RÁPIDOS Y FURIOSOS 8
(The Fate of the Furious)
2017. Dir. F. Gary Gray.
Si
el tema principal siempre ha sido la familia, tenía que haber un momento en que
la misma se enfrentase. Toretto (Vin Diesel) es abordado por la rubia e
inescrupulosa Cipher (Charlize Theron, espléndida) en una calle de La Habana,
donde ahora vive con su adorada Letty (Michelle Rodriguez). Inmediatamente
cambia de actitud, abandona a su mujer y se une con este personaje para
conseguir un mecanismo nuclear, los códigos rusos para el lanzamiento de unos
misiles y la apropiación de un submarino para conseguir este objetivo. Esto
desconcierta a todos pero Letty está segura que existe un motivo ulterior para
que Toretto actúe de esta manera. La familia reúne a viejos personajes y añade
a otros. Hay antiguos enemigos que ahora se han pasado al bando de los héroes.
Charlize Theron es una personalidad apabullante.
Su heroína en "Mad Max" y su villana en esta
cinta demuestran su versatilidad. ¡Memorable!
Estamos
ante la octava entrega de una serie que inició como una competencia de carreras
clandestinas, con agente infiltrado, para devenir en gran espectáculo de
intrigas internacionales. Un guion del espléndido Chris Morgan quien tomó las
riendas del juego desde la dispar segunda secuela para irle dando sentido a
cada uno de los episodios. Una saga dinástica donde existe coherencia y respeto
ante la unidad familiar: ahora los hermanos Deckard (Jason Statham y Luke
Evans) se unen al grupo por influencias y chantajes sentimentales de su propia
madre (Helen Mirren, sin crédito). Elena (Elsa Pataky) ha dado luz al hijo de
Toretto. Hobbs (Dwayne Johnson) es amoroso padre de una hija futbolera a la
cual entrena con pasión. No en vano, durante una secuencia donde el traidor
Toretto encañona a Letty, éste le dice no
sé el motivo porque estés haciendo esto, pero sé muy bien que me amas. Por
todos estos ejemplos, la serie es congruente consigo misma.
Deckard y Hobbs se reencuentran en este
episodio para irse al otro extremo:
sus enfrentamientos quedan atrás.
Gran
espectáculo. Uno se ríe cuando hay comentarios que hablan de “la poca
credibilidad” o de que “cada vez son menos convincentes las tramas”: esas son
meras palabras cuando no se tiene más por elaborar o construir. Este género se encuentra
siempre más allá de toda ciencia y realismo. Por supuesto que su universo es
inverosímil y lo que uno ve en pantalla solamente puede disfrutarse gracias a
los efectos especiales y a las situaciones truculentas. Las aproximaciones a
las cintas de este tipo deben exigir, al menos, cierto concepto y alguna idea
que nos conecte con la realidad, jamás con los hechos de la vida real: lo que
mueve a Toretto y sus amigos es el sentido de familia; para preservarlo deberán
tomarse medidas extraordinarias con el objetivo de salvaguardarla: volar por los cielos, caer
de un auto en velocidades extremas sin sufrir ninguna contusión, ser cubierto
con carrocerías para evitar ser calcinado. Sabemos que con mucho menos, en
nuestro entorno, cualquier persona tendría huesos rotos o hubiera muerto. Este
es otro caso de cine fantástico que nos refiere a la virtualidad: vivir el
sueño de que en la pantalla todo es posible hasta enfrentar y vencer a la muerte. Esa
es la gran cualidad de esta saga rápida y furiosa (que, por fortuna, ya ha anunciado sus episodios 9 y 10 en el futuro).
El equipo: sinónimo de familia
El realizador en esta
ocasión es F. Gary Gray, de quien ya hemos disfrutado buenas películas con
menores presupuestos, pero con sentido ciudadano (y también con cercanía hacia
el sentido de familia): El mediador, La
estafa maestra o El vengador,
pero la cinta que le ha dado más popularidad es Letras explícitas (Straight Outta Compton) donde explora las
realidades y experiencias de vivir en los ghettos y su repercusión en la
música.