BEN - HUR
2016. Dir. Timur Bekmambetov.
La
pregunta obligada es ¿para qué volver a
filmar uno de los grandes clásicos del cine? Las posibles respuestas
podrían ser para que las nuevas
generaciones conozcan esta trama o tal vez para retomar el tema de la fe y la lealtad en tiempos revueltos. Si
el espectador conoce las películas filmadas en 1925 y 1959 (al menos la de
1959) no podrá dejar de remitirse a las mismas y establecer comparaciones. Si
el espectador es joven al que jamás le interesará revisar el cine de antaño, será
una cinta de acción más que ocurre en los tiempos de Cristo.
Para
los mayores que pudimos verla en su estreno (a mí me tocó en el Cine Encanto) y
luego revisitarla a través del vídeo, es una total decepción, un esfuerzo
inútil, una larga hilera de efectos digitales que se asemejan a un videojuego
(la secuencia de la carrera de caballos o la batalla marítima entre griegos y
romanos). Y tal vez ese enfoque sea atractivo a un joven que preferirá los
verdaderos juegos virtuales más elaborados e interesantes en las consolas de su
casa.
Judá Ben-Hur (Jack Huston) es un
rico príncipe judío en Jerusalén que recibe el retorno de su hermano adoptivo,
Mesala (Toby Kebbell), ahora centurión romano. Su diferencia de opiniones en
cuanto al imperio del César y un hecho violento hace que ambos se separen:
Ben-Hur es enviado a las galeras como esclavo, su madre y hermana metidas en la
cárcel. Durante una batalla, el barco donde estaba Ben-Hur es atacado, pero el
hombre logra sobrevivir y llegar a tierra donde lo rescata el mercader de
caballos Ilderim (Morgan Freeman). Éste acuerda una carrera donde su protegido
Ben-Hur competirá con el campeón Mesala. A cambio obtendrá el perdón. Ocurre el
evento donde Mesala es malherido y pierde una pierna. Ben-Hur busca a su
hermana y madre al mismo tiempo que le toca asistir a la crucifixión de Cristo.
Gracias a ello, las mujeres, leprosas, quedan curadas y libres. Se reencuentran,
para que luego Ben-Hur recapacite sobre el amor al prójimo, perdone a Mesala y
vuelvan a estar todos juntos.
La narración intenta darle un
enfoque moderno. Ilderim narra los hechos de Ben-Hur al inicio de la carrera de
caballos para que la acción se vaya al pasado cuando los hermanos adoptivos
jugaban, también a caballo, jóvenes y felices. Luego viene el conflicto: Mesala
siente que debe hacer honor a sus raíces y se marcha como soldado donde obtiene
fama y grados militares. Al retornar a Jerusalén piensa que su amigo judío se
le unirá para sofocar los levantamientos rebeldes contra el imperio pero
Ben-Hur se niega. Uno de los insurgentes ataca a los romanos, Ben-Hur se echa
la culpa y ahí inician todos los hechos trágicos.
Ben-Hur
fue una exitosa novela publicada en 1880. Su subtítulo es “Un cuento del Cristo”
ya que el personaje principal, judío fiel a su raza, llega a perder la fe ante
las tribulaciones de su existencia, para recuperarla cuando tiene un
acercamiento con Jesús. La novela narra la amistad entre el personaje y su
amigo de infancia Mesala quien se convierte en el villano de la trama. En 1925
la MGM gastó cuatro millones de dólares en filmarla convirtiéndose en gran
taquillazo, dándole a la compañía productora un importante lugar como creadora
de películas prestigiosas. Para 1959, la misma compañía invirtió quince
millones de dólares para lograr una segunda versión que se convirtió en todo un
fenómeno, ganando premios y otra recaudación millonaria. Ambos esfuerzos
valieron la pena y en ambos casos se mantenía el honor del príncipe judío y el
castigo para el malvado opresor.
Ahora tenemos una versión compacta,
con un reparto completamente desangelado, donde no se enfatiza la calidad moral
de sus personajes. Aunque se muestra la solidaridad y afecto inicial entre los
hermanos, el deseo de ajustar cuentas se reduce a la nada. Poco sirve que
Mesala haya echado a perder las vidas del príncipe y su familia. De pronto,
Ben-Hur recuerda el pasado y perdona al malvado sus acciones para terminar en
santa paz. Este final se siente forzado y no satisface al espectador
acostumbrado a los castigos para el mal que todo cuento moral debe considerar.
En la versión silente, Mesala moría en la carrera. En 1959, Mesala mantenía su
orgullo: con gran dolor, a punto de ser amputado de sus piernas, rechazaba el
procedimiento para recibir a su enemigo, el amado que lo traicionó según su
punto de vista, para asestarle el golpe final y revelarle la existencia de su
madre y hermana, a las cuales el príncipe creía muertas. Luego expiraba.
Uno recuerda a Ramón Novarro, a los
25 años, corto de estatura pero con cuerpo atlético en la primera versión.
Luego está
Charlton Heston con sus atributos físicos e imponentes. Al compararlos con el
poco agraciado, de apariencia débil y vulnerable Jack Huston, es increíble que
sea el héroe que sobrevive a sus aflicciones.
Luego viene la
memoria de Francis X. Bushman, corpulento y de aspecto rudo, altivo, como el
Mesala silente.
Sobre todo,
Stephen Boyd, en la versión con Heston, musculoso pero bien proporcionado, cuyo
reencuentro con su amigo de la infancia tiene insinuaciones homoeróticas:
simplemente el abrazo y la mirada que entrecruzan en dicha secuencia le da todo
sentido a la venganza del amante despechado, rechazado.
Toby Kebbell
no posee carisma ni personalidad ruda que le haga creíble como gran oficial
romano.
El realizador Bekmambetov, más
conocido por Abraham Lincoln, cazador de
vampiros y Se busca se ha
caracterizado por un cine de acción efectivo, sin mayores toques humanos ni
reflexivos. De ahí que la carrera de caballos en esta cinta sorprenda por su
falta de contundencia y elaboración. Se notan los efectos digitales por lo que
uno pensaría que habría audacias mayores. Para los cinéfilos conservadores, de
antaño, es un insulto volver a filmar el cine emblemático del pasado. Uno
espera que jamás se le ocurra a algún ignorante productor fílmico querer
rehacer Lo que el viento se llevó o Casablanca, por ejemplo. Ben Hur (2016) es una de las peores
cintas del año.