sábado, 7 de abril de 2012

LA ARENA DEL DESIERTO



LAWRENCE DE ARABIA
(Lawrence of Arabia)
1962. Dir. David Lean.




T.E. Lawrence (1888 – 1935) fue un personaje importante para levantar la moral británica, sobre todo a finales de la Primera Guerra Mundial. Como agente secreto enviado a conocer la situación que había entre los árabes que estaban combatiendo contra los turcos, pudo integrarse a la lucha como una fuerza cohesiva entre diversas tribus arábigas. Sin seguir instrucciones definidas logró invadir desde tierra, cruzando el terrible desierto, una posición frente al mar, sin derramar sangre. De esta manera se tornó en figura emblemática, autoritaria y exitosa en la derrota turca. Lawrence era un soñador idealista: buscaba la manera de alcanzar paz y armonía, aunque no dejaron de haber quienes lo criticaron como oportunista: alguien que se aprovechó de la situación imperante para lograr sus propios fines (“Lawrence se retiró al candelero para gozar su gloria”).

En 1962 se estrenó la versión fílmica de dicha historia con todas las libertades poéticas y los cambios históricos pertinentes para darle sentido de ser al héroe. Producida desde 1960 para iniciar rodaje al año siguiente y ser rodada por más de ocho meses en locaciones de Jordania, Marruecos y España, se convirtió en gran éxito y los públicos del mundo la acogieron decididamente. No obstante, Lawrence de Arabia fue una producción audaz, un riesgo millonario, una apuesta contra las convenciones usuales: sin estrellas, sin mujeres, con poca acción y como sustento temático está la simple persecución y realización de la idea de un hombre. Curiosamente, fue aceptada y es un ejemplo del cine que se impone por lo visual, lo conceptual, lo sugerente. Es impensable imaginar que esta película hubiera podido ser realizada en estos tiempos. Ni siquiera diez años más tarde después de su producción.

La vastedad del desierto, sus acechanzas, peligros y bondades, con todo lo que significan como hábitat de comunidades que tuvieron el destino de nacer en sus alrededores. Lawrence, estudiante de arqueología, tuvo la suerte de viajar por esos rumbos, y aprender idiomas y dialectos, para su tesis de maestría en Oxford. Esa ventaja, más su habilidad para la cartografía, le permitieron tener empleo en un destacamento militar británico en El Cairo, por lo que uno de sus mentores civiles lo seleccionó para que siguiera la comisión mencionada y de ahí el camino a su grandeza. Y por eso vamos al desierto y nos enteramos de las grandezas y debilidades del personaje. Su acercamiento con el príncipe Faisal (Alec Guinness)

quien le apoya indirectamente, además de su cercanía con Alí (Omar Sharif)

centrado con su conciencia moral, y con Abu Tayi (Anthony Quinn)

vulgar y mercenario, hace que Lawrence vaya compenetrándose en los ideales de esa cultura que aprecia y a la que desea apoyar.

Lawrence de Arabia fue otra creación del editor, guionista y excelso director
David Lean (1908 – 1991).


Su filmografía oficial consta de 16 películas y la que ahora menciono fue la número trece de su carrera. Sus constantes generales coinciden en el cuidado técnico y en su exigencia personal hacia sus actores y al equipo profesional que le acompaña. En general, sus personajes son idealistas que persiguen un sueño: libertad, redención, amor. El ambiente en que viven les define y caracteriza. Las tradiciones son limitantes. Los personajes tienen un destino usualmente trágico a pesar de la satisfacción o represión de sus deseos e instintos: por eso los finales son aparentemente felices o abiertamente desesperanzadores.

Así tenemos que la solterona de Locura de verano

vive un amor anhelado pero infructuoso; el general de El puente sobre el río Kwai

tiene que aprender, dando su vida, sobre las imperfecciones del mundo; el médico y poeta Zhivago darse cuenta que la sociedad será un obstáculo para su vida plena en Doctor Zhivago

algo que es semejante para la protagonista de La hija de Ryan.


En este caso, Lawrence se dará cuenta que de pronto todo se quiebra: los buenos motivos no dejan de lado a la crueldad y a pesar de la búsqueda de paz, la vida te lleva hacia la sangre. Lawrence de Arabia inicia con un accidente motociclista donde el personaje pierde la vida para irse en retroceso a su historia, su aspecto optimista y todo el proceso de endurecimiento y salida de ese mundo que ayudó a conformar.

Fue de las últimas películas filmadas directamente en 70 milímetros, lo que permite una claridad espléndida (uno espera ansiosamente que editen la versión en Blu-ray) y esas tomas impecables. Estando en el desierto, emos que un punto en la lejanía va tomando movimiento y va acercándose para tomar la forma de un jinete que cabalga; un cerillo se enciende para dar paso al ardiente sol; los acercamientos extremos dan idea de las emociones que se están viviendo.

En su monumental biografía sobre David Lean, el historiador Kevin Brownlow
("David Lean: A Biography", St. Martin Press, 1996)


registra hechos y detalles minuciosos de cada una de sus cintas. En este caso comenta que originalmente se había pensado en Marlon Brando y Albert Finney para el rol principal. Afortunadamente uno no estuvo disponible y el otro tuvo crisis de “estrellato” (no quiso comprometerse a varias películas por contrato: apenas despuntaba), por lo que Lean se decidió por un actor desconocido, secundario en una cinta donde lo vio, llamado Peter O’Toole


quien así sería lanzado al firmamento estelar, convirtiéndose en uno de los mejores actores del cine universal. Igualmente pasó con el joven Omar Sharif, quien había sido estrella del cine egipcio, caído en desgracia y vuelto a recuperar para esta película. El reparto es magnífico, con actores de renombre pero siempre secundarios o de soporte (Quinn se haría más popular en pocos años más).

Aquí en Monterrey pasó por esos años sesenta en el muy añorado Cine Montoya con el esplendor de pantalla y sonido. Sin embargo, pasó con cortes. Por un lado, comercial, porque querían que fuera más corta que su duración original (227 minutos que se recuperan en el DVD que se vende); en otro caso, por la censura estúpida: una secuencia admirable donde Lawrence es hecho prisionero para ser violado por un general turco (José Ferrer), donde todo se sugiere por tomas de miradas y bocas, pasaba en esa proyección de antaño, directamente de su detención hacia la toma donde era tirado a un charco fuera del cuartel. Siempre alabo las bondades del tiempo, la distancia y la tecnología. Aunque hayan pasado los años, tenemos evidencia de la verdad.



Este año cumplirá cincuenta años de su estreno para convertirse en una de las mejores películas en la historia del cine. No dejen de disfrutarla. Visitarlas será siempre el mejor tributo que pueda hacérsele a las joyas del cine.