BAJO LA ARENA
(Under Sandet)
2015. Dir. Martin Zandvliet.
Al
término de la Segunda Guerra Mundial quedaron más de dos millones de minas
enterradas bajo las arenas blancas de las playas danesas. Los alemanes pensaban
que por ahí ocurriría alguna invasión y esas mortíferas armas podrían detener
al enemigo. Lo que hizo la milicia de Dinamarca fue utilizar a los prisioneros
de guerra, precisamente a los alemanes, para que encontraran y deshabilitaran
esas minas. El detalle más cruel, desde el punto de vista humanitario, es que
muchos de esos prisioneros eran jovencitos, casi niños, que las fuerzas
hitlerianas habían reclutado por el pánico de la derrota de sus disminuidas
tropas.
Al
inicio de la cinta, el rudo sargento Rasmussen (Roland Moller) pone a trabajar
a un grupo de estos muchachos bajo condiciones terribles: sin darles de comer,
presionándolos todo el día, subrayando siempre su condición de enemigos que
habían traído dolor y caos al país. Sin embargo, dentro del peligro, poco a
poco, los chicos se van ganando la simpatía del militar quien comprende su
inocencia y su posición como víctimas de un detestable régimen. Nos damos
cuenta de los sueños y las ilusiones de los jovencitos que desean estar al lado
de la mamá, comer hasta hartarse, conocer muchachas: en resumen, lo que
necesita un niño común y corriente.
El
tema de la cinta es el sentido de humanidad inherente en todo ser humano. Las
circunstancias de la guerra convierten al hombre en enemigo del hombre. La
noción de rencor y venganza son acordes con las consecuencias: los vencedores
siempre sentirán orgullo y los vencidos serán sometidos, además de ser
designados como culpables, sin considerar que ambos bandos han cometido
atrocidades. Eso sucede con estos jóvenes que siguieron órdenes y fueron
despojados de su edad y de sus ilusiones.
La
cinta es espeluznante y conmovedora en sus implicaciones. El espectador
participa al sentir el terror de los personajes que están buscando las armas,
presintiendo que en cualquier momento pueden estallar, aparte de mezclar la
compasión por estos jovencitos desamparados. Igualmente, el personaje del
sargento danés produce esa dualidad de rechazo y aceptación. El tema había sido
tratado en La gran ilusión (Jean Renoir,
1937), en la cual un oficial alemán era quien llegaba al dolor cuando tenía
que enfrentar a su némesis francés en un duelo donde había intentado fallar su
tiro: el hombre finalmente debe amar a su prójimo. Bajo la arena es ejemplo de este mandato supremo, tan
escasamente obedecido.
El realizador Martin Zandvliet
Nota: Luego de ver esta
película, uno se convence de las prioridades políticas de los Óscares. Nominada
a la mejor cinta extranjera, resulta mil veces mejor que la película ganadora,
que tiene sus logros, cuya importante cualidad fue simplemente ser iraní: pretexto para golpear al
detestable Trump.