lunes, 8 de julio de 2019

MAESTRO NARRADOR


DOLOR Y GLORIA
2019. Dir. Pedro Almodóvar.
         Salvador Mallo (Antonio Banderas) es un director de cine que lleva tiempo sin filmar. Diversas enfermedades que le producen dolor le han disminuido el entusiasmo. Ahora, debido a que la filmoteca va a exhibir una versión restaurada de su cinta “Sabor” realizada hace treinta años, busca a su actor protagonista Alberto (Asier Etxeandia), del cual había estado separado por rencillas durante todo ese tiempo, para que lo acompañe a la presentación. Reacio, inicialmente, Alberto le introduce a la heroína, por lo cual Salvador encuentra cierto alivio a sus males. Varios hechos le llevan a recordar el pasado, cuando era pequeño, vivía con sus padres (Penélope Cruz y Raúl Arévalo) en el pueblo, asistía a colegio católico donde sus cualidades para el coro le ofrecían algunas dispensas escolares. Igualmente, fue donde conoció a Eduardo (César Vicente), un albañil analfabeta al cual enseñó a leer y escribir a cambio de trabajos para su madre en la casa. Salvador le ofrece a Alberto un texto autobiográfico para una puesta en escena a la cual asiste Federico (Leonardo Sbaraglia) quien se reconoce como el antiguo amante de Salvador al cual busca y reencuentra. Por otro lado, casualmente descubre un viejo retrato que le había pintado Eduardo en el pasado. Al conectarse con el recuerdo de su madre, Salvador se da cuenta que todos los elementos que le han dado sustancia y sustento para su obra creativa siempre han estado dentro de él y a su alrededor. 
Jacinta joven (Penélope Cruz)
y Asier Flores (Salvador niño)
Jacinta anciana (Julieta Serrano)
y Antonio Banderas (Salvador adulto)
         Dolor y gloria o la recuperación del deseo por vivir. Salvador se ha dejado dominar por los achaques de la edad. Una vida cómoda, aunque plena de medicamentos y ataques de dolor, debida a los éxitos del pasado, le permite sufrir en silencio, leyendo, escribiendo, viendo películas por televisión. La cinta va concatenando diversos hechos que empiezan a incentivar lo cotidiano: la exhibición de su vieja película, el texto que regala a su ex actor, la coincidencia del reencuentro con su antiguo amante, los recuerdos del pasado, que en el cine de Almodóvar son piezas claves, productos del azar, detonadores de emociones largo tiempo dormidas. En este caso, es el primer deseo, es la imagen febril, el desnudo masculino, la incomprensión razonada del sentimiento pero la expresión asentada de la naturaleza que se irá durmiendo, tornándose continua, cayendo en la rutina, hasta que el impulso (y las circunstancias) hacen que Salvador se dé cuenta de aquello que lo llevó a la creatividad: del deseo que fue la causa de todos sus posteriores deseos.
El reencuentro de los viejos amantes:
Federico (Leonardo Sbaraglia) y Salvador.
         El mismo Almodóvar había expresado en el pasado que sus cintas no eran autobiográficas. Insertaba meros elementos contados de otra manera o con una carga romántica que les impartía otras dimensiones. En este caso, tenemos una obra de madurez: Almodóvar reflexiona, saca a colación ciertos asuntos, personas, recuerdos, para que sirvan como declaración de fe o revelación sanadora o justificación personal que, al mismo tiempo, le ofrece una tranquilidad de conciencia (no fue buen hijo, no apoyó a su amante en una adicción, no se trató sus enfermedades) cuando en realidad simplemente siguió el orden natural de las cosas. La vida sucede y lo único que queda es el recuerdo de lo que hicimos y nada más: todo es irremediable, menos el futuro.
Almodóvar con Asier Etxeandia
y Antonio Banderas.
         Almodóvar muestra sus dotes de narrador magistral. Como en todas sus películas, la trama fluye y es interesante. En este caso hasta las explicaciones corporales y las descripciones de enfermedades son amenas, no cortan el hilo narrativo, porque todo es uniforme, cada hecho es importante para el desarrollo de esta historia de vida. Hay secuencias conmovedoras en la relación maternal o la repetición de un beso entre hombres por los viejos tiempos. Y luego está el reparto eminente: Antonio Banderas se sublima y es impresionante cómo está representando a Almodóvar en gestos, miradas, formas de hablar, aparte de su trabajo corporal que nunca pierde continuidad ni naturalidad (merecidísima su Palma de Oro como mejor actor). Julieta Serrano como la madre anciana produce nostalgia por su vitalidad en Mujeres al borde de un ataque de nervios que ahora se ha transformado por los años. Leonardo Sbaraglia es la representación del deseo pasado con una dignidad inigualable. 
El primer deseo