EL REENCUENTRO
(Sage Femme)
2017. Dir. Martin
Provost
La partera cuarentona
Claire (Catherine Frot) recibe una llamada inesperada de Beatrice (Catherine
Deneuve) quien fuera amante de su padre y que cierto día desapareció
repentinamente de sus vidas. Claire se reencuentra con ella para contarle que
su padre se suicidó luego que ella le abandonó. Claire la odia por ese motivo.
Beatrice insiste en buscarla: le confiesa que tiene cáncer. Esta es la base
argumental de una cinta delicada e intimista acerca de las relaciones que le
dan sentido a la vida. La misma Beatrice explica que uno pudo haber tenido al
amante de un día que jamás será olvidado en toda la existencia. Beatrice es una
personalidad apasionada y viva, envuelta en sí misma. Claire, por el contrario,
es una mujer profesional, pragmática, entregada a su vocación de traer niños al
mundo. Sin embargo, las pistas que irán surgiendo durante la película harán que
el espectador entienda que, aparte del odio, existe una atracción interna, una
fascinación por la figura exótica y enigmática que los ojos de la niñez aplican
al ser cercano que deslumbra por la fachada, por el sentido del mito que se
crea para sí mismo.
La llegada de Beatrice en la vida
adulta de Claire permitirá que ésta vaya despojándose de la rigidez en su vida.
Será el catalizador para que busque el afecto, comprenda mejor a su hijo, deje
que la compasión la invada ante la indefensión. Beatrice, alma libre y
libertina, está consciente del próximo final pero no quiere dejar de vivir,
aunque sea en los últimos momentos. La cinta, admirablemente, va diseccionando las
motivaciones para la búsqueda del otro; la resignación a que siempre será temporal
la cercanía de ese otro; la satisfacción de haber impulsado, aunque fuera por
momentos, la pasión del otro. La cinta es un hermoso acercamiento a la
mortalidad y a la necesidad de disfrutar la vida sin perderse en sus recovecos
inútiles o en los pretextos fútiles.
El título original significa
literalmente “partera” en español. Nos habla de un oficio que ya va cambiando,
que en sus orígenes era exclusivo de las mujeres (por eso “femme” o sea mujer)
pero que ahora, en estos tiempos, ya no será exclusivo de un género y tal vez
deberá llamarse “técnico en partos”, algo semejante a la desaparición del color
rosa en los uniformes femeninos. Claire va descubriendo el cambio del mundo: lo
que fue ya no será. La maternidad en la que trabaja va a cerrar. Su hijo quiere
extrapolar sus estudios. La presencia de Beatrice la devuelve a un mundo del
ayer,pleno
de sueños y mentiras
que terminarán desapareciendo con sus revelaciones y la próxima muerte. Un
viejo bote atracado en el río por años, casi inundado, tendrá que soltarse
algún día y tomar su rumbo. Lo mismo pasará con Claire, con la fugaz Beatrice,
con el espectador que está siendo conmovido por esta magnífica película. Todo no
será, pero el aprendizaje del ayer no se olvida para el ahora.
Es una delicia ver a Catherine Deneuve, ya setentona,
impecable, guapa, demostrando la calidad y experiencia de tantos años bajo la
dirección de realizadores inmortales. Lo mismo sucede con otra efectiva Catherine Frot (Marguerite, La diletante)
quien ofrece la contraparte tierna y sobrecogedora. Todo un privilegio. Sin
embargo, hay un momento sublime en la cinta cuando aparece, en una sola
secuencia, la ochentona, icónica, legendario símbolo sexual del cine francés de
cincuentas a setentas, Myléne Demongeot como la anciana Rolande. Se confirma aquello
de “lo que fue ya no será”: todo ha cambiado, pero qué recuerdos quedan de su
presencia en A causa de una mujer, Fantomas, Buenos días tristeza, entre tantos títulos que nos estremecieron de
jóvenes.
El realizador Martin Provost, la octogenaria Myléne Demongeot
y el joven Quentin Dolmaire (quien sale como el hijo de Claire)