lunes, 7 de septiembre de 2009

EL IMPERIO DESVANECIDO





Dentro de la Semana del Cine Ruso que Cinépolis ha patrocinado con escasa respuesta de público, pero títulos magníficos, pude ver "El imperio desvanecido" (Karen Shajnazarov, 2008), impactante y contrastante añoranza del pasado por parte de quienes vivieron el régimen cerrado, totalitario, limitante, de la Unión Soviética. Sergei (Aleksander Lyapin, en su debut fílmico, extraordinario) es un joven de dieciocho años, en la Moscú de 1973, sin interés en la academia, como corresponde a "la poca edad sin experiencia" pero quien dirige sus intereses a las muchachas, la música, la ropa de contrabando. Vende libros de su abuelo, arqueólogo famoso, a las librerías de segunda mano, donde consigue los rublos suficientes para sus lujos. La cinta nos muestra su noviazgo con Liuda (Lidiya Milyuzina), jovencita conservadora con la cual lleva una relación convencional pero con crasos errores (le es infiel con otra compañera; la deja plantada cuando van a ir al teatro); por otro lado están las relaciones con Stepán (Yegor Baranovsky), uno de sus amigos ortodoxos y con Kostya (Ivan Krupeyenko), el amigo que participa en un grupo de rock y quien lo inicia en la mariguana. Con el tiempo, Liuda lo deja por Stepán con quien se casa; Sergei escupe a su amigo cuando lo reencuentra en los pasillos de la escuela. El muchacho abandona los estudios y entrará a la milicia, pero antes deberá ir a las ruinas de Khorezm, en Uzbekistán, porque su abuelo se lo exige. Ante las majestuosas ruinas de una ciudad de la antigüedad, conquistada por Ghengis Khan, Sergei toma conciencia del pasado imponente y uno imagina que eso lo llevará por otros caminos. Un epílogo, treinta años más tarde, nos muestra a un hombre regordete que se dirige hacia un maduro Sergei (que nunca veremos porque la cámara queda sobre el otro) y se presenta como Stepán. Ya no hay rencores. Solamente queda el deseo de que las cosas fueran como antes. Y aceptar una realidad ya inamovible ya imparable...

Aunque en la película escuchamos de repente la frase de que se quiere ser libre, viajar por donde se desee y tener acceso a lo que se antoje, todavía faltarían años para que ocurriera el final de la Unión Soviética, el "Glasnost", Gorbachov y la realidad actual con los problemas naturales de la decadencia mundial. Sin embargo, esos jóvenes que tenían que encontrar rublos donde fuera para comprarse el último álbum de los Rolling Stones o los pantalones de mezclilla Wrangler, arriesgándose a ser atrapados en redadas policiacas; los civiles que tenían que entregar sus pertenencias de mercado negro a la autoridad para evitar la cárcel; la sociedad que recibía adoctrinamiento nacionalista (las bondades de Lenin y el comunismo o la literatura que cantaba al pueblo) tanto por academia como por la televisión y los discursos de Brezhnev, ahora ha terminado por aferrarse al deseo, el ensoñamiento de volver a aquellos tiempos más cerrados pero más controlados.

Lo más importante es que ese deseo está en el discurso del gran realizador Shajnázarov (nacido en 1952; veinteañero en los setentas) y su punto de enlace es una ciudad de la antigüedad en el corazón de su URSS. Es el canto de una generación que nota la magnificencia del pasado con toda la miel que la nostalgia y la memoria derraman sobre los recuerdos.

Habría que preguntar a los jóvenes. Los que ahora son adolescentes o veinteañeros y quienes tienen menos restricciones y han vivido otro país y otras circunstancias desde que nacieron, sin contrastes con la experiencia del pasado. Es lo mismo que los jovencitos usuarios del Blackberry, el WiFi, el XBox, el Twitter o el bombardeo de imágenes con todo un mundo tecnológico gracias al celular que viven en un México del cual no vivieron Avándaro ni Tlatelolco (al menos en contexto noticioso cotidiano), ni los Estados Unidos de Manson, Kent State, Woodstock o Nixon y Vietnam.

Es el mismo caso de los cinéfilos o "filmmakers" que viven sin la referencia del cine que les antecedió.

¡Qué extraordinaria película! (Varias fotos y una del maestro Karen Shajnazarov).

P.D. Si leen esta entrada, busquen los datos de las cintas que faltan de aquí al jueves 10 dentro de esta Semana deliciosa. Para seguir con la presión: el viernes 11 comenzárá el Tour de Cine Francés para que no nos quejemos de que no hay material interesante ni sólo norteamericano...