EL ACUSADO Y EL ESPÍA
(J’Accuse)
2019. Dir. Roman Polanski.
En 1894, el capitán francés Alfred Dreyfus fue acusado de espía para Alemania, considerado traidor y enviado con cadena perpetua a la Isla del Diablo. El oficial Georges Picquart (Jean Dujardin, extraordinario) ocupa el cargo de inteligencia militar para justificar y complementar el expediente de Dreyfus, pero se empieza a dar cuenta de que hay algo turbio en la condena de Dreyfus. A pesar de que él mismo es antisemita y no acepta al acusado, prefiere investigar y ponerse del lado de la justicia, porque por encima de todo se encuentra el honor y la verdad. Así, pasarán unos años antes de que pueda haber alguna aclaración.
Un extraordinario Jean Dujardin
que ha demostrado su calidad
a pesar del Óscar y de la truculenta "El artista"
Utilizando un asunto de la vida real,
el maestro Polanski analiza temas que se han vuelto muy vigentes en los últimos
años: la manipulación de la mentira, además de las falsas acusaciones, las
condenas inmediatas por parte de la sociedad, el racismo feroz. El caso Dreyfus
fue muy sonado porque puso en evidencia el antisemitismo, tendencia y actitud de
gran hostilidad hacia la raza judía, que alcanzaría su cenit durante la Segunda
Guerra Mundial. El título original se refiere al artículo que el escritor Emile
Zolá publicó en el diario “La aurora”, donde acusaba a militares y otras
personalidades como farsantes y deshonestos. Llevado a juicio, fue acusado por
difamación y condenado a un año de prisión. Todo su discurso volvería a
exonerarse dentro de un tiempo.
Dreyfus (Louis Garrel), izquierda.
Polanski se regodea con el personaje de
Picquart, que se vuelve protagonista principal en esta narrativa. Personaje
complejo cuya situación personal y política no presentaba problema alguno, pero
quien decidió buscar la verdad
anteponiéndola a sus propios prejuicios, ventajas y limitaciones,
demostrando así gran respeto a la dignidad humana. Pasarán años y habrá muchas
acciones temerarias para alcanzar su objetivo. En contraste, los demás
oficiales se presentan como fríos y despreciables. Amparados en la “etiqueta”
del honor militar que, desgraciadamente, ha sido pisoteado por errores e
intereses particulares, escuden sus ocultas perversiones, odios y defectos. Cuando
se expresa que no es posible que la gente desconfíe de quienes representan al
honor militar, uno tiembla y se enoja ante la corrupción rampante y tantos
ejemplares que son modelos perfectos para todo lo contrario a la rectitud.
Zola, en el juicio (André Marcon)
Polanski, acusado de violación en 1977,
y luego de un largo juicio, e instancias legales (donde la misma víctima quiso
retirar los cargos sin que se le permitiera), tuvo que radicar en Francia desde
donde ha filmado sus siguientes obras maestras. En 2002 tuvo su gran éxito con El
pianista que le llevó a ganar un Óscar como mejor director (para que luego
la Academia, en su afán político, lo expulsara de la misma) para demostrar que
el hombre y el artista son diversos: no puede juzgarse a uno como ser humano junto
con su obra. Una carrera cimentada desde los inicios en calidad y talento no
puede negarse de ninguna manera.
El caso Dreyfus (Mèliés, 1899)
¡Yo acuso! (Ferrer, 1958)
Prisioneros del honor (Russell, 1991)
El acusado y el espía (Polanski, 2019)
El asunto de esta película ya había
sido filmado por Georges Mèliés desde el aspecto documental, en varios cortos
de un minuto, en 1899 (L’affaire Dreyfus), cuando Dreyfus fue retornado
a Francia para su nuevo juicio. Posteriormente, en 1958, el actor José Ferrer
dirigió y actuó en la producción británica de la MGM, Yo acuso donde se
centraba en el propio oficial condenado. En 1991, Ken Russell filmó Prisionero
del honor, cinta para la televisión donde Richard Dreyfuss interpretaba al Coronel
Picquart. Con un elenco de primera categoría, Polanski nos ofrece su vigesimotercer
largometraje para hablarnos de la intolerancia y la injusticia como elementos
que han sido fatales para la humanidad y que él los ha vivido en carne propia.
El maestro Polanski dirigiendo a Dujardin...