domingo, 26 de marzo de 2017

PRESENTE DEFINIDO POR EL PASADO


AQUARIUS






         Clara (Sonia Braga, formidable) es una mujer de temple. Sobrevivió al cáncer, a su marido, a una carrera como crítica musical, a un período de abandono hacia su familia, por lo que no se le puede doblegar fácilmente. Dividida en tres partes (“El cabello de Clara”, “El amor de Clara” y “El cáncer de Clara”), la narración se desvía por otros caminos para dejar en claro lo que fue el pasado y lo que es el presente en Brasil, más bien en el Estado de Pernambuco, particularmente la ciudad de Recife frente a la playa.





         Una primera parte ocurre en 1980 con Clara disfrutando un momento con su hermana y cuñado, para luego llegar a la fiesta donde se conmemora el 70 cumpleaños de su tía Lucía. Mientras se habla de la mujer, ella mira hacia un mueble que le trae recuerdos sexuales entre ella y su amante. Al tomar la palabra lo enfatiza: menciona a quien fuera su pareja por treinta años sin poderse casar porque precisamente su amante tenía esposa. Ella tuvo que ver con la revolución sexual y si se hacen las cuentas aritméticas, le tocó vivir la época de la dictadura. Cuando habla el marido de Clara recuerda que 1979 fue difícil por la enfermedad de su mujer pero ahí está ahora con su cabello corto, en el estilo que portaba la malograda cantante Elis Regina.


Bárbara Colen como Clara joven
con su cabello a la Elis Regina




         Luego viene el presente (2014) cuando su edificio ha quedado vacío. Solamente queda ella quien ha jurado salir del lugar cuando muera. A pesar de que los constructores buscan un acuerdo económico, Clara no acepta. Ella vive su vida sensualmente: sus siestas sobre una hamaca, sus terapias grupales en la playa o el cariño hacia su familia (ya sean sus hijos, su nieto o un sobrino muy querido) o a la fiel sirvienta que le ayuda. Empiezan las presiones.





         Al llegar a la segunda parte se vuelven más notorias las argucias para que Clara abandone su departamento: una fiesta con música ruidosa exactamente en el piso superior. Al ir a quejarse, quizás, se da cuenta que está ocurriendo una orgía con hombres y mujeres desnudos. En lugar de irse, permanece con la mirada fija en esos cuerpos. Vuelve a su departamento y habla con un sexoservidor para utilizarlo y satisfacer los deseos levantados. Al día siguiente hay excrementos humanos en las escaleras que dan a su departamento.





         La película es extraordinariamente interesante por todas las claves y señales que el realizador muestra en su guion. Diálogos, situaciones, reacciones, permiten que se vaya construyendo una visión del Brasil actual con referencia al pasado y con el deseo de reclamar justicia (hay un comentario donde se habla de la línea invisible que divide a Recife rico del Recife pobre; una mención a la sirvienta que robó ciertas joyas familiares en el pasado obtiene como respuesta que era una justa acción contra la explotación).






         Y lo que destaca es la fuerza de un personaje que rescata a Sonia Braga como gran actriz. Ya hacía tiempo que no tenía la oportunidad de lucirse como en aquellos tiempos de Doña Flor y sus dos maridos, El beso de la mujer araña, Tieta o en la inolvidable telenovela que la lanzó al mundo Días de baile, a finales de los años setenta. Representando su propia edad, Braga mezcla la energía (ir a bailar y besarse con un viudo), sensualidad (la secuencia con el sexoservidor) y tenacidad (su lucha contra la ambición empresarial) que también ha demostrado en su trayectoria profesional.

Sonia Braga con el realizador Mendonca Filho.