MIGUEL
MORAYTA
(1907 –
2013)
La venenosa (Morayta, 1949) fue
una película que me impactó al descubrirla por televisión durante los años
ochenta. Había leído sobre ella a través de la “Historia documental del cine
mexicano” de Emilio García Riera y como dato simple en “La aventura del cine
mexicano” de Jorge Ayala Blanco. Entonces, otro de tantos huecos por rellenar
en la falta de visión de títulos nacionales, acababa de ser eliminado en mi experiencia.
Siempre
he destacado el monumental trabajo que realizó el crítico García Riera al
sistematizar la información de la producción del cine mexicano desde sus
inicios sonoros, pero nunca me convencieron sus comentarios a las películas:
usualmente denigrantes y negativos, con un punto de vista “exquisito” y bastante
cercano a la ironía que se suponía divertida e “inteligente” de quienes se
sentían los dueños de la cultura nacional por esos tiempos de la primera
edición de dicha enciclopedia histórica.
Por desgracia fue, y ha seguido
siendo, la única referencia utilizada siempre por cronistas, periodistas (reporterillos), críticos,
historiadores (aunque estos términos
“profesionales” deben tomarse con suspicacia en muchos casos y ponerlos en tela
de juicio). Aquí en Monterrey, había quien hacía
comentarios previos a la proyección de cintas mexicanas. Más que análisis
eran las lecturas, al pie de la letra: puntos y comas aparte de errores (que los tiene como el Internet al cual todos toman como acto infalible de fe), de esos escritos por García
Riera y hasta daba la referencia de fechas de filmación y estreno en el
Distrito Federal. Como consecuencia, se la consideró “especialista de cine
mexicano” y (...) a mucha gente.
Lo anterior puede aplicarse en otras
disciplinas y hemos sido víctimas de quienes pueden describirse como
“engañabobos” o “apantallapendejos” (a mí me lo han hecho con pintura y música: no nos salvamos de fraudes). Lo comento porque esta situación local
ocurría desde la ignorancia, aunque lo mismo puede extrapolarse con el propio
García Riera desde el conocimiento de las películas, la sistematización de la
información, aunque una visión bastante chata y limitada del material nacional
cinematográfico. Fuera de Buñuel y algunos casos aislados (De Fuentes, Galindo,
Martínez Solares, entre pocos), nada valía la pena y todo tenía defectos.
Directores como Gavaldón,
Gómez Muriel, Urruchúa, no valían la pena (que es una blasfemia para quienes hemos visto sus cintas sin dejar de lado a otras cinematografías).
Por fortuna, el tiempo coloca todo
en su lugar. Han pasado los años y ahora, al volver a revisar muchas de las
cintas que establecieron a la industria mexicana del cine, gracias a las
excavaciones arqueológicas de bóvedas, raros canales de cable o los discos versátiles digitales, se ha
alcanzado la revaloración. Los hechos históricos y las circunstancias sociales
alrededor de estas películas han permitido que se descubran otras aristas e
infinidad de matices en argumentos que, vistos ahora, sorprenden por su audacia
e ingenio.
Miguel Morayta fue uno de los
apestados en esa enciclopedia. Despreciado porque no tenía "inspiración", sin considerar la forma de
filmar ni el discurso que era propio sobre novelas u otras fuentes, aunque fuera
autor total. “Escrita y dirigida por Miguel Morayta” no queda fuera de su
realidad filmográfica. Hay que ponerlo en su lugar.
Hay una trilogía delirante del cine
de pecado y bajos fondos, dirigida por Miguel Morayta, con la actuación de
Leticia Palma, una hermosa personalidad que brilló en cintas nacionales por un
corto lapso:
“Hipócrita” (1949)
“Vagabunda” (1950)
“y "Camino del infierno”
(1950).
