miércoles, 30 de marzo de 2011

LA FALTA DE TALENTO


LA OTRA FAMILIA
2010. Dir. Gustavo Loza.


Hendrix (Bruno Loza) es hijo de la drogadicta Nina (Nailea Norvind) quien lo abandona por tres días. Lo recoge Ivana (Ana Serradilla), amiga de su madre, quien lo lleva con una pareja homosexual conformada por Chema (Luis Roberto Guzmán) y Jean Paul (Jorge Salinas) para que lo cuide mientras ella sale de viaje. El niño llega a ser el eje de esta familia donde se incluye a una vieja sirvienta y a un jardinero. La madre recupera a su hijo. El amante de la madre quiere vender al niño a una pareja sin hijos (Juan Ríos y Dominika Paleta). Y así sigue el asunto.

Estamos ante una película que quiere ser combativa y defensora de las nuevas formas de sociedades familiares que se han establecido por el mundo. Desgraciadamente, el autor total Loza no tiene ni el talento ni la creatividad para decir muchas cosas sin necesidad de ser obvio, reiterativo, estereotipado y limitado. “La otra familia” es una cinta que se alarga inútilmente por querer englobar toda una problemática, aparte de jugar con la línea narrativa (melodramática) que une a los personajes.


Las parejas homosexuales son de posición económica alta y conviven en el plano social de lujo, medios de comunicación, moda, diseño. En el caso de los hombres tenemos a un exmodelo que ahora se dedica a cuidar la magnífica casa mientras que su marido trabaja. En el caso de las mujeres tenemos a una de ellas que desea embarazarse para tener un eje de unión ya que es quince años menor que su esposa y para lograrlo ha buscado la esperma que le done su propio hermano que, en curiosa coincidencia, también es gay.

El niño tiene una madre enviciada quien pierde todo sentido maternal cuando se droga. Su amante y explotador es un narcomenudista en problemas con su refaccionador por lo que piensa en vender al muchacho a una pareja sin hijos, de posición alta, donde el padre del hombre es quien lo mantiene o le da trabajo. La esposa es una mujer frustrada por lo que ha orillado al hombre a tener una amante.

Así se desarrolla el mundo de este melodrama contemporáneo que peca de maniqueo: solamente existen los dos polos opuestos. Hay un mundo rico que recorre las gamas morales desde la frivolidad bondadosa, el anhelo humanitario, la infidelidad que finalmente dará lugar a una posible solución clásica. Existe, por su lado, un mundo sórdido, con personajes deleznables, sin solución. El niño se convierte en “una flor en el pantano”, como se llamaba una viejísima radionovela, por lo que deberá ser salvado.

Al insistir en que ese mundo considerado perverso, juzgado ligeramente por la sociedad “normal” es quien tiene el poder de redención y posee los valores que cualquier tipo de pareja desarrolla y es el único que podrá darle una vida al pequeño, se llega a algo loable y rescatable del discurso si no fuera porque la manera en que se ha presentado todo el proceso ha sido manipulativo y construido sobre fórmulas e ideas usualmente preconcebidas que se llevan todo al traste.

En el nuevo cine mexicano se han cambiado los símbolos de “Ustedes los ricos” (Ismael Rodríguez, 1948), en cuanto la gente homosexual equivale a los pobres que sufren y son humillados para beneplácito de los ricos que ahora son los medios de comunicación y los agentes del ministerio público. Finalmente el niño tendrá una tumba para llorar y las riquezas de Chachita junto con su abuela solitaria entre tantos millones.

Narrativamente llama la atención que el desprecio inicial de Chema ante el niño se pase sin transición a un amor desmedido sin mayores explicaciones. Las secuencias cortas que serían agradecibles si fueran elípticas y dejaran más a la imaginación, se vuelven tediosas porque quieren explicarlo todo y no dejar ningún cabo suelto. Hay momentos que quieren ser poéticos (el espíritu de la madre que va a despedirse del hijo) y terminan siendo patéticos, sobre todo porque se reitera con palabras. Faltó el pulimento de un guión que no redondea personajes ni elimina excesos.

Si hay que destacar cualidades, tenemos a un correcto Luis Roberto Guzmán
y una atractiva Ana Serradilla. Nailea Norvind es una actriz completa a quien quisiéramos ver en otros papeles más sólidos
La terrible maldición de los malos niños actores que han pululado en el cine mexicano pesa sobre esta cinta donde el hijo del director sigue siendo tan bobito como tantos otros (y no olvidemos que fue el mismo Loza quien “descubrió” al pesadito Adrián Alonso en su “Al otro lado” para luego sufrirlo en la estúpida “La misma luna”).

En la función que me tocó asistir había una buena cantidad de espectadores ya que la película ha dado lugar a “debates” y “polémicas” entre padres de familia conservadores que temen por el futuro de la familia tradicional cuando hemos llegado a la época en que no importa el matrimonio para tener sexo o hijos; el gasto de las bodas resulta inútil porque al poco tiempo hay divorcio; aunque se quiera negar, la población homosexual o bisexual es abundante. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la reacción general de rechazo cuando los hombres se besaban, aparecían desnudos en la cama, las mujeres mostraban ternura entre ellas, demostrándose que la homofobia sigue estando vigente o simplemente es una forma de expresar los miedos internos de quienes sienten placer más que asco.

Qué lástima que la película no esté a la altura de sus intenciones. No podíamos pedirle un cambio radical a Gustavo Loza quien nos ha ofrecido cintas deplorables como “Atlético San Pancho” o la fallida copia de lo que anheló ser una comedia juvenil y pícara al estilo “American Pie”, tal como sucedió con la aburridísima “Paradas contínuas”.