sábado, 3 de octubre de 2015

SIN ALMA, NI CORAZÓN NI VIDA...


MISIÓN RESCATE
(The Martian)
2015. Dir. Ridley Scott.

 


         Mark Watney (Matt Damon) forma parte del grupo de astronautas que realizan una misión en Marte. Una tormenta de polvo lo arrastra y queda herido por un fragmento de metal. Sus compañeros lo toman por muerto y lo dejan porque la nave en que viajan está en peligro. Al día siguiente, Watney despierta, logra llegar a la estación de resguardo donde se autocura y se da cuenta que con el tiempo morirá. No obstante, de pronto se dice a sí mismo que eso no sucederá y comienza su proceso de supervivencia. Por otras situaciones logra comunicarse a la Tierra para que se inicien planes de rescate. Luego, debido a que sus compañeros se encuentran todavía en el largo viaje de regreso, se buscará la manera de que ellos se devuelvan para recuperarlo.

 

Luego de llegar al refugio, Watney
se realiza una curación y piensa en su mortalidad
 
         Estamos ante una versión posmoderna (tecnología avanzada y tiempos relativos), de ciencia-ficción, del Robinson Crusoe, la inmortal novela de Daniel Defoe acerca del marinero que quedaba solitario en una isla donde debería cuidarse de los peligros acechantes y que ha dado lugar a diversas versiones (entre ellas, una de Buñuel) u otras lecturas como Náufrago (Cast Away, 2000, Robert Zemeckis), pero más coincidente (e interesante) resulta una obra maestra menor del cine espacial primitivo llamada Robinson Crusoe en Marte (1964, Byron Haskin) donde un hombre quedaba varado en el planeta rojo con un mono y buscaba la manera de conseguir oxígeno, agua y alimento. Y podemos añadir a Gravedad, entre muchas otras cintas.

 

Comienza a cultivar papas,
utilizando sus propios desechos
como abono. Watney era botánico
 
         En este caso, la primera parte de la cinta, donde Watney se las ingenia para cultivar papas, mantener su oxígeno, y encontrar la manera de comunicarse da una idea clara de lo que significa la soledad, la idea del aislamiento sin aparente solución y la necesidad de seguir adelante pese a todo. Siempre está la amenaza de cualquier error que lo ponga en peligro sin respuesta (la falta de presión o el limitado oxígeno) y es lo que mantiene el interés para un espectador avezado, con referencias.

 

Lo que pudo ser más interesante:
su reflexión ante la soledad y el hecho
de que es un puntito en el universo
 
         Luego, la cinta se alarga: surge la posibilidad del rescate (que ya lo anuncia el título de la cinta), aparte de que se está consciente que el héroe, el actor principal, no puede morir: mucho menos si es una producción millonaria. El maestro Scott sabe perfectamente los trucos de su profesión y maneja suspenso o ambigüedad. En nuestro planeta están todos los directivos de la NASA, el apoyo del gobierno chino, científicos ultra preparados que van organizando la salvación del astronauta Watney. Y ahí es donde se causa un hiato narrativo: todo es repetitivo, sin asombro, pero sobre todo, sin pasión. No aparece la obsesión de Blade Runner ni la sensualidad o mecatrónica de Prometeo y mucho menos la angustia de Alien, el octavo pasajero. No se nota desesperación ni rebelión en Watney. Nunca hay una reflexión seria sobre la posibilidad de la muerte.

 

La vastedad, la desolación, la soledad...
Lo que pudo ser más interesante de tratar...
 
         Y luego del vacío y el aburrimiento de la narración, se llega a la secuencia del rescate y el espectador ya aburrido o aletargado vuelve a interesarse. Muy irregular: hizo falta el corte, la reducción, el ritmo, pero más que nada lo que la cinta demuestra es su falta de corazón (misma enfermedad de “Los vengadores” y su secuela), la negación de la poética de la soledad. En fin. Esperemos cosas mejores del maestro Scott.

El maestro Ridley Scott nos ofrece
una de sus cintas menores (no es la primera vez)
pero nadie le niega su calidad: faltó poesía.