miércoles, 11 de abril de 2012

LA MENTIRA DEL TRIUNFO

LA CAZA
1966. Dir. Carlos Saura.

Cuando vi la entrega de los premios Goya en marzo pasado, me enteré del fallecimiento de
Angelino Fons (1936 – 2011)


un realizador que se había insertado dentro del gusto de la crítica europea con su cinta inicial
La busca (1966)


basada en una novela de Pío Baroja, que no me tocó conocer porque no fue exhibida en nuestra ciudad (y no eran los tiempos del DVD ni de la Internet, pero sí pude ver la siguiente
Cantando a la vida, 1969


ya que tuvo mejor distribución porque su intérprete principal era la cantante Massiel, ganadora del premio Eurovisión, representante de una pseudocanción de protesta que nos atrapó a todos los güerquetes de esos tiempos (“es más fácil encontrar rosas en el mar…”). Era una comedia frívola donde se hablaba de María, ídolo juvenil que, cierto día, desaparecía misteriosamente. Se le consideraba un truco publicitario pero en realidad había un secreto involucrado. Todo era simple y mero pretexto para mostrar a la estrella cantando algunos éxitos. Fue así como Fons quedó considerado realizador de una sola película ya que nunca pudo recuperar el aprecio de esa ópera prima a su producción posterior (aunque luego lo intentó con dos adaptaciones de Pérez Galdós: “Fortunata y Jacinta” o “Marianela”, que no convencieron, aunque sí ganaron la taquilla del público; en la segunda aparecía Rocío Dúrcal)


Sin embargo, Fons había sido coguionista de La caza de Carlos Saura (quien se volvería el mejor director de toda una generación del cine español, a nivel mundial) y repetiría en sus siguientes dos cintas: “Peppermint Frappé” (1967) y “Stress es tres, tres” (1968). Al repasar estos productos, uno debe concluir que Fons era mucho mejor colaborador que director. Las cintas son rigurosas, supieron escabullir a la censura franquista dando a entender muchas cosas de manera indirecta que jamás habrían sido permitidas. La oportunidad de volver a visitar La caza me permite recordar, también como reflejo indirecto, a Angelino Fons y agradecerle que haya existido en una época difícil y aportado elementos que conformaron parte de la cultura que se desarrollaba en la oscuridad, en la inconformidad, en la realización de obras importantes aunque fuera “a la chita callando”.

La caza es una obra maestra que ha soportado el tiempo transcurrido desde su estreno y el premio de Oso de Plata a la mejor dirección en el Festival de Berlín, en esos maravillosos años sesenta cuando Europa deslumbró a todo el mundo con sus cinematografías particulares. El joven Carlos Saura (1932, todavía vivo y en activo)


nacido en Huesca (aragonés, como Luis Buñuel quien fue su mentor y ejemplo) estudió cine en Madrid. Sus cortometrajes datan de 1955, pero fue hasta 1960 cuando filmó Los golfos, primer largometraje, al cual seguiría Llanto por un bandido (1963). Dos años más tarde, gracias al apoyo del productor Elías Querejeta (quien sería su soporte financiero en una docena de películas) pudo iniciar el rodaje de La caza para iniciar formalmente su carrera prestigiosa, apuntalada por los festivales internacionales de cine.

La caza sucede en un día y narra lo que acontece durante una cacería de conejos en un vasto predio en la comunidad de Castilla, perteneciente al terrateniente José (Ismael Merlo)

al cual acompañan sus amigos de generación con los cuales peleó durante la Guerra Civil española: Paco (Alfredo Mayo)


y Luis (José María Prada)


además está el joven Enrique (Emilio Gutiérrez Caba)


cuñado de Paco y empleado suyo. Se va mostrando desde la llegada a un café – gasolinería hasta el preámbulo en la casa del predio donde vive el cuidador con su madre y una jovencita. Luego comienza la cacería en un lugar más alejado rodeado por montañas con cuevas. José ha organizado esta reunión bajo el pretexto de volverse a ver luego de muchos años, aunque su objetivo personal sea pedir ayuda económica a Paco ya que su nueva relación con una joven le ha ocasionado dificultades financieras. Luis tiene conflictos personales por el abandono de su mujer, cayendo en el alcoholismo. Paco es un hombre frío y astuto que mata por placer. Todo terminará con un enfrentamiento entre ellos, siendo Enrique mero testigo inocente y circunstancial de los hechos.

