MEGALODÓN
(The Meg)2018. Dir. Jon Turteltaub.
Jason Statham interpreta a Jonas
Taylor, un rescatista especializado en aguas profundas, quien durante el
prólogo de la cinta, debe sacrificar a varias personas por salvar a otras de la
muerte. Por tal motivo se retira para vivir y emborracharse en Tailandia, pero
cinco años después le solicitan que vuelva: su ex mujer junto con otros dos
científicos ha quedado atrapada en lo más hondo del océano, al ser golpeada su nave
submarina por algo desconocido. Contra su voluntad, solamente por ella, Jonas retorna
a la actividad. Se descubre que un gigantesco tiburón prehistórico ha podido
escapar de su hábitat recóndito y ahora es una amenaza. Todas estas cuestiones
surgen de un avanzado laboratorio que investiga los fondos del océano,
financiados por un astuto billonario.
No se requiere mucho espacio ni
disertaciones que busquen mayor sustancia a esta cinta cuya premisa elemental
es la compasión por el prójimo, la ayuda mutua, el sentido de rescate en
situaciones peligrosas que usualmente nos predican las cintas espectaculares que
muestran desastres épicos. La gran producción que utiliza fondos chinos (como
pasó con Rascacielos: rescate en las
alturas, por lo que se explica la diversidad racial, además de la inclusión
de estrellas chinas en el reparto) tiene los elementos para llamar la atención e
invitar a la familia a pasar un rato entretenido sin otra preocupación. El
héroe rudo y consciente de sí mismo (Statham posee la misma cualidad simpática
de Dwayne Johnson); la heroína bella y oriental; una niña precoz y simpática;
el hombre rico, tonto y ambicioso; un perrito que sabe nadar maravillosamente;
los elementos para llamar la atención, sin la inteligencia para darle un
sentido universal o un panorama existencial (como sucede con Tiburón, la joya de Spielberg). Al
monstruo se le ve fragmentariamente, en silueta, o de repente. Uno se asusta y
no se aburre: uno espera el siguiente ataque hasta el esperado final.