SILENCIO
(Silence)
2016. Dir. Martin Scorsese.
Cuando
se enteran que el padre Ferreira (Liam Neeson) quien había sido su mentor y
ejemplo ha apostatado en Japón, los jóvenes sacerdotes jesuitas Sebastián
Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garupe (Adam Driver) solicitan permiso
para ir en su busca, a pesar de que los católicos son considerados enemigos en
ese país. Es el año 1630 y de esta manera inicia una odisea donde lo que estará
en juego será la fe y, debido a las terribles torturas y matanzas de las que
son testigos, el silencio de Dios.
Martin
Scorsese nos brinda otra de sus incursiones acerca de las acechanzas contra la
fe, además de mostrarnos la gran fragilidad de ésta, pero también su contrastante
perdurabilidad a pesar de toda circunstancia y amenaza. El personaje principal
será Rodrigues quien cree fielmente en los principios de su formación jesuita
donde todas las cosas en ese mundo son medios para alcanzar la salvación del
alma, además de que la iglesia católica es la única que posee la verdad
absoluta. Sin embargo, su fe se verá quebrantada ante las pruebas y trampas que
le ponen sus enemigos naturales: los celos por la preservación de la cultura
japonesa.
Como
en las viejas películas de Bergman, donde Dios no hablaba a sus protagonistas (“Luz
de invierno”, “A través de un espejo oscuro” y la más obvia, “El silencio”) y
los colocaba en la terrible duda existencial, en este caso el joven sacerdote
llega a asumirse como un Cristo sobre la tierra y se echa a cuestas la necesidad
de salvar almas al grado de llegar al otro extremo de sus creencias, aunque sea
solamente en apariencia. Igual que Jesús sufre tentaciones y efímeros triunfos.
Scorsese
tardó 28 años en llegar a la pantalla con esta cinta basada en la novela del
escritor Shusaku Endo (que ya había sido filmada en 1971 por Masahiro Shinoda).
Viene a completar una trilogía sobre la vocación religiosa desde varios
aspectos (“La última tentación de Cristo”, “Kundún” y ahora “Silencio”) y
comprueba su calidad de maestro, cinéfilo y apasionado realizador. Andrew
Garfield comprueba que es uno de los mejores actores jóvenes en Hollywood
(contra el extraordinariamente feo Adam Driver). La fotografía de Rodrigo Prieto
es espléndida.
Extraordinario Andrew Garfield
“Hay
que buscar y hallar la voluntad de Dios” es una frase de San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas,
que viene a dar sentido a la caída del padre Rodrigues, porque al terminar el
silencio, debe encontrar la manera de vencer al enemigo, salvar al prójimo y,
al final de cuentas, salvarse a sí mismo. Una obra maestra.