domingo, 23 de junio de 2013

MIGUEL MORAYTA Y EL MELODRAMA


MIGUEL MORAYTA
(1907 – 2013)


 
            La venenosa (Morayta, 1949) fue una película que me impactó al descubrirla por televisión durante los años ochenta. Había leído sobre ella a través de la “Historia documental del cine mexicano” de Emilio García Riera y como dato simple en “La aventura del cine mexicano” de Jorge Ayala Blanco. Entonces, otro de tantos huecos por rellenar en la falta de visión de títulos nacionales, acababa de ser eliminado en mi experiencia.

 
Siempre he destacado el monumental trabajo que realizó el crítico García Riera al sistematizar la información de la producción del cine mexicano desde sus inicios sonoros, pero nunca me convencieron sus comentarios a las películas: usualmente denigrantes y negativos, con un punto de vista “exquisito” y bastante cercano a la ironía que se suponía divertida e “inteligente” de quienes se sentían los dueños de la cultura nacional por esos tiempos de la primera edición de dicha enciclopedia histórica.

 
            Por desgracia fue, y ha seguido siendo, la única referencia utilizada siempre por cronistas, periodistas (reporterillos), críticos, historiadores (aunque estos  términos “profesionales” deben tomarse con suspicacia en muchos casos y ponerlos en tela de juicio). Aquí en Monterrey, había quien hacía comentarios previos a la proyección de cintas mexicanas. Más que análisis eran las lecturas, al pie de la letra: puntos y comas aparte de errores (que los tiene como el Internet al cual todos toman como acto infalible de fe), de esos escritos por García Riera y hasta daba la referencia de fechas de filmación y estreno en el Distrito Federal. Como consecuencia, se la consideró “especialista de cine mexicano” y (...) a mucha gente.

Lo anterior puede aplicarse en otras disciplinas y hemos sido víctimas de quienes pueden describirse como “engañabobos” o “apantallapendejos” (a mí me lo han hecho con pintura y música: no nos salvamos de fraudes). Lo comento porque esta situación local ocurría desde la ignorancia, aunque lo mismo puede extrapolarse con el propio García Riera desde el conocimiento de las películas, la sistematización de la información, aunque una visión bastante chata y limitada del material nacional cinematográfico. Fuera de Buñuel y algunos casos aislados (De Fuentes, Galindo, Martínez Solares, entre pocos), nada valía la pena y todo tenía defectos. Directores como Gavaldón,
Gómez Muriel, Urruchúa, no valían la pena (que es una blasfemia para quienes hemos visto sus cintas sin dejar de lado a otras cinematografías).

Por fortuna, el tiempo coloca todo en su lugar. Han pasado los años y ahora, al volver a revisar muchas de las cintas que establecieron a la industria mexicana del cine, gracias a las excavaciones arqueológicas de bóvedas, raros canales de cable o los discos versátiles digitales, se ha alcanzado la revaloración. Los hechos históricos y las circunstancias sociales alrededor de estas películas han permitido que se descubran otras aristas e infinidad de matices en argumentos que, vistos ahora, sorprenden por su audacia e ingenio.

 
            Miguel Morayta fue uno de los apestados en esa enciclopedia. Despreciado porque no tenía "inspiración", sin considerar la forma de filmar ni el discurso que era propio sobre novelas u otras fuentes, aunque fuera autor total. “Escrita y dirigida por Miguel Morayta” no queda fuera de su realidad filmográfica. Hay que ponerlo en su lugar.

 
            Hay una trilogía delirante del cine de pecado y bajos fondos, dirigida por Miguel Morayta, con la actuación de Leticia Palma, una hermosa personalidad que brilló en cintas nacionales por un corto lapso:
 
“Hipócrita” (1949)
“Vagabunda” (1950)
“y "Camino del infierno” (1950). 
 
