Sobre todo cine, efemérides y mucho más: inquietudes que deseo compartir... luego, el infinito.
miércoles, 31 de marzo de 2010
LOS NARRADORES ANTE EL PÚBLICO
Luego de casi 30 años, se ha restablecido el equilibrio en mi librero. Alrededor de 1980 - 1981 cometí la torpeza de llevar mi ejemplar de "Los narradores ante el público" (Joaquín Mortiz, 1966) a la oficina que tenía en Difusión Cultural de la UDEM. En dicho libro, que reunía las conferencias autobiográficas de becarios del Centro Mexicano de Escritores (entre ellos, Fuentes, Rulfo, Arreola, Pacheco), estaba la de la escritora neoleonesa, originaria de Villaldama, Irma Sabina Sepúlveda (1930 - 1988) a quien tuve el gusto, honor, dicha, placer, de conocer desde que era niño.
Entonces, Irma tenía la representación de una maderera en la esquina noreste de Zuazua y Arteaga. Por la calle de Zuazua estaba la entrada y quedaba frente a la distribuidora de café que tenía mi padre; por la calle de Arteaga, pero en contraesquina a la maderera, estaba mi casa de esos tiempos (hablo de 1958 - 1959). Irma era amiga de mis padres y de mi tío Juan Sepúlveda, pianista, ya que pertenecía al grupo de jóvenes inquietos, interesados y cultivadores de las artes por esos tiempos maravillosos para nuestra ciudad: el hermano de Irma fue Aquiles Sepúlveda, magnífico pintor (fallecido en el año 2000). Como niño, debí haber sido necio y terrible, pero me pasaba algunas tardes en su oficina donde recuerdo haber visto programas del Cine Club del Aula Magna. Tenía una secretaria llamada Olga quien me llevaba al cine (con ella vi "Marinero, no te metas en el agua" donde salía Glenn Ford).
Viví diversas anécdotas con Irma Sabina quien fue mi maestra (de hecho me corrigió unos cuentos escritos durante el primer año de la carrera profesional que se encuentran muy bien guardados), en la oficina que tenía en un edificio por la calle Cinco de Mayo, adelante de Colegio Civil, y mi compañera de cine. Sus comentarios (indiscreciones) sobre lo que vivió en el DF mientras fue becaria del mencionado Centro eran sabrosos. A mi familia le regaló, autografiados, los tres libros que ella misma publicó y que ahora atesoro durante estos tiempos en que sigo vivo: a ver qué sucede cuando me toque exhalar el buñueliano último suspiro.
Sin embargo, ya por mi cuenta, alrededor de 1968, conseguí el ejemplar de "Los narradores ante el público" cuando la propia Irma me dijo que estaba al lado de los popularísimos Fuentes y Monsiváis. En ese año se encontraba sin dificultad en la Librería Cosmos y uno ahorraba, guardaba, para poder conseguirse libros en los tiempos difíciles de economía familiar y de pobrezas estudiantiles. Me deslumbró Irma con su relato y valoré mucho más sus cuentos. Estuvo colocado en su lugar en mi librero
Retorno al primer párrafo. La torpeza de haber llevado el libro a mi oficina se refiere a que me lo robaron. Siempre he estado seguro de quién fue la persona que lo hizo, pero nunca tendría el valor (este señor) de confesarlo. Como luego del primero, conseguí el tomo de la segunda serie de conferencias (también editado por Mortiz, pero en 1967), ambos conformaban una dupla que no tenía sentido si faltara alguno de ellos. ¡Y eso fue lo que ocurrió! El malévolo robo había dejado un hueco en mi librero. Nunca coloqué otro volumen porque siempre tenía la esperanza de recuperarlo. Alguna vez acudí a los comerciantes enterados y expertos, en libros usados, del DF, para que me lo consiguieran pero jamás hubo respuesta. Han pasado 30 años y gracias al bendito Amazon, encontré un ejemplar que emigró hasta Valparaíso, en Chile, para luego viajar hacia Estados Unidos y caer en manos de alguien que decidió ya no tenerlo en su librero, lo anunció en este sitio de internet que un día visité por inspiración divina: y así ha sucedido el retorno al equilibrio. He recuperado, releído luego de tanto tiempo, la conferencia de Irma Sabina Sepúlveda para rendirle tributo y sentirme inspirado; luego lo he colocado en el lugar que le correspondía a mi ejemplar hermano que ha de continuar en el espacio de un ser perverso que alguna vez se ganó por ello el pase al infierno que seguramente lo está esperando para achicharrarlo por toda la eternidad. Otra persona se ganó el cielo. Y yo, mucha felicidad en esta tierra.
