EL
GRAN GATSBY
(The
Great Gatsby)
2013. Dir. Baz Luhrmann.
“En mis años
más jóvenes y vulnerables, mi padre me dio un consejo que siempre ha dado
vueltas en mi cabeza: ‘cuando sientas que vas a criticar a alguien’ – me dijo –
‘solamente recuerda que toda la gente del mundo no ha tenido tus ventajas’”…
Así inicia la novela de “El gran Gatsby” y luego de ver la película de Baz
Luhrmann uno tiene que hacer caso omiso: este australiano ha tenido todas las
ventajas para filmarla (presupuesto, estrellas, lujo al por mayor) y merece
todos los reproches del mundo.
Uno se pregunta
los motivos para filmar otra versión de “El gran Gatsby” en estos tiempos. Quizás
para subrayar la frivolidad humana y enfatizar la carencia de sentimientos y
obsesiones como los que posee el personaje. Tal vez para recuperar un tiempo
pasado que “no puede repetirse” como se dice en la misma película aunque se quieran
construir las condiciones del ayer. O seguramente, para utilizar una época
enloquecedora, plena de estilo, sujeta a derroche y tiempos óptimos para la
economía, a pesar de la prohibición, para mostrar una reproducción de época sin
mayor sustancia.
Al final de
cuentas, es la historia del gran amor que un hombre sintió por una mujer que
resultó ser estúpida y convenenciera. Jay Gatsby (Leonardo DiCaprio) luchó por
tener todo aquello que podría darle satisfacciones materiales a su adorada
Daisy (Carey Mulligan); se involucró en actividades ilícitas para enriquecerse
fácilmente; vivió con la obsesión de la mujer a la que adoró y abandonó para
hacerse merecedor de ella, quien en lugar de esperarlo o entenderlo, se casó
con un tipo tan frívolo y superficial como ella misma. Gatsby quiere que Daisy
le diga, en su propia cara, que jamás amó a Tom (Joel Edgerton), su marido,
porque esa es la idea que él ha forjado en su mente. De ahí que sea
significativa la frase de Daisy al decir que amó a ambos. Entonces, ahora.
Gatsby se sobresalta al escuchar que lo amó “también”.
Nick Carraway
(Tobey Maguire) es el primo de Daisy y narrador de los hechos. Por él sabemos
de los momentos íntimos: importantes para Gatsby, excitantes para Daisy, hasta
que se confrontan con la realidad. Daisy buscaba revivir la aventura. Gatsby
retornar al inicio y darle otro comienzo a lo que fue una relación
interrumpida. Gatsby es un héroe trágico porque creyó en el amor y en su amada
hasta el final: un tonto engañado, víctima indirecta de ese gran amor no
correspondido.
En lugar de
tener esa imagen del amor loco, Luhrmann ilustra todo con efectos especiales de
mansiones casi irreales; coloca hip hop para darle un atractivo posmoderno y
adecuado para los espectadores jóvenes que, seguramente, no se han metido a ver
esta cinta: prefieren a “Rápidos y furiosos 6” (con toda razón); piensa que los
excesivos vestuarios, el derroche visual, la moda replanteada permitirá que una
sutil sensibilidad gay se apropie del estilo para trascenderlo en el siglo XXI
cuando todo está tan alejado como hace casi un siglo y a nadie le importa.
Estilo y forma sobre sustancia y fondo. No es la nueva lectura de un clásico
literario; no es el punto de partida de nuestros tiempos apuntalada sobre una
imagen retroactiva que nos devuelva al pasado que Gatsby anhela revivir.
Con Jack
Clayton y Robert Redford como Gatsby (1974) hubo un personaje con aura de
misterio (con la personalidad recia del actor), una Daisy fea (Mia Farrow) y tan ligera como su vocecilla chillona:
ahora es un Gatsby vulgar que comete la estupidez de empaparse antes de
reencontrar al amor de su vida, en una acción tan gratuita como inexplicable en
un tipo que tenía autodominio. La música estaba compuesta por canciones
populares del tiempo (“What’ll I Do?” de Irving Berlin o tangos ambientales):
ahora es lo que importa en el momento y que, como las canciones de “Amor en
rojo” serán tan intrascendentes como esa cinta misma.
Con Elliott
Nugent y Alan Ladd como Gatsby (1949) hubo una traslación de la novela al cine
negro de época centrado en las acciones delictivas del héroe cuya única
debilidad era el amor pero agredía al pusilánime que lo enfrentaba: ahora es un
Gatsby que ordena golpear impersonalmente a quien se atreve a retarlo. No hay
más que unas imágenes del Gatsby de 1926 filmado apenas un año luego del
lanzamiento de la novela donde se nota el lujo que había estado cercano como
los cinco años de diferencia entre la separación y el reencuentro de Jay Gatsby
con Daisy Buchanan. Quizás fue una representación de su actualidad.