¡HUYE!
(Get Out)
2017. Dir. Jordan Peele.
Uno
pensaba que ya no habría otras novedades en el cine de terror y de pronto llega
esta ópera prima de su director quien es actor y comediante. Ya es lugar común
decir que no importa que ya se hayan contado todas las historias porque lo que
atrapa es la manera en que se cuentan: aquí se demuestra. Chris (Daniel
Kaluuya) es un joven fotógrafo de color quien lleva cinco meses de noviazgo con
una chica blanca, Rose (la andrógina Allison Williams). Ella insiste en que
vayan ambos a conocer a sus padres que viven en el campo. El joven está
renuente porque ella no les ha dicho que es negro, pero ella le asegura que eso
no importa. Llegan al lugar donde Chris comienza a percibir situaciones
extrañas: la familia tiene un par de sirvientes negros; todos los amigos son
blancos; la madre de Rose, psiquiatra, lo invita a platicar y delicadamente lo
hipnotiza, para que vayan ocurriendo cosas todavía peores.
Chris (el estupendo Daniel Kaluuya)
con su novia Rose (Allison Williams)
Con
guiños a Atrapadas: las mujeres perfectas
(Forbes, 1975) en el comportamiento automatizado de algunos personajes; rescatando
al juego cerebral con fines tenebrosos y políticos de El embajador del miedo (Frankenheimer, 1962); atmósfera semejante a
la creada por los viejos adoradores del demonio en La semilla del diablo (Polanski, 1968); comentarios sutiles acerca
del racismo donde se elabora que la raza negra es más fuerte y poderosa aunque
utilizada, sometida, por los blancos tal cual el Perro blanco (Fuller, 1982), pero en las antípodas de La noche de los muertos vivientes (Romero, 1968), se nota el homenaje del realizador a
películas icónicas que desenvolvieron y fueron siendo iniciadoras de diversos
temas y géneros para llegar a un discurso políticamente correcto que no niega
el eterno desprecio de una raza hacia la otra, sin llegar al desequilibrio:
todo tiene sentido, todo puede comprobarse.
Una atmósfera malévola e hipócrita
La
mirada de Chris viene a escudriñar y a descubrir todo lo que se encuentra
detrás de unos sirvientes que sueltan las lágrimas; la mirada que toma
fotografías con un celular para iniciar el desvelo de la verdad; la mirada que
lanza a la carretera mientras viaja hacia ese nuevo destino y que luego será
forzada a entender todas las maquinaciones detrás de la típica familia
clasemediera alta de la campiña blanca del noreste norteamericano; la mirada
anhelada por un galerista que tuvo la desventura de perder la vista y quedar
baldado de por vida.
Los padres terribles: Bradley Whitford
y Catherine Keener (nada menos).
Uno
no pensaba que había una joyita ahí, esperando en las salas de cine para ser
descubierta. Es el nuevo género de terror: ya no son las masacres sin ton ni
son, ni los litros de sangre desbordándose. Ahora es un terror igualmente
corpóreo, que juega con el intelectual y biológico lavado de cerebro, que libra la batalla metafórica
del racismo perenne donde las víctimas ahora pueden ser verdugos aunque es un
caso, uno extremo pero nunca definitivo. ¡Ah! y todavía se da el lujo de mostrar
un ingenioso sentido del humor.
El realizador Jordan Peele deslumbra
con su ópera prima