NOSOTROS
(Us)2019. Dir. Jordan Peele.
La familia Wilson va de vacaciones a la playa de Santa Cruz,
California, para pasar unos días con sus amigos, los Tyler, a pesar de las objeciones
de Adelaide (Lupita Nyong’o), esposa de Gabe y madre de Zora y Jason. Un prólogo
nos ha mostrado a Adelaide cuando era niña en Santa Cruz donde cierta noche se perdió
al entrar a una casa de espejos en la feria del lugar. Ahí, de repente, había
encontrado a una niña, de espaldas, semejante a ella. Los temores se vuelven
certezas cuando esa noche, frente a su casa, aparecen cuatro personas que
resultan ser físicamente idénticas a ellas. Empieza la violencia ante el deseo
de estos “dobles” que desean ocupar sus lugares luego de eliminarlos. Logran
escapar y van hacia la casa de los Tyler quienes ya han sufrido la invasión y muerte
a manos de sus propios “dobles”. Es una situación que se está repitiendo en la
nación. Adelaide deberá luchar para mantenerse viva junto con su familia hasta
llegar a una revelación sorpresiva.
La noche en que llegaron los dobles
“Us” es el título en inglés que se traduce como “Nosotros”
en español. Otra interpretación obvia es que “Us” son las siglas de “United
States” si es que colocamos a ambas letras en mayúscula. El realizador Jordan
Peele, a quien debemos como director su excelente ópera prima ¡Huye! (Get Out, 2017) así como la
producción de El infiltrado del KKKlan (Blackkklansman,
Spike Lee, 2018) nos ofrece otra visión sobre la condición social (y
racial) en el Estados Unidos de la actualidad. Esta alegoría violenta y
fantástica habla de conspiraciones fallidas que llevaron a la creación de una sociedad
clandestina, sin privilegios, subterránea, semejante a quienes eran sus
opuestos sobre la superficie del país. Aunque la descripción de motivos y de creaciones
de estos “atados” que ahora se han liberado, deja varios huecos y no llega a
cuajar del todo, la cinta nos habla de los polos de la naturaleza: ¿qué sucede
si existe una persona semejante a nosotros que se encuentra del lado desprotegido,
sin las ventajas que bien o mal poseemos?
La cinta se presta a muchas posibles lecturas que siempre
serán aproximaciones y ninguna llegará a ser definitiva si se realiza una
discusión: nuestra naturaleza dual como la expresó Stevenson con su “El extraño
caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”; la alegoría política de las distinciones
raciales, sociales, económicas; el levantamiento de la masa ante tanta injusticia,
pobreza, migración; la imagen actual de una Norteamérica que vive entre
absurdos, tensiones, mentiras e insultos. ¿Qué sucede si alguno de los no
privilegiados logra colarse en la realidad de quienes viven sin problemas? ¿Se
olvida de su antecedente y se integra al sistema? Este es el caso de quienes
acceden al poder y se tornan víctimas y explotadores de lo que debería ser un
arma de soluciones para los desequilibrios del mundo. Entra la cuestión moral,
la pregunta sobre nosotros mismos, la valoración sobre cómo nos portamos como
integrantes de la humanidad.
Red y Adelaide: un gran secreto entre ellas
A nivel narrativo, el tema del alter ego se ha tratado en muchas ocasiones, casi siempre para
distinguir el bien del mal. El caso más común ha sido el de las gemelas como
ocurrió con La otra (Gavaldón, 1946)
donde Dolores del Río manicurista pobre, asesinaba a Dolores del Río rica, para
suplantarla (mismo argumento que serviría a Bette Davis, años después con ¿Quién yace en mi tumba?); o la hermana
noble e inocente que era víctima de las maquinaciones mortales de su hermana
calculadora y enferma en el caso de Olivia de Havilland en Tras el espejo (The Dark Mirror, Siodmak, 1946). La suplantación de
ciencia ficción era posible en Muertos
vivientes (The Invasion of the Body Snatchers, Don Siegel, 1956) que ha tenido
otras versiones en décadas siguientes. A nivel psicológico, intelectualizado,
tenemos el caso de las mujeres que emocionalmente se tornan indivisibles en Persona (Ingmar Bergman, 1966). Jordan
Peele va a producir una nueva versión de la serie Dimensión desconocida (The Twilight Zone, 1959 – 1964) donde uno de
los episodios (“Mirror Image”, 1960, con Vera Miles, dirigida por el subestimado
John Brahm) narraba como el otro yo de la protagonista quería apoderarse de su
realidad.
La pequeña Adelaide en el prólogo de la cinta
que vendrá a ser la clave al final de la misma
No es de extrañarse, entonces, que el tema le haya resultado
apasionante e interesante a Peele para su exitosa, confusa, pero muy entretenida
película. Al final de cuentas, tenemos que pelear contra nosotros mismos en
muchas ocasiones de la vida por las decisiones que tomamos y que nos pueden
llevar al lado subterráneo de la existencia. Para estos tiempos posmodernos,
líquidos, ligeros, inconsecuentes, sería ideal pensarnos aunque fuera poco pero
frecuentemente.
Jordan Peele en su segunda, ambigua
y taquillerísima película