KONG: LA ISLA CALAVERA
(Kong: Skull Island)
2017. Dir. Jordan Vogt-Roberts.
Un
prólogo, que sucede en 1944, nos muestra a dos pilotos que caen a tierra
durante la Segunda Guerra Mundial y sobreviven. Son enemigos: un norteamericano
y un japonés. Empiezan a enfrentarse hasta que de pronto aparece un gigantesco
gorila. La acción pasa a 1973, donde un hombre pide a un senador que le apoye
para una expedición en busca de unos seres extraños a una desconocida isla en
el continente asiático, pero con resguardo militar. A la misma se unen un rastreador
británico (Tom Hiddleston), una fotógrafa (Brie Larson), otros civiles y un
grupo de soldados que estaban siendo reenviados a sus casas luego de la
rendición en Vietnam. Al llegar al lugar lanzan cargas explosivas que ponen en
alerta al gorila del inicio que los ataca con facilidad, matando a muchos y
dispersando a los sobrevivientes. Luego, tendrán que reencontrarse, pasando por muchos peligros, para llegar
al punto donde serán recogidos varios días después.
Así,
someramente, se narra la trama de una película realizada con el afán de
recuperar al personaje de King Kong en
un intento por crear otra serie: luego de los créditos finales, aparece una
secuencia que promete continuidad. El guion está bien resuelto y la cinta se
torna en una ensalada de atmósferas y referencias a otros títulos debido a los
escenarios exóticos. Indudablemente que una gran muralla de madera recuerda al
inicial King Kong (Schoedsack y Cooper,
1933) así como la docilidad que aparece ante el personaje femenino, sin faltar su cuerpo sobre la palma de la bestia. Y el
ambiente (selva, indígenas, napalm)
nos trae a la mente las películas situadas en el Vietnam de la infausta guerra
de años pasados (de hecho fue filmada en dicho país, entre otras locaciones
menores).
La insípida Brie Larson
y el desperdiciado Tom Hiddleston
Tal vez las muertes inútiles de muchos soldados
viene a ser un comentario indirecto
de la inmunda Guerra de Vietnam
Lo
que uno se pregunta es la finalidad de la cinta fuera de estas recreaciones. Ni
el honor militar que despierta el odio de un oficial endurecido (Samuel L.
Jackson), ni las presencias del rastreador ni de la fotógrafa, les da algún
sentido mayor a la película que se torna en meras secuencias de acción. No se
enfatiza el trasfondo de la bella y la bestia, ni tampoco la ambición humana
por explotar a los monstruos encontrados. Se anticipa un enfrentamiento con
el monstruo, con características de reptil, que es némesis de Kong y por el
cual éste salvaguarda a la isla. El epílogo de la cinta, tras los créditos, indica
que toda ella ha sido el mero establecimiento de hechos y lugares para
posteriores aventuras quizá más elaboradas. O sea que estamos ante una
espléndida serie de efectos visuales (se notan los millones de dólares) pero
simple y ligera promesa cuya continuidad dependerá de la taquilla que logre esta primera
resurrección del magnífico animal. Han habido mejores ejemplos del hombre contra
la naturaleza o el hombre ante lo desconocido. Algunos sustos, pocas emociones, ofrecen un buen rato... olvidable.