PELEANDO
POR MI VIDA
(The
Survivor)
2022.
Dir. Barry Levinson.
Barry Levinson se dio a conocer con Diner (1982), que era un tributo a sus amigos y a su fin de la adolescencia. Luego llegaron, por destacar unos títulos, (y dejando fuera otros muy valiosos), El mejor (1984) acerca de un fenomenal beisbolista. Buenos días, Vietnam (1987) con su comentario de esperanza dentro del desastre que era la guerra en Indochina. Cuando los hermanos se encuentran (1988) que le dio el Óscar al narrar el proceso de comprensión entre un “yuppie” y un autista. Avalon (1990) fue el homenaje que rindió a su propia historia de una familia polaca, judía, que llegaba a Estados Unidos para crearse una nueva vida. Bugsy (1991) mostró el retrato del mafioso que creó a Las Vegas. Los hijos de la calle (1994) o la historia de un grupo de jóvenes víctimas del abuso en un reformatorio que encontraban su venganza. Usualmente, sus cintas suceden en el pasado, como una manera de explicar el devenir de sueños y pesadillas. Sus personajes viven en la duda existencial o dentro del abuso. Así como la presencia de seres que deben de superar obstáculos debidos a los momentos históricos o sufrir sus consecuencias.
Con estos antecedentes, se puede explicar su cinta más reciente. A sus ochenta años, Levinson nos brinda una obra de madurez (como todos los grandes realizadores) que sintetiza sus constantes temáticas y vuelve a reflexionar acerca del destino. Tomando como base un libro biográfico acerca del boxeador Harry Haft (escrito por su hijo Allan), Levinson nos lleva a tres momentos definitivos de su existencia: su juventud en el campo de concentración de Auschwitz al cual llegó en 1942, su presente (en la cinta) que ocurre en 1949 previamente a su enfrentamiento con Rocky Marziano. Y un corto prólogo, pero también un trascendente epílogo, en 1963, cuando su vida llega a un cierre emocional y sentimental que le permite darse cuenta de que todos sus esfuerzos por sobrevivir valieron la pena.
En 1949, Harry (Ben Foster, absolutamente
extraordinario) se obsesiona con la búsqueda de quien fuera su novia, Leah,
para saber si logró salir viva del Holocausto. Su deseo de ser boxeador famoso
es para que su nombre sea conocido en todo el país, a través de los medios de
comunicación: si Leah se entera, será posible que lo busque. El apodo con el
cual se le conoce es como “El sobreviviente de Auschwitz”, que le ha dado unas
cuantas victorias, pero muchos fracasos. Para que Marziano, futura promesa
mundial del boxeo, se interese en pelear con él, le cuenta su historia personal
a un periodista. De esta manera, la cinta retrocede alternadamente hacia su
vida dentro del campo de concentración, donde un oficial nazi lo protegió, al
darse cuenta de su talento boxístico. Por darle privilegios, lo tenía como
espectáculo para los militares alemanes en combates que eran de vida y muerte.
Lo que hace que la cinta fluya rítmica y narrativamente, se debe a un estupendo guion que sabe dosificar la información y la construcción de los personajes. No estamos ante la común película de boxeo (aunque posee secuencias cruentas), ni tampoco el enfoque es directamente hacia los horrores del genocidio (aunque no deja de mostrarse el sadismo, el abuso y la repelencia del nazismo), ya que paulatinamente se van revelando las motivaciones de la supervivencia. Con el tiempo llegan los remordimientos, el sentimiento de culpa, las pesadillas constantes, aunque también deberá de existir el proceso de expiación y redención. Cuando parece que la cinta ha cumplido con su trama, todavía quedan cuarenta minutos que irán cerrando los hechos. Se llegará a ciertas ironías temporales, a cosas que no sucedieron porque no estaban destinadas a serlo, a cambio de otro tipo de recompensas. Todo tiene sentido: cada frase importa y el espectador la va comprendiendo según se desarrolla la película. Y las emociones van desde el repudio y repulsión hasta la calidez sentimental y conmovedora.
Producida por HBO para presentarse por su
plataforma, la cinta está nominada al Emmy como mejor película. No obstante,
fue estrenada en el Festival de Toronto, a finales del año pasado, con gran
éxito, y por suerte, ahora llega a pantalla grande para ser disfrutada con
mayor esplendor. El reparto es de excelencia. Como comenté previamente, Ben
Foster ofrece otra de esas actuaciones excepcionales: aumentó y disminuyó de
peso, en cantidades considerables, para aparecer demacrado en 1942, fornido en
1949 y ya maduro en 1963, además de prótesis faciales que lo siguen mostrando
tan camaleónico como siempre. Vicky Krieps es la mujer que lo consuela, Peter
Sarsgaard, el periodista que lo hace famoso y luego le cumple una promesa. En
actuación corta, pero contundente, aparecen tanto Danny DeVito y John Leguizamo,
además de Billy Magnussen como el abusivo oficial nazi. En uno de sus diálogos,
le comenta al debilitado Harry que el problema de su pueblo fue que no supo
luchar contra sus enemigos cuando las amenazas se hicieron presentes con
Hitler. Esto, aunado a la supervivencia por amor de Harry, todavía le refuerza
su esperanza y el anhelo de libertad. Una película que no debe dejar de ser
“vivida”.