Nota importante y como casualidad: el pasado domingo 28 de marzo, Irma Sabina hubiera cumplido 80 años de edad: siento que algo tuvo que ver desde donde se encuentre para mi recuperación de dicho libro.
BETSY BLAIR (1923 - 2009)
Betsy Blair fue una actriz singular, además que vivió las penas de la cacería de brujas anticomunista que el senador McCarthy (y el futuro, repulsivo, presidente Nixon) impuso en el Hollywood de finales de los años cuarenta. En su caso, se debió a que tiempo atrás se había manifestado a favor de la equidad en cuanto a los actores de piel negra (aunque sin mayor logro, por desgracia).
Se inició como bailarina en un espectáculo de Broadway en 1938. Luego tuvo un papel pequeño en una comedia musical importante, antes de interpretar el estelar de la pieza "La hermosa gente" de William Saroyan, en su estreno mundial. En 1940 se casó con el bailarín Gene Kelly y pasaron más de tres lustros juntos.
Papelitos pequeños ("El abrazo de la muerte" de Cukor, 1947, por ejemplo), mientras disfrutaba de su estatus como ama de casa y mamá de una niña, aparte de leer mucho y juntarse con intelectuales que le dieron su punto de vista liberal. Al quedar bloqueada por el furor anticomunista, logró su papel estelar más popular en "Marty" (Delbert Mann, 1955) que le dio nominación al Oscar y premios en Cannes e Inglaterra, al interpretar a una gris y solterona maestra de escuela que era cortejada por un solitario y feo carnicero (Ernest Borgnine quien se ganó el Óscar, reiterando su carrera estelar: sigue vivo y lúcido, filmando a los 93 años de edad), gracias a la insistencia de Gene Kelly en la MGM: o le deban una oportunidad o dejaría de filmar.
Sin embargo luego vino el divorcio y el exilio a Francia donde encontró nueva pareja con un director francés (Roger Pigaut) y la oportunidad de filmar pocas películas pero todas ellas extraordinarias: "El grito" de Antonioni o "Calle Mayor" de Juan Antonio Bardem; "Los delfines" de Maselli o "Senilidad" de Bolognini.
Posteriormente se casaría con el realizador británico Karel Reisz (1926 - 2002)y seguiría en el teatro o con pequeños papeles en televisión. Murió el año pasado de un cáncer, pero por fortuna nos dejó sus memorias ("The Memory of All That", Knopf, 2003) que acabo de leer, donde narra aventuras con personalidades ya trascendentales (Brecht, Litvak, Chaplin) y por eso quise compartirles a este personaje único que fue ejemplo de integridad y fidelidad hacia sí misma.
En las fotos: Ernest Borgnine y Betsy Blair en "Marty"; más arriba, Betsy Blair y Steve Cochran en "El grito".
martes, 30 de marzo de 2010
JUNE HAVOC (1912 - 2010)
Cuando era niño vi la película "Gypsy" (Mervyn LeRoy, 1962) en el Cine Encanto y me encantó. Una comedia musical, acerca de la creación de una desnudista por circunstancias familiares y accidentales que estaba basada en hechos de la vida real de Gypsy Rose Lee quien fuera famosísima en los tiempos cuando desnudarse era un arte, un espectáculo: las mujeres entraban a escena y se iban despojando poco a poco de sus ropajes excitando las pasiones de los espectadores masculinos, como modernas Salomés. La película narraba las andanzas de una férrea mujer, Rose Hovick (interpretada gloriosamente por Rosalind Russell), quien se lanzaba a explotar el talento de su hija pequeña June (Suzanne Cupito) como cantante y bailarina, cargando además con su nada brillante hija mayor Louise (Diane Pace), con el afán de hacer realidad en ellas lo que no pudo lograr con su propia existencia. Con el paso de los años, sin alcanzar el éxito que buscaba, June (ahora, Ann Jillian) escapaba con uno de los jóvenes que bailaban en el espectáculo para seguir con su propia carrera. Louise (ahora, Natalie Wood) sustituia en las fantasías de su madre a la estrella nunca lograda. Un accidente introducía a la poco talentosa Louise en un acto de burlesque donde triunfaba y se tornaba en gran estrella del strip tease. Alrededor de esta trama había bellísimas canciones y números espectaculares.