Tramas donde había una mujer sometida a un hampón u otra con rostro desfigurado que era transformada en belleza absoluta, o víctima inesperada y tardía de la lepra. En todos los casos era el amor loco, más allá del amargo destino, lo que definía a las protagonistas. Solamente por estas tres cintas, Morayta  es un inmortal del cine mexicano.
 
 
            No obstante, antes de llegar a estos títulos, el realizador español Morayta, pariente de Franco, exiliado por estar contra su régimen, había practicado, cultivado, vivido el género. Su primera película fue “Caminito alegre” (1944) sobre ancianos que viven de ilusiones. Luego hizo (entre otros títulos que eran comedias), "Yo fui una usurpadora" (1945), “La hermana impura” (1947) para llegar a “La venenosa”.

 
            Tomemos un ejemplo ilustrativo con “Yo fui una usurpadora”: es  guión original de Morayta (apoyado por Zacarías Gómez Urquiza) tenemos la historia de un doctor que anhela el hijo que su mujer no puede darle por infértil (en realidad, ella está enferma del corazón y podría morir en el parto). Una enfermera se enamora del hombre y se le entrega. De pronto, ambas mujeres están embarazadas. El doctor abandona a la esposa y parte con la otra. La esposa tiene a su hijo y sobrevive. La amante pierde a su hijo y queda estéril. La ironía del destino es la que se repetirá en distintas películas como leit motiv del realizador. No hacían cine por hacerlo: era un negocio pero se tenía que convencer a un público.

            Y así podemos leer, revisar y seguir adelante con otros títulos del longevo Miguel Morayta, recién fallecido el 19 de junio pasado a los 105 años de edad (a punto de 106 en dos meses). Siempre le agradeceré “La venenosa”, que les mencioné al principio, basada en una novela erótica. ligerísima y protopornográfica del escritor denominado “El caballero audaz”, escrita en 1927,
 
que ocurre en el ambiente de un circo. Liana (Gloria Marín) se va dando cuenta que provoca la tragedia en los hombres que la aman o la desean. Así, un trapecista cae de las alturas para quedar impedido y hacer que ella lo sustituya aparte de volverse loco de amor; un domador de leones sufre un ataque que lo lleva a ser rematado por sus felinos; un ladrón es acribillado y ella llega a transfundirle sangre.

 
Una clarividente será la que le comente su realidad: hija de un fakir que fue maldito por sus colegas al haber caído a las tentaciones carnales. Por eso Liana provoca la destrucción y puede presentir el futuro
 
("para ti no existe el dolor ni el sufrimiento, tampoco el miedo... destrozarás a todo aquel que te mire con amor... eres como una serpiente venenosa...")
 
 
 Tristemente Liana comprenderá que el hombre que lleva su sangre deba suicidarse y dejar que el destino le salga al paso: camina alrededor del redondel de un circo mientras la sigue otro hombre que quizás la matará porque la palabra “fin” interrumpe la imagen…Para ello se ha alcanzado recrear una atmósfera de misterio y de mundos ocultos en otra de tantas cintas mexicanas que se distinguen por salirse de lo convencional: no será raro, entonces, imaginar que Liana se dirige a su propia destrucción: y si esto no es ironía, no sabría definirlo de otra manera... El melodrama alcanza otro grado de realización y narrativa...
 
Esta pasión y ambigüedad en situaciones, personajes y circunstancias distinguen también a la mencionada trilogía y anuncia futuros delirios (“Alma de acero”, “Morir para vivir”, “La mujer marcada”) dentro del género o en el cine de terror, intriga o la comedia pícara como fue su mediometraje final (“Los amantes fríos”, 1977). Es necesario rendir justicia en esta época cuando el cine mexicano de antaño ya solamente le importa a unos cuantos que hablan de los mismos títulos de siempre o de personajes que ya se tornaron "chic" (Tin Tan, El Santo, Mauricio Garcés, Piporro). 

 
Miguel Morayta (1907 - 2013) q.e.p.d.
Muchas gracias por su cine.