Tramas donde había una mujer sometida a un hampón u otra con rostro desfigurado que era transformada en belleza absoluta, o
víctima inesperada y tardía de la lepra. En todos los casos era el amor loco, más
allá del amargo destino, lo que definía a las protagonistas. Solamente por estas tres cintas, Morayta es un inmortal del cine mexicano.
No obstante, antes de llegar a estos
títulos, el realizador español Morayta, pariente de Franco, exiliado por estar
contra su régimen, había practicado, cultivado, vivido el género. Su primera
película fue “Caminito alegre” (1944) sobre ancianos que viven de ilusiones. Luego hizo (entre otros títulos que eran
comedias), "Yo fui una usurpadora" (1945), “La hermana impura” (1947) para llegar a “La venenosa”.
Tomemos un ejemplo ilustrativo con “Yo
fui una usurpadora”: es guión original
de Morayta (apoyado por Zacarías Gómez Urquiza) tenemos la historia de un doctor
que anhela el hijo que su mujer no puede darle por infértil (en realidad, ella
está enferma del corazón y podría morir en el parto). Una enfermera se enamora
del hombre y se le entrega. De pronto, ambas mujeres están embarazadas. El
doctor abandona a la esposa y parte con la otra. La esposa tiene a su hijo y
sobrevive. La amante pierde a su hijo y queda estéril. La ironía del destino
es la que se repetirá en distintas películas como leit
motiv del realizador. No hacían cine por hacerlo: era un negocio pero se tenía que convencer a un público.
Y así podemos leer, revisar y seguir
adelante con otros títulos del longevo Miguel Morayta, recién fallecido el 19
de junio pasado a los 105 años de edad (a punto de 106 en dos meses). Siempre
le agradeceré “La venenosa”, que les mencioné al principio, basada en una
novela erótica. ligerísima y protopornográfica del escritor denominado “El
caballero audaz”, escrita en 1927,
que ocurre en el ambiente de un circo. Liana
(Gloria Marín) se va dando cuenta que provoca la tragedia en los hombres que la
aman o la desean. Así, un trapecista cae de las alturas para quedar impedido y
hacer que ella lo sustituya aparte de volverse loco de amor; un domador de
leones sufre un ataque que lo lleva a ser rematado por sus felinos; un ladrón
es acribillado y ella llega a transfundirle sangre.
Una
clarividente será la que le comente su realidad: hija de un fakir que fue
maldito por sus colegas al haber caído a las tentaciones carnales. Por eso Liana
provoca la destrucción y puede presentir el futuro
("para ti no existe el dolor ni el sufrimiento, tampoco el miedo...
destrozarás a todo aquel que te mire con amor... eres como una serpiente
venenosa...")
Tristemente Liana comprenderá que el hombre que lleva su
sangre deba suicidarse y dejar que el destino le salga al paso: camina alrededor
del redondel de un circo mientras la sigue otro hombre que quizás la matará
porque la palabra “fin” interrumpe la imagen…Para ello se ha alcanzado recrear
una atmósfera de misterio y de mundos ocultos en otra de tantas cintas mexicanas que se distinguen por salirse de lo convencional: no será raro, entonces, imaginar
que Liana se dirige a su propia destrucción: y si esto no es ironía, no sabría definirlo de otra manera... El melodrama alcanza otro grado de realización y narrativa...
Esta pasión y ambigüedad en situaciones,
personajes y circunstancias distinguen también a la mencionada trilogía y anuncia
futuros delirios (“Alma de acero”, “Morir para vivir”, “La mujer marcada”)
dentro del género o en el cine de terror, intriga o la comedia pícara como fue
su mediometraje final (“Los amantes fríos”, 1977). Es necesario rendir justicia en esta época cuando el cine mexicano de antaño ya solamente le importa a unos cuantos que hablan de los mismos títulos de siempre o de personajes que ya se tornaron "chic" (Tin Tan, El Santo, Mauricio Garcés, Piporro).
Miguel Morayta (1907 - 2013) q.e.p.d.
Muchas gracias por su cine.