En la vida real, June Hovick se transformó en June Havoc, alejándose de su madre y hermana, para comenzar una carrera personal donde fue actriz secundaria en diversas películas (aunque tuvo roles principales en producciones con bajos presupuestos). No obstante, en Broadway alcanzó papeles principales que fueron desde "Pal Joey" (en su versión de cine se conoció como "Sus dos amores") hasta la temible Srita. Hannigan en "Anita, la huerfanita" (que en cine fuera interpretada por la eximia Carol Burnett). Era de las pocas sobrevivientes de la época dorada del Hollywood de los años cuarenta hasta el sábado pasado cuando falleció a los 97 años (aunque nunca supo realmente su edad ya que su madre tenía cinco actas de nacimiento con sendas fechas distintas para evitar problemas con la ley cuando la presentaba en los teatros de esos tiempos del vaudeville norteamericano). A June Havoc se le puede disfrutar en "La luz es para todos" (Gentleman's Agreement, Kazan, 1947) como la secretaria de Gregory Peck. Había que recordarla porque indirectamente me proporcionó grandes momentos de pasión fílmica gracias a esa "Gypsy" de mi infancia. Descanse en paz.
WARREN BEATTY CUMPLE AÑOS...
En 1961 apareció por primera vez en las pantallas de cine convirtiéndose en estrella instantánea. Fue en "Esplendor en la hierba" (Elia Kazan) basada en un argumento original de William Inge acerca de una muchacha que enloquecía de amor y de deseo por el chico guapo y rico del pueblo. Luego vino "Primavera romana" (José Quintero, 1961) donde era un gigoló italiano que se vendía a mujeres mayores, ansiosas de cuerpos jóvenes. "A cada cual su propio infierno" (John Frankenheimer, 1962) lo presentaba como un joven sin escrúpulos y amoral que se mete con una solterona a la cual embaraza y provoca su suicidio. "Lilith" (Robert Rossen, 1964) lo presenta como un joven sensible, recién llegado de la milicia, quien se obsesiona con una mujer esquizofrénica en el sanatorio donde trabaja al grado de caer en la insanidad mental. "Así soy yo" (Arthur Penn, 1965) fue una relectura opuesta de "El proceso" de Kafka porque el protagonista cree que está siendo perseguido por la mafia debido a sus deudas de juego aunque nunca se vea a sus perseguidores.
Luego de estos cinco títulos prestigiosos y difíciles que no fueron éxitos taquilleros (exceptuando el primero), pero dependieron del magnetismo de Beatty, pasó a dos comedias que ahora son meras piezas curiosas: "Prométele cualquier cosa" (Arthur Hiller, 1966) y "Un aventurero en Montecarlo" (Jack Smight, 1966) para llegar a lo que sería un fenómeno mundial que le daría otra cara al cine de Hollywood: terminaban los años sesenta y el mundo estaba a punto de dar un gran cambio cultural del cual "Bonnie & Clyde" (Arthur Penn, 1967) formó parte. Producida por Beatty, la película era una imagen de la violencia y la rebeldía que no se había representado con tanta crudeza desde los tiempos pioneros del cine de hampones.
En las siguientes décadas, Beatty daría mucho de que hablar al participar, producir y demostrar una sensibilidad y una inteligencia que le evitaba quedarse en el estereotipo del galán seductor (algo que no estuvo alejado de la verdad) y del tipo tonto establecido por una fachada atractiva. Eso ya lo veremos en otra ocasión. Mientras tanto, recordamos que hoy llega a su 73 aniversario.
Unas fotos de las cintas mencionadas que van de los años primeros a los siguientes.
GENTE ESTÚPIDA
En el Diccionario de la Real Academia Española, se define la palabra estúpida como adjetivo que indica la falta de inteligencia; a la inteligencia se le describe como capacidad para comprender, entender, resolver problemas. La gente que estuvo en el estadio universitario, el pasado sábado 27 de marzo, y provocó un zafarrancho, golpeando personas y dejando de lado a la razón estaba integrada por fanáticos estúpidos de un deporte que solamente sirve para enajenar a las masas. No hay otra manera para etiquetarlos. El fanatismo tiene límites: luego se torna violencia y ¿de qué sirven las marchas artificiales y los consejos interreligiosos? Son estas personas a las que quisieramos ver en medio de un enfrentamiento militar-sicarios en lugar de gente útil que es asesinada por una situación semejante a los propios actos que ocurrieron en dicho estadio. ¿Suena cruel? Es peor lo que sucedió esa noche.
miércoles, 24 de marzo de 2010
CHUCHERÍAS
En el canal de cable donde exhiben viejas comedias de la televisión mexicana, me tocó disfrutar un capítulo del programa "Chucherías", en blanco y negro, realizado en 1962, donde Chucho Salinas (baterista, cómico talentoso y hermano de los otros integrantes del Quinteto Salinas), Héctor Lechuga y Leonorilda Ochoa eran los protagonistas estelares con las actuaciones secundarias de Alejandra Meyer, Ricardo Pascual, Alfonso Zayas y Alejandro Suárez. El locutor era Jorge Labardini quien aparecía adelante de las imágenes de marcas comerciales (productos Herdez y pasta dentífrica Tami) que por entonces eran quienes mandaban sobre la programación que las agencias de publicidad vendían directamente.
