EL SORPRENDENTE
HOMBRE ARAÑA
(The Amazing Spider-Man)
2012. Dir. Marc Webb.
Al
terminar la película, durante los créditos, me di cuenta de la calidad
conjunta, con todas las diferencias radicales, entre los guionistas. Esto me
vino a justificar que estuve viendo una película de Marc Webb donde lo que
importaba era dimensionar a los personajes más allá de la acción y sus efectos
especiales, apoyado por escritores cuyos antecedentes estaban dirigidos más
hacia cierto tipo de comedia humana que a la simple descripción del personaje
por sus logros y esfuerzos físicos. Acababa de disfrutar una nueva versión de una misma
historia básica. Era el preámbulo de lo que el conjunto de obras maestras de
Sam Raimi, con Tobey Maguire (2002, 2004 y 2007), procuró para un público ávido
de héroes con poderes para darle sentido y justicia a un mundo ya exiguo de
valores.
En este caso tenemos una
amplia descripción de la niñez y juventud del joven Peter Parker (Andrew
Garfield, toda una revelación fuera de personajes realistas):
sus problemas de
relación e identidad. La falta de respuesta a la ausencia del padre. La
picadura de la araña viene a ser el catalizador para darse una respuesta que es
magistralmente concluida cuando termina la película: el toque genial con la
maestra que resume todos los posibles temas narrativos de la literatura en la
respuesta a la pregunta “¿Quién soy yo?” para que Peter establezca de manera contundente
su labor como apoyo a la defensa civil, al respeto por los valores éticos, a su
amor como ser humano (que en esta ocasión se subraya enfáticamente con su “telaraña”
o su vulnerabilidad) y con ello, cerrar coherentemente lo que hemos disfrutado
por 135 minutos.
La
trama es muy conocida y creo que está de más repetirla. Conviene detenerse un
poco en el villano, lagartija humana, que puede regenerar sus miembros
fácilmente y crece las garras con uñas afiladas para darle poder mortal. Una
imagen fascinante sucede en las entrañas urbanas, cuando miles de lagartijas
caminan por los hilos de telaraña para encontrarse con este monstruo. Y el
monstruo en sí mismo es caricaturesco. Quizás fue el deseo de seguir subrayando
la realidad: recordarnos que es una película basada en una historieta y que se
está tratando todo un universo fantástico para que sirva como metáfora de la
necesaria moralidad: hilo conductor de todas las tramas animadas.
La selección de Marc
Webb
se entiende luego de 500 días con ella, película donde las cosas tenían
que suceder aunque no de la manera esperada. La relación amorosa entre dos
jóvenes, llevada a cabo de manera suave y azarosa, era perfecto antecedente
para pensarlo en que fuera realizador de una película donde lo que importa es
la pareja juvenil como pretexto para el avance de la trama: Sin Gwen (una Emma
Stone que reitera su carisma absoluto), Peter no conocería a su padre, el jefe
de policía, para llegar a la consumación de su destino.
Otra cosa que comprendí, luego de ver esta joyita, es por qué hay quienes dicen que “no vale la pena” o “es una porquería”. La película no
cubrió las expectativas filmofágicas: la adicción a las mismas escenas
realizadas con efectos especiales que satisfacen por unos minutos y luego se olvidan. Es
el caso de los espectadores pasivos para quienes el cine cumple otra función
sin que les importe descubrir el propio dilema de Peter Parker o sea, saber quiénes
son ellos por medio de las películas.