sábado, 24 de septiembre de 2016

EL PRESENTE VISTO DESDE EL PASADO


LOS SIETE MAGNÍFICOS

(The Magnificent Seven)

2016. Dir. Antoine Fuqua.





         Nueva lectura de una cinta clásica filmada en 1960 por el maestro John Sturges (1910 – 1992) acerca de un pueblo mexicano fronterizo que cada año era acosado y robado por un bandido y sus secuaces, por lo que se mandaba traer a pistoleros norteamericanos que les ayudaran a erradicarlos. Esta adaptación para un siglo XXI incrementa la violencia, la crueldad, el número de matones que acosan a un pueblo que ahora está amenazado por un tipo rico que desea quedarse con todas las tierras del lugar porque hay oro en unas minas aledañas. El pueblo está constantemente vigilado por un alguacil comprado por el villano y donde se cometen atroces crímenes sin castigo. La cinta inicia con una pequeña masacre que el hombre perpetra durante la reunión de algunos ciudadanos que buscan alguna solución. Al asesinar al marido de una joven mujer (Haley Bennett), ésta decide ir en busca de ayuda. Encuentra al caza recompensas Chisolm (Denzel Washington) que, a su vez, reclutará a otros seis ladrones, estafadores, jugadores, un mexicano, un indio nativo-americano experto en flechas y otro oriental hábil con los cuchillos.





         No puede haber comparación. La cinta original (7 hombres y 1 destino) será recordada por personas de mi generación, quizás. Ahora a nadie le interesaría y parecería obsoleta por completo. Su tema musical, por Elmer Bernstein, se hizo entrañable (es el que se utilizaba para los comerciales de los cigarros Marlboro) y aquí en la versión actual tuvieron el acierto de reproducirla hasta los créditos finales. La cinta original dio lugar al crecimiento de nuevas estrellas (Steve McQueen, Robert Vaughn, Charles Bronson) o lucimiento de otras establecidas (Yul Brynner, Eli Wallach o Brad Dexter) y era la versión norteamericana de una obra maestra por Akira Kurosawa (Los siete samuráis, 1954). Se puede conseguir en vídeo y es magnífica.





         Antoine Fuqua es un realizador del cine violento, con mucha acción, cuyos protagonistas deben luchar contra la corrupción que les rodea. El policía novato ante su compañero veterano que realiza acciones ilegales para su beneficio (Día de entrenamiento); el honesto trabajador que desea sacar a una jovencita de la prostitución forzada (El justiciero): el medieval rey Arturo contra los miembros de su deshonesta corte (Rey Arturo). Aquí tenía una veta excelente de explotación de su temática favorita que le permite, además, hablar de las diversidades raciales, de la ambición económica en cuanto a la explotación de pocos por muchos en la constante acumulación de riqueza, de la completa inhumanidad que lleva a la falta de respeto sobre todo a la vida de los demás. La masacre contemporánea, digna de una tragedia isabelina, tiene su representación en pantalla. No es exagerada ante una comparación con la información de lo que sucede cada día en la guerra cotidiana o en el enfrentamiento en la lucha contra el narcotráfico, por ejemplo. Un perfecto tratamiento de hechos que suceden en siglo XIX pero que retratan a la voracidad del siglo XXI. Y la moralidad se impone como gran deseo ficcional ante la impunidad de nuestra realidad.


Peter Sarsgard representa a la voracidad
de nuestro siglo XXI desde el pasado



         Denzel Washington ocupa el rol del líder, caza fortunas legal, con territorialidad amparada, aparte de un extremo deseo de venganza. Chris Pratt, carismático, está en lugar de Steve McQueen.  Dos iconos de nuestro tiempo para continuar con la idea de un Hollywood ya desaparecido que, de todas maneras, mantiene el culto a la personalidad. Una sorpresa agradable es que nuestro paisano Manuel García-Rulfo cumple perfectamente con su papel, no es disminuido como mexicano, además que su personalidad se impone. Todas las cualidades para mostrarnos una visión de nuestros tiempos modernos (¿civilizados?) desde una perspectiva del pasado salvaje. 

El excelente Antoine Fuqua