En este programa Leonorilda canta "Son tus ojos verde mar" (de Gonzalo Curiel) y junto con Chucho Salinas interpreta el "dúo de los paraguas" (de la zarzuela "El año pasado por agua" de Chueca y Valverde); luego, Chucho, Lechuga y Leonorilda interpretan su versión de "Pretty Baby" (una bella canción de 1916), vestidos al estilo de los años veinte.
Hay un par de sketches sobre mujeres neurasténicas que reclaman a sus maridos que uno de ellos nunca pase la noche con ella, ante lo que le responde que no puede ser posible ya que trabaja como velador. Otra le exige que ya no llegue sucio a casa y el hombre le dice que es muy difícil porque trabaja como albañil.
En una sección fija llamada "Lo que sueña un mexicano", Lechuga narra que soñó que iba a reclamar el sobrecargo de un peso en su recibo de luz. Todos los empleados de la compañía renunciaban y el director de la misma iba a la cárcel porque era un deshonor. Lechuga jamás volvería a pagar un recibo y podría conseguir gratis todos los electrodómésticos deseados. Luego decía que lo había soñado mientras esperaba su torno en la compañía de luz al haberle cobrado 350 pesos en una casa que estaba vacía. El responsable de quejas lo corría y hasta le reclamaba.
Finalmente llegaba la entrevista política donde Salinas platicaba con un tipo que había ido a España y criticaban veladamente a Franco.
Fue muy disfrutable porque mostraba la manera en que se hacían estos programas en vivo, con mínima producción y apresuradamente porque no había cortes y se estaba grabando con el tiempo encima.
Siempre me toca la nostalgia (una característica que siempre percibirán en este blog) y recordé los domingos por la tarde cuando nos llegaba este programa, una semana después, al canal 3 local. Lo veíamos toda la familia y mi memoria es de que me carcajeaba con lo que ahora solamente me hace sonreír, conmover y añorar.
Hoy ya no están entre nosotros Meyer o Labardini ni Chucho; Leonorilda padece Alzheimer y está internada en una casa de reposo; Lechuga, muy viejo y enfermo, de repente aparece por algún rumbo.
¡Qué rico programa!
¡Qué rico programa!
STEVE McQUEEN (1930 - 1980)
Treinta años sin el magnífico McQueen: personalidad avasalladora aunque no fuera niño bonito. Entre mis recuerdos gozosos está "El gran escape" (The Great Escape, Sturges, 1963), en el Cine Juárez, que era larga pero entretenidísima para mis ojos de niño. Luego vino "Desliz de una noche" (Love with the Proper Stranger, Mulligan, 1963) donde también salía mi adorada María de "Amor sin barreras" (West Side Story, Wise & Robbins, 1961), o sea Natalie Wood, en un melodrama estupendo (en glorioso blanco y negro) acerca de una muchacha que le informaba a un músico desempleado que estaba embarazada por haber tenido relaciones casuales. Esto fue en el Cine Elizondo, por los mismos tiempos en que a pesar de corta edad tenía permiso por parte de mis padres para ver audaces películas (ese tema en 1964, cuando se exhibió aquí en Monterrey era "too much").Ahora, gracias al DVD puedo recuperar esas imágenes aunque siempre añoraré la magnificencia del Juárez donde podía verse perfectamiente bien desde cualquier asiento o los adornos orientales del Elizondo con su extraordinaria capacidad. "Papillon" (Schaffner, 1973) la pude ver en Laredo, Texas, antes de que ir a la frontera fuera como ir a la guerra, en una sala chiquita pero acogedora. Esa es una de las maravillas del cine: su relación con momentos entrañables de nuestras vidas. Esas son las herencias de las personalidades del cine: conectarnos con esas maravillas mencionadas por lo que se forma un círculo nada vicioso, simplemente pleno de felicidad. Gracias al querido McQueen con sus otras tantas películas: debíamos recordarlo.
