EL JUSTICIERO 2
(The Equalizer 2)2018. Dir. Antoine Fuqua.
Regresa Robert McCall
(Denzel Washington) como el ex agente del FBI al cual se le ha dado por muerto,
circunstancia que explota para impartir justicia a favor de quienes han sufrido
alguna agresión o abuso. Si en la cinta original (2014) salvaba a una joven
prostituta de las garras de un mafioso ruso para llegar a un enfrentamiento
brutal dentro de la inmensa tienda donde trabajaba, ahora, en su secuela,
adquiere mayor trascendencia: sale de las fronteras nacionales para llegar
hasta lugares exóticos o las consecuencias de hechos que ocurren en el viejo
continente se deben enfrentar acá, en su propia tierra. McCall ahora es chofer
de un auto Lyft (competidor de Uber) en Boston. Su amiga Susan (Melissa Leo),
quien sabe de su existencia, es brutalmente asesinada cuando investiga un
crimen en Bruselas, por lo que McCall tendrá que buscar al asesino y eliminarlo
para que se cumpla su destino: recibir el ojo por ojo, del cual la cinta toma
su maravillosa esencia.
La fiel amiga Susan (Melissa Leo) será el motivo
para que McCall entre en justa acción
Mismo realizador y guionista dan lugar
a un esquema narrativo semejante, dejando intactas sus nobles características: el
trabajo como chofer le permite enterarse de realidades irónicas o crueles para servir
como ángel guardián de alguno de sus clientes (en este caso, contra el abuso
sexual de una joven pasante); la cercanía de un joven vecino que quiere
estudiar dibujo, al cual busca, entonces, alejar de las malas influencias del
vecindario donde vive (ir contra los vendedores de droga que obligan a otros a
colaborar en sus acciones); y ahora, el asesinato de la única amiga, una mujer
experimentada y honesta, a la cual se ataca para hacerla pasar como víctima de
un asalto, cuando en realidad era para evitar su investigación en otro caso brutal,
nos introduce en la vida íntima de McCall para complementar su perfil como
personaje (nos enteramos de otros aspectos cuando estaba “vivo” oficialmente).
Ojalá haya una tercera cinta para finalizar con la construcción de un ser
aparentemente frío que, en realidad, vive preocupado por el bien común.
McCall defenderá a su amigo Miles (Ashton Sanders)
para evitar su perdición
Una de las constantes en el cine del demoledor
Antoine Fuqua es la violencia desgarradora (los aspectos visuales, destructivos,
nos recuerdan a un reciente Peckinpah). No olvidemos sus cintas plenas de
acción feroz externa (Los siete
magníficos u Olimpo bajo fuego) o
aquellas donde la furia es interna (la impecable Revancha) y, sobre todo, el fantasma de la corrupción (Día de entrenamiento). Las secuencias
donde explota la agresión son crueles y bastante gráficas. Tal como comenté por
la cinta original, la gran ventaja de esta película es cumplir con lo que
promete desde el título: uno se complace por esta “igualdad”: la ecualización
en lo que merece un villano para recibir su propio castigo, sufriendo. Uno
disfruta de la saña con la cual llegan los ajustes de cuentas. Uno desea que
eso pasara en la vida real y de ahí la satisfactoria catarsis.
El magnífico Antoine Fuqua (a la derecha), uno de los mejores
estilistas de la violencia en el cine actual