1. Los personajes adultos son franquistas: lucharon en ese bando y triunfaron. Saura y Fons, no obstante, nos cuentan que personalmente han fracasado: sus vidas sentimentales no fructificaron. Hay un cuarto compañero que solamente es mencionado: se suicidó luego de otro revés que le dio la existencia.

2. Paco es el único que ha destacado de entre ellos. Es un hombre que no soporta las debilidades y al ver al peón que sirve de cuidador del predio, quien es cojo, expresa que le molestan los “tullidos”. En algún momento comenta a favor de la eugenesia.

3. José tiene un secreto que, en realidad, es secreto a voces. A toda persona que ha ido a su predio le lleva a una cueva que mantiene cerrada con portón y candado. Muestra a Paco el esqueleto de un republicano que luchó ahí, murió y fue descomponiéndose con el tiempo.

4. En algún momento se habla de que el pez grande se come al chico y se comenta que nadie sabe si de pronto los más débiles podrán reaccionar.

 (Ismael Merlo, Alfredo Mayo, José María Prada y Emilio Gutiérrez Caba)

Estos mínimos momentos dan idea de lo que era la metáfora verbal-visual que las personas inteligentes debían utilizar para jugar y engañar a la censura. Dar idea de la naturaleza y fondo político-social de la diferencia de clases y de quienes lograron salir adelante con el triunfo de la dictadura. Eso sucedió en las diferentes manifestaciones artísticas durante el larguísimo franquismo. Hay una hermosa secuencia donde la cámara recorre el cuerpo semidesnudo y dormido de Paco mientras escuchamos su sueño. Al llegar a los pies se continúa en Luis con otra de sus obsesiones personales. No hay tranquilidad en ellos: sus fantasmas le persiguen: han sido los criminales y abusivos. Por ende, deberá aflorar la verdad, su egoísmo, la falsedad del triunfo y la amistad: la cacería entre ellos mismos como perros, como hurones contra conejos...


Saura utiliza un contrapunto en el personaje de Juan, el cuidador (Fernando Sánchez Polack), al cual José, su patrón, le niega ayuda, pero del cual tiene una mala imagen y piensa que aprovecha de su situación cuando somos testigos de que se encuentra en una posición desventajosa. No importa la pobreza porque los pobres están así debido a su propia voluntad y falta de esfuerzo: algo que ha sido común siempre. Más que pensar en ellos es mejor convencerse de que la pobreza no existe y manifestarlo a los cuatro vientos, aunque el temor personal más grande que se tenga sea caer en ella misma.


Saura nos ofrece un homenaje que referencia a Buñuel: Luis es quien aplasta un alacrán que pasa por su camino. Luego, al ver un escarabajo, toma un alfiler de su camisa y lo atraviesa sin mayor escrúpulo. Lo coloca en un viejo maniquí que ha comprado en el pueblo para la práctica del tiro al blanco y es, precisamente este escarabajo, su punto de interés. Ese mismo maniquí será quemado como recuerdo a la Lavinia artificial de “Ensayo de un crimen”. Y además está el esqueleto con uniforme enemigo en esa caverna desolada.


Saura se rodeó de un grupo de actores de primera categoría. Merlo había participado en Rojo y negro (Arévalo, 1942) donde se buscaba la conciliación entre fascistas y comunistas, por lo que la cinta fue prohibida y secuestrada hasta que se recuperó en los años noventa; Mayo en Raza (Sáenz de Heredia, 1942), escrita por el mismo Franco, donde se exaltaban los valores fascistas; Prada, más joven por una década de los otros, tenía en su haber la participación en el cine iconoclasta del franquismo (Bardem, Picazo, Regueiro) y aparecería en La busca. Todos, actores comprobados, de gran calidad, representantes de un cine viejo y nuevo (como Emilio Gutiérrez Caba, en otro tono).

Así que derivando de un coguionista cuyo fallecimiento me colocó en otro trance de nostalgia pude acercarme a La caza y darme cuenta de la gran suerte que me tocó por vivir un cine impactante, innovador, trascendente que estaba lleno de inquietudes, estableciendo los cimientos del porvenir. Ahora quiere uno compartir la experiencia y rendir tributo: ¿qué más nos queda si no es aprovechar el presente?