lunes, 1 de marzo de 2010
LA CRUZ DE SU DOLOR
Acabo de ver (más bien: gozar, disfrutar, deleitarme con) una extraordinaria película de Vincent Sherman que tuvo como título original "La cruz de su dolor" (Mr. Skeffington, 1944), producción de la Warner Bros. para el lucimiento de su entonces estrella principal y diva absoluta Bette Davis. En este caso interpreta al personaje de Fanny Trellis, una bella joven neoyorquina, con poco más de veinte años de edad, en 1914, cuando conoce al rico y poderoso Skeffington, jefe de su parásito hermano Trippy (Richard Waring)quien va a advertirle que lo entregará a las autoridades correspondientes por un fraude. Ella es cortejada por diversos hombres pero selecciona al mencionado Job Skeffington (un Claude Rains impecable, del cual ya platicaremos en una entrada específica) porque de esa manera logra salvar a Trippy, aunque lo pierde cuando éste, enojado por tal decisión, decide enlistarse y, al menos, morir honrosamente durante la Primera Guerra Mundial.
La cinta nos habla de una mujer frívola y vanidosa. Job Skeffington hace honor a su obviamente simbólico nombre, ya que tolera con paciencia a la mujer de la cual está locamente enamorado y soporta que ella siga siendo cortejada o que busque a otros hombres. Le dice a Fanny: "Una mujer es tan bella como es amada", por lo que ella está segura de su atractivo y hasta permanece hermosa a pesar del paso de los años. Fanny no es cruel con su marido, simplemente indolente, y hasta tiene una hija que luego, le cede al solicitar el divorcio. Job decide partir hacia Alemania en los inicios de los años treinta. Fanny sigue su enloquecida vida hasta que contrae una difteria por la cual se esfuma belleza y cabello; engruesa el cuerpo; su cutis pierde la lozanía y se reseca. Ofrece una fiesta donde todos sus invitados critican la pretensión de sentirse hermosa cuando ya no queda nada. Luego, llega su exmarido. Job ha escapado de Alemania donde sufrió vejaciones terribles por los nazis. Fanny teme que la vea, pero sorpresivamente, el Sr. Skeffington está ciego. Ella siempre quedará en su memoria como era cuando joven. Seguirá siendo amada por lo que se mantendrá, al menos en el recuerdo, como bella y hermosa mujer.
Por supuesto que es una sinopsis muy simple. Lo que debe destacarse es que es una cinta realizada para el público femenino que se encontraba solo, sin los hombres que entonces peleaban una Segunda Guerra Mundial. Es otra oportunidad para que la Davis se desborde con personaje extremo y pueda jugar con maquillajes que la avejentan y le dan matices impensables en las bellas de Hollywood que no aceptaban una apariencia alejada del glamour. Su cutis se nota blanco (como un antecedente de su Baby Jane en los años sesenta)y es impecable el maquillaje falso cuando llega a su etapa decadente. El aspecto moral es audaz: Fanny es amasia de un hampón en los tiempos de la prohibición alcohólica, mientras Job tiene relaciones con sus secretarias. En una secuencia insospechada, ambos se encuentran con sus respectivos amantes e intercambian lo que sería una moderna conversación para su momento.
También hay una secuencia delirante donde la vieja Fanny visita a un psicoanalista ya que es una "nueva" técnica médica. El médico Byles (un extraordinariamente cínico George Coulouris)la recibe, pero antes de atenderla, abre la ventana del consultorio, por lo que nosotros, espectadores, sentimos que hubo un mal olor (o exceso de olor). Luego le dice que está "sobreperfumada" cuando le asesta en su cara la vejez. Ella se ofende pero el hombre le espeta que su trabajo está asentado en la verdad.
El director Vincent Sherman dirigió la segunda de sus dos cintas con la Davis (la primera fue "Vieja amistad" de 1943). Melodrama antológico como tantos que podemos señalar del Hollywood de los años treinta y cuarenta, sobre todo (en la década siguiente, se sofisticaría el género), porque permitió el establecimiento de personajes únicos, que llegarían a niveles inesperados. Sherman lograría otras joyas con Ida Lupino, Joan Crawford, Ann Sheridan y Rita Hayworth, por ejemplo, para morir a pocas semanas de cumplir cien años en 2006. Qué maravillosa herencia nos ha tocado recibir a los cinéfilos de hueso colorado: los que nos desvivíamos en el pasado por ver cine a como diera lugar, en vez de estar pescando el último grito de la moda o la espectacularidad ultratecnológica.
Aquí hay unas fotos de la Davis, Rains, y del personaje de Fanny tanto joven como avejentada.
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