejército, la guardia nacional, los poderes que sean, intervienen para darle a todo mundo hospital, agua, comida. Lo que sucede entre efectos y destrucciones no es interesante. Las tribulaciones de pareja (Ray no pudo salvar a otra hija de que se ahogara; a partir de ahí comenzó el distanciamiento con su esposa) dan lugar al bostezo. Se va a exorcizar dicha situación a través de la otra hija. Lo que no puede negarse es la enorme simpatía de Dwayne Johnson (y ese calificativo de enorme se alarga hasta su excesiva persona).

El piloto de helicóptero Ray (Dwayne Johnson)
resulta un súper hombre

Sin embargo, volvemos y vamos a ver estas películas: sabemos lo que encontraremos y estamos conscientes de que serán tiempos de distracción, tiempos perdidos, tiempos en donde dejamos los miedos en la sala de cine porque como anda el planeta y los recientes terremotos en Nepal, es para no abusar de nuestra imaginación y dormir tranquilos mientras se pueda...