LOGAN: WOLVERINE
(Logan)
2017. Dir. James Mangold.
Logan
o Wolverine o James Howlett (Hugh Jackman, extraordinario) está avejentado y
trabaja como chofer de limusina en 2029 cuando ya no hay mutantes. Tiene al nonagenario
profesor Xavier (Patrick Stewart) escondido en una planta siderúrgica
abandonada en la frontera mexicana con El Paso, Texas. Le ayuda el mutante
Calibán (Stephen Merchant). Todos deben tomar drogas para mantenerse estables.
Cierto día una mujer mexicana encuentra a Logan y le pide que le ayude, que
necesita a un héroe que salve a una niña llamada Laura (Dafne Keen). El hombre,
insensible, no le hace caso hasta que ella le ofrece dinero: su deseo es irse a
vivir al mar al lado de sus congéneres. Al ser asesinada la mujer por Pierce
(Boyd Holbrook), un tipo que también ha amenazado a Logan, y al aparecer la
niña en su vida, el personaje accede a llevarla a un supuesto mítico lugar
donde se encuentran otros niños mutantes: Laura, igual que Logan, puede impulsar
navajas desde sus manos, además de haber sido creada artificialmente con el
genoma de su ahora protector, por lo tanto, su padre.
En
las postrimerías de Wolverine, anunciada como la última cinta de la franquicia
con la participación de Jackman, llega esta alternativa de perpetuidad, ahora a
través de una hija con características semejantes para darnos una saga de
supervivencia. Se muestran ambas caras del héroe fílmico: la etapa de decadencia por
medio de los tres mutantes que han sufrido los efectos del paso del tiempo
ofreciendo de esta manera una imagen que usualmente no se enseña (los héroes
también pierden fortaleza y poder; sus vidas cambian de estatus al tener que
ganarse la vida para cubrir sus necesidades); de hecho, la secuencia inicial lo
presenta alcoholizado, maldiciendo, enfrentando a unos cholos que desean robar
las llantas de su limusina. La otra cara más impactante, hasta inquietante moralmente en
ciertos momentos, es conocer a la heroína mutante, infantil, que no puede
controlarse debido a su etapa inicial en la vida, impulsiva, que asesina sin
mayores cuestionamientos (fue creada con fines perversamente bélicos). Dos etapas de la vida que los integran como terrenales.
La
cinta, con argumento brutal y admirablemente escrito, dirigida magistralmente
por el inteligente Mangold, donde abundan las víctimas inocentes (debido a su condición,
Xavier sufre ataques que producen vibraciones paralizantes y en ocasiones
mortales; la persecución por parte del creador de Laura para recuperarla
provoca que personajes adyacentes y circunstanciales pierdan la vida) inserta a
sus personajes en espacios donde se tornan vulnerables con la consecuencia de que
la violencia sea constante y creciente. Hay un momento, casi de ensueño, donde
aparece un Wolverine más joven, otro mutante creado, que se enfrenta con el
viejo, para tener la alternativa de la comparación de un héroe entrañable que
disfrutamos en el pasado y que ahora se despide. El personaje aparecerá casi al
final con la barba recortada para tener la imagen que se ha conocido (durante
toda la cinta, Jackman porta barba completa, canosa). Será repetitivo hablar
del excelente reparto, sobre todo esa niña con ojos grandes y actitud
enigmática.
El infalible Hugh Jackman
Lo
más importante, algo que se ha repetido con frecuencia en otras películas, es
la intertextualidad, la referencia cinematográfica que permite la lección moral.
En uno de los escasos momentos de calma (siempre acechados por el desasogiego
que le sucederá), Laura acompaña al agotado Xavier en un cuarto de hotel. Por
televisión se exhibe Shane, el
desconocido (Shane, George Stevens, 1953), una de las joyas perfectas del cine del oeste,
donde un niño le pide al pistolero que lo ha protegido junto con su familia,
eliminando a los enemigos, que no se vaya. El hombre le informa que no se puede
vivir con un asesinato, una marca que siempre queda en la persona y que él debe
vivir con bien. La niña está viendo una película quizás por primera vez en su
vida: las palabras quedan grabadas en su mente porque en la realidad le está
ocurriendo algo semejante. Al final de la cinta, esas palabras vienen a ser un
obituario de amor: el magnífico poder del cine que le dio una enseñanza.
El héroe que ofrece lección moral
Logan en 2017 y Shane en 1953
Lo
que parece una nimiedad, en realidad razón de ser para que la cinta tenga sentido, viene a ser otro ejemplo de perpetuidad: imaginamos que
Laura seguirá las acciones de su padre al formar parte de otra familia de
mutantes; pensamos que el discurso del personaje cinematográfico le ha dado una
regla ética para su vida. Una cinta de 1953 (El profesor Xavier le dice a Laura
que es una película muy vieja exagerando al calificarla como “casi centenaria”)
sigue viva en 2029 manteniendo su mensaje de no violencia luego de haberla
vivido y erradicado puntualmente. Estoy seguro que un porcentaje altísimo de
espectadores no tuvieron idea ni sabían de la película en la televisión y la
repetición de sus palabras en boca de la niña, pero es la base de la cinta: el
efecto del héroe en el niño: imaginación, lección de vida, esperanza para el
futuro…
El magnífico James Mangold