IT: CAPÍTULO DOS
(It – Chapter Two)
2019. Dir. Andy Muschietti.
La continuación fílmica de la extensísima novela de Stephen King concluye con esta segunda parte que resulta mucho mejor que la primera. Aunque en la anterior se contaba con el encanto de un elenco fresco y juvenil de preadolescentes, en este caso se alternan las versiones adultas con sus contrapartes menores y eso produce mayor riqueza. Se logra que haya un contraste, una relectura del pasado y un final que cierra la saga del grupo que se autodenominaba “Los perdedores”, del cual se enorgullecían porque no tenían nada que perder.
Los niños del verano de 1989
27 años han pasado y en el
verano de Derry, Maine vuelve a aparecer Pennywise, el payaso fantasmal,
criminal, monstruoso, que hace desaparecer a niñas y jóvenes. Los miembros de
la pandilla juvenil del verano de 1989, retratados en la cinta anterior reciben
la llamada del único de ellos que permaneció en la ciudad buscando,
investigando, intentando encontrar la fórmula para terminar con el monstruo
recurrente.
Los adultos del verano de 2016
Nos encontramos con aquellos jovencitos, casi niños, que
ahora son, en general, triunfadores, porque todos tienen carreras o matrimonios
o circunstancias que les permiten una buena vida económica, aunque en sus
interiores sigan existiendo traumas y, sobre todo, miedo a cada una de sus
fobias, secretos, parejas, posesiones. Uno de ellos, Stan, se suicida porque
piensa que no podrá sobrevivir nuevamente al enemigo sobrenatural. Los otros se
reúnen aún contra sí mismos, en algunos casos, para luego recordar por completo
todos los horrores del verano de su pasado y hay quienes quieren desistir. Finalmente permanecen para que se cumpla la premisa básica y elemental de la cual surge, y se alimenta, la novela inmensa de Stephen King: todos vivimos rodeados y sometidos a nuestros miedos. Luego viene la solución y moraleja: hay que enfrentarlos para crecer como persona. ¿De cuál manera?, haciendo que ellos sean los que se reduzcan al grado de desaparecer. Así es la base argumental de esta película. Veremos cómo cada personaje, ya mayor, hace surgir sus miedos, contrastándolos con su origen desde que tenían menos edad.
Y la cinta funciona perfectamente bien. A pesar de su duración larga de casi 3 horas, no se siente pasar el tiempo debido al ritmo, a la fluidez narrativa y a una edición magistral que alterna tramas y momentos de tal manera que todo se torna imperceptible. Las secuencias de terror son sanguinarias y más aún cuando sabemos (como sucedió desde el excelente avance en salas de la primera parte: una de las campañas comerciales más inteligentes y redituables en la historia del cine actual) que se involucra a niños.
Una de las secuencias más crueles
y terroríficas en esta película
Hay, además, algunos referenciales fílmicos desde la
aparición momentánea de Stephen King en un rol irónico e incidental, además de
recordarnos los baños de sangre al estilo El resplandor (Kubrick, 1975) o
el final de Carrie (De Palma, 1976) que han logrado sublimar y
trascender cinematográficamente la ligereza y truculencia de King como
novelista. En este caso, el mensaje de autoayuda que transmitió el escritor
aderezándolo con sustos y amenazas, va más allá de la enseñanza cuando pone los
elementos del cine al servicio de una narración simple que devuelve al
espectador a los sustos de la infancia, tal y como sucede en la película misma.
La lectura cinematográfica deviene una lectura de nosotros mismos: ese es uno
de los objetivos del cine: del arte, en general.
El realizador Andy Muschietti