viernes, 24 de agosto de 2018

UNA DECLARACIÓN DE FE



LOS ADIOSES
2017. Dir. Natalia Beristáin.


 
Ser de río sin peces, esto he sido.
Y revestida voy de espuma y hielo.
Ahogado y roto llevo todo el cielo
y el árbol se me entrega malherido.



En inglés la cinta se llama "The Eternal Feminine" 
como una de las obras de Rosario Castellanos




         Las Cartas a Ricardo publicadas de manera póstuma contribuyeron a magnificar la importancia de Rosario Castellanos como gran figura de las letras mexicanas en la segunda mitad del siglo XX. Una correspondencia iniciada desde la juventud en 1950 para terminar diecisiete años más tarde donde la mujer era la que se desbordaba en su expresión para recibir a cambio unas cuantas por parte del hombre. La riqueza de estas cartas es el valor literario: a través de confidencias, inquietudes, reflexiones, se tornan indirectamente en otra novela que refleja a un ser humano seguro de sí mismo, en lucha por conseguir el respeto como mujer. Falta subrayar que las cartas fueron dirigidas a Ricardo Guerra Tejada quien fuera su cortejante, posteriormente su marido.



         La película Los adioses no es una biografía fílmica per se, sino que toma elementos de la relación de pareja entre Rosario y Ricardo para analizar a una mujer inquieta por su situación, precursora feminista, exigente de sus derechos para eliminar los estereotipos del pasado. Natalia Beristáin dirige una película donde el icono Castellanos se erige como símbolo de un discurso femenino. Una mujer lúcida e inteligente, reflexiva y autorreflexiva, que bien podría ser cualesquiera, se refuerza mejor si la referencia es un personaje importante, destacado y trascendente.


Tessa Ia y Karina Gidi, soberbias

         Entre el pasado y presente se van narrando las relaciones impetuosas entre el joven Ricardo (Pedro de Tavira, bastante desagradable) y la joven Rosario (Tessa Ia, una de las mejores actrices emergentes del cine nacional), para compararlas con las relaciones tempestuosas del matrimonio entre el filósofo Guerra (Daniel Giménez Cacho en su enésima repetición como él mismo) y la maestra Castellanos (Karina Gidi, ganadora justísima de su Ariel por este papel, gran actriz versátil). Luego de sus amoríos, Guerra se casó con otra mujer, luego se divorció y busco a Rosario con la cual procrearon un hijo. Beristáin narra la rivalidad entre esposos debida a la mentalidad machista del hombre, y como quien no quiere la cosa, los celos debidos a la creatividad infinita, el triunfo de la escritora que fluía, la maestra que destacaba y la funcionaria que brillaba.


         El estilo de la cinta nos remite al cine de la Nueva Ola Francesa. Imágenes al estilo de Godard (Una mujer casada) o Resnais (Hiroshima mon amour) que muestran cuerpos entrelazados de manera fragmentada: piernas entrelazadas, manos que acarician espaldas, ojos, cuellos. O los rostros partidos por la mitad en el extremo del encuadre de la pantalla panorámica. O la hermosísima toma de una joven Rosario sentada, mientras lee, rodeada por estanterías plenas de libros. Formalmente bella, visualmente magnética, la cinta complementa su buena recreación de época (vestuario, escenografía, edificios) que tanto ocurre en las décadas representadas. Hay actores incidentales que son magníficos (Haydeé Boetto, Luis Eduardo Yee, David Gaitán, entre otros) como reparto coral de gran nivel.


         Las referencias a poemas, fragmentos de prosa o conferencias, acercan al espectador entre el discurso que ata una acción y la realidad cotidiana, de lucha, que vivía el personaje – símbolo: se cumple la función de panorama de un tiempo que da lugar a que el espectador compare el cambio que ha tenido, en muchos aspectos, la condición femenina (sigue faltando justicia; se requiere erradicar la violencia), que no pudiera haber sucedido sin mujeres combatientes desde sus trincheras (valga el lugar común) como Rosario Castellanos. 

Rosario Castellanos (1925 - 1974)
Natalia Beristáin