viernes, 2 de julio de 2021

UN BESO: REVELACIÓN

 MATTHIAS ET MAXIME
2019. Canadá. Dir. Xavier Dolan.

         Matthias (Gabriel D’Almeida Freitas) es abogado con buenas perspectivas en su empleo. Maxime (Xavier Dolan) va a emigrar a Australia porque necesita alejarse de una madre enferma, adicta y destructiva. Ambos han sido amigos desde la infancia. Un fin de semana se reúnen en la casa del grupo de antiguos compañeros que se frecuentan. La hermana de su anfitrión es una joven aspirante a cineasta y les pide que participen en uno de sus vídeos. Maxime acepta pero Matt se niega hasta que pierde una apuesta que lo obliga a salir en la filmación: un detalle que no les habían dicho es que tenían que darse un beso. Pasa el tiempo. A dos semanas antes de que Maxime se vaya, Matt asiste, junto con su novia, a la casa de la madre de quien fuera el anfitrión de la vez anterior. Ahí, la joven cineasta muestra el vídeo que todos alaban. Matt está inquieto y hasta discute con su novia pensando que se ha enojado y hasta se justifica que fue obligado a hacerlo. Ella reacciona desconcertada porque no lo había tomado en serio. Una semana antes de que Maxime parta, se celebra su cumpleaños en la casa de la madre de Matt quien lo aprecia mucho desde que era niño, amigo de su hijo. Le piden a Matthias que pronuncie un discurso para Max pero solamente se confunde, no sabe qué decir y termina con palabras sueltas. Posteriormente al festejo habrá una reunión en casa de otros amigos, en honor a Max. Matthias se disculpa pero su novia le reclama que lo haga. Accede a asistir y ahí, nervioso, provoca una pelea por nimiedades con otro de los invitados. Luego de la tensión posterior, Matt se encuentra solo con Max en uno de los cuartos traseros de la casa y ahí se besan apasionadamente.
         Si le comento esta sinopsis con tanto detalle es para establecer la anécdota básica de un guion muy bien elaborado donde se diseccionan a los sentimientos ocultos en las profundidades del alma que, de pronto, cierto día, surgen a la superficie para provocar confusiones, suspicacias, miedo de que se destruya la máscara que ha cubierto verdades incómodas, temor a que se destruya el equilibrio cotidiano, pánico de la confrontación con uno mismo que llevará al cambio radical. Xavier Dolan, luego de ser el niño terrible del cine canadiense, ganarse premios y escandalizar por sus temáticas, llega a los 30 años y filma una cinta contenida que no deja cabos sueltos y explora a dos personalidades distintas que siempre se han querido pero quienes no habían tomado conciencia de que se amaban hasta que ocurre esta situación nunca planeada. Hasta entonces eran dos colegas, dos amigos que se complementaban con su amistad sin darle otra justificación.
         Cada personaje se encuentra muy bien delineado: Maxime vive solo pero atiende a una madre que, aparentemente, acaba de salir de alguna rehabilitación pero quien lo rechaza y prefiere abiertamente a otro hijo que se encuentra lejos. Tiene un lunar, mancha roja, sobre su mejilla derecha, que le da cierta vulnerabilidad. A Max no le queda otra salida que alejarse, ir a trabajar en empleos meniales a un país distante. Es un ser fuerte que, de todas formas, se siente frágil ante una madre que se torna en gran energúmeno. Matthias es abogado exitoso al cual su jefe le predice buen futuro. Tiene novia y su existencia es más bien simple y conservadora, además de mostrar un equilibrio emocional. Es quien atiende a los clientes importantes. Es el que corrige a los demás. Es la formalidad en contraste con la simpleza de Maxime. Por eso son sus temores. Por otro lado, para Maxime, en el momento en que sale hacia el aeropuerto, encuentra a Matthias en su puerta, quien le sonríe.