jueves, 1 de abril de 2021

DUELO DE TITANES

 

GODZILLA VS. KONG
2021. Dir. Adam Wingard.

         En 2014 escribí lo siguiente por el estreno de Godzilla, dirigida por Gareth Edwards:

Sabemos que este tipo de película “de verano” no es para gente pensante sino para personas que quieren solamente ver imágenes pasar ante sus ojos y quedarse con la anécdota y los efectos especiales: quizás por eso la cinta fracase (o gane por el morbo, mientras no se deje de recomendar a la película). O tal vez le agrade esta soberbia alegoría sobre el descontrol del poder o el peligro inminente de la energía nuclear (cf. Chernobyl) o el caos paranoico luego de las Torres Gemelas o el entendimiento tardío de los sacrificios personales.

Siete años más tarde, luego de Kong: Isla Calavera (2017) y Godzilla: rey de los monstruos (2019), el mismo estudio nos trae una confrontación, que será aparente, entre ambos iconos del cine de fantasía y aventura, bajo la idea de congraciarlos con el espectador.

         Kong vive en una isla donde es observado bajo un biodomo por la doctora Andrews (Rebecca Hall) quien protege a la huérfana (sordomuda) Jia que tiene una relación intuitiva con el gran gorila. Cuando el Dr. Lind (Alexander Skarsgard) es contratado por Simmons (Demián Bichir), el dueño de la compañía Apex, para que llegue hacia la Tierra Hueca (en el centro del planeta) y pueda conseguirse un tipo de energía poderosa, deberá utilizarse a Kong como guía, debido a su fortaleza. Mientras tanto, ha reaparecido Godzilla, porque no quiere que existan dos titanes en el mundo y busca a Kong, además de destruir las instalaciones de Apex en Florida. Por otra parte, un trío de jóvenes, extrañados por el resurgimiento de Godzilla, investigan cuáles son los motivos del hecho.

         Estos elementos dan lugar a una trama esquemática que no produce confusiones y que repite, de otra manera, con espléndidos efectos visuales, el mismo discurso de seres que, en principio, son destructores y amenazantes para la humanidad, pero finalmente son justificados como benéficos. Lo que busca esta cinta es darle un sentido de pertenencia y origen al gran mono, además de reivindicar al gran reptil. La exploración hacia el centro de la tierra da lugar a una serie de cuestionamientos interesantes que no se exploran y permanecen como mera idea de un origen. La facilidad del viaje nos trae, como referencia obligada, las tribulaciones narradas por Julio Verne en su novela, que eran más imaginativas. Un director mediocre como Wingard debió disfrutar mucho sus efectos especiales.

         El personaje de Godzilla es una marca de la compañía japonesa Toho que ha producido infinidad de cintas a su alrededor. De hecho hubo ya una confrontación entre King Kong y Godzilla en 1962,  pero también “Godzilla contra Mecagodzilla” en 1974. La diferencia, ahora, es, aparte de muchos millones de dólares en producción, que la ciudad destruida ya no es Tokio sino Hong Kong. Esta nueva entrada en la franquicia de universo de monstruos queda como mero entretenimiento banal. No posee las características que mencioné al inicio por la cinta de Edwards. Viene a ser el regodeo con los efectos especiales de moda, sin profundizar en el peligro de la energía descontrolada, ni en las conspiraciones corporativas. Se explica de manera sencilla ante la tragedia que hemos vivido en 2020 con la pandemia: hay que divertir y divertir. No debe reflexionarse sobre un posible apocalipsis alegórico.