UN AÑO
AJETREADO
(Une Année
Studieuse)de Anne Wiazemsky.
Gallimard,
2012.
Anagrama,
2013.
La actriz y novelista Anne Wiazemsky
fue esposa del director Jean-Luc Godard por doce años. Su carrera fílmica
comenzó en 1966 al protagonizar Al azar Baltazar (Au hasard Baltasar) de
Robert Bresson, donde se trataba el abuso, en todos los sentidos, a través de
una muchacha campesina y su burro.
La cinta fue aclamada universalmente.
Bresson utilizaba actores desconocidos. Algunos de ellos seguirían adelante
(muy notablemente Dominique Sanda) o quedaban en la única cinta. Anne
Wiazemsky, como nieta del literato Francois Mauriac, había alcanzado esta
oportunidad en 1966 sin pensar en una carrera cinematográfica. Seguía siendo
una chica simple, de 19 años, estudiante del bachillerato.
Sin embargo, siempre había tenido
atracción por el cineasta Jean-Luc Godard. Alguna vez habían tenido
acercamientos desastrosos por la timidez del director y la juventud de la
muchacha. Alguien le sugirió que le escribiera una carta a la cual Godard
respondió de inmediato. Había correspondencia amorosa pero ella era una chica
estudiante, menor de edad, y él le llevaba 17 años. Estuvo
casado con la
actriz Anna Karina, protagonista de muchas de sus cintas, y se encontraba en el
punto alto de la fama. En 1960 Sin aliento había causado sensación y lo
colocó entre los directores importantes de la Nueva Ola con una filmografía
subsiguiente de reconocimiento. Cuando se relacionó con Anne, estaba filmando
Dos o tres cosas que sé sobre ella
Anne Wiazemsky narra en este libro
lo que sucedió entre el momento en que inició su relación con Godard, los
obstáculos y alegrías que vivieron, el comienzo de su intimidad ante el rechazo
de su madre y, por ende, de su conservador abuelo Mauriac. Igualmente, su
ingreso en la Universidad de Nanterre para estudiar filosofía y el ofrecimiento
de Godard para que interpretara La Chinoise. Por tal motivo aparecería en
varias de sus cintas y con otros realizadores importantes: Pasolini (Teorema),
Cournot (Los gauloises azules), Deville (Los libertinos), Tanner (El
retorno de África), entre otras.
El libro habla de este tiempo.
Muestra a un Godard vanidoso (compraba un Alfa Romeo para impactar a la
jovencita) y caprichoso que abusaba de su posición importante como
realizador para lograr ciertas ventajas. Además, confiesa la pasión que sentía
por el cómico Louis de Funés que, por esos años, era popular en todo el mundo y
denostado por la crítica. Resulta que el crítico, niño terrible de la Nueva Ola
Francesa, reía con las boberías que la gente exquisita rechazaba.
Como ejercicio que revela tiempos,
sentimientos y situaciones, satisface la curiosidad del cinéfilo viejo (o del
joven que gusta del pasado y la referencia): Aparecen Jean Pierre Léaud, Juliet Berto, Jeanne Moreau, como personalidades alrededor de ella. Como obra profunda de memoria,
funciona para Wiazemsky como ancla sobre la tierra de lo que fue su antecedente
romántico, su lugar en la historia (sin tener conciencia de ello) que apenas el
tiempo da valor. La mera presencia en una película bressoniana y el estelar de
otra cinta godardiana (en su tiempo más puro y esencial: luego fue el
manifiesto político y el cine hermético) dan a entender, por medio de la
experiencia de la Wiazemsky, que la vida nos sucede sin entenderla: solamente
la reflexión, tiempo transcurrido, nos da la oportunidad de disfrutar,
rechazar, tener vergüenza, sentir placer por todo aquello que nos pasó por cuerpo y
alma. Un libro maravilloso.