viernes, 28 de febrero de 2014

FAMILIA DISFUNCIONAL Y ABURRIDA

LAS VUELTAS DEL DESTINO
(August: Osage County)
2013. Dir. John Wells.



        Una madre drogadicta porque padece cáncer de boca además de arrastrar tras de sí una infancia miserable. Dos hijas que se reúnen en casa porque el padre ha muerto. La familia cercana: tía con esposo e hijo, marido e hija de una, novio de otra. Una tercera hija que sigue viviendo cerca de la madre. Todo esto sucede en un condado de Oklahoma en ese período caluroso de agosto donde se revelarán secretos largamente guardados. Siguiendo una fórmula ya explorada en obras teatrales como “¿Quién teme a Virginia Woolf?” o “Largo viaje hacia la noche” o “Una gata sobre el tejado caliente” donde surgen los amores u odios familiares, la película se basa en una exitosísima obra teatral de Tracy Letts que ganó muchos premios en Broadway y hasta el prestigioso Pulitzer en dramaturgia. El mismo autor fue el adaptador cinematográfico. No se explica uno el motivo de que la cinta sea fallida aunque sí es lógico que su taquilla se deba más que nada al elenco.



        Meryl Streep es Violet, la matriarca que vive lanzando veneno a su alrededor, mostrando un cariño intermitente pero rudo hacia las hijas, y definiéndose públicamente como un monstruo. Julia Roberts es Bárbara, la hija mayor, con marido (Ewan McGregor) que se ha separado por estar con una mujer menor en edad e hija de catorce años, avanzada para su edad (Abigail Breslin). La siguiente hermana es Karen (Juliette Lewis) que vive buscando el amor entre gandules que la engañan como sucede con el último novio que trae a casa (Dermot Mulroney). Finalmente Ivy (Julianne Nicholson), quien vive cercana a su madre pero es blanco de sus burlas porque es solterona. Alrededor está la hermana de Violet, Mattie Fae (Margo Martindale) quien repudia a su hijo (Benedict Cumberbatch, en un rol fatal) y domina a su marido Charlie (Chris Cooper). Y la sirvienta Johnna (Misty Upham) quien funciona como testigo mudo del tremendo caos en que se basa esta familia disfuncional. El prólogo introduce al marido de Violet, Beverly (Sam Shepard) para dejar establecida su sensibilidad poética y su ambigua disposición ante su mujer.



        Es el microuniverso emocional de una familia que ha callado sus secretos por años y ha alejado a algunos de sus miembros. Es la comida familiar, luego del funeral donde todas las pasiones se pondrán en juego para dar rienda suelta a revelaciones inesperadas. Hay peleas, quebradero de platos, frases hirientes como gatillos disparadores de que la familia disfuncional se establezca como tal y los motivos que la llevó a dicho estatus.



        No puede negarse la capacidad del elenco. Lo que debe admitirse es que no fue aprovechado de la mejor manera y que la selección pudo haber sido con actores más cercanos a estas realidades. Meryl Streep ofrece una mala actuación, algo difícil de creer, aunque luego de verla, por ejemplo, en “¡Mamma Mía!” sabemos que esto es posible. Aullante, todo el tiempo vociferando y tomando pastillas, además de fumar incesantemente, llega a ser desesperante. No es la Streep diferente y equilibrada que conocemos.Y la gran sorpresa es la Roberts interpretando un rol adecuado para su edad, donde no sonríe y la seriedad le imparte alguna dignidad que no se encontraba en muchos de sus frívolos roles porque jamás se le tenía como actriz sino como estrella. Entre tanto personaje, también sobresale Margo Martindale como la hermana de Violet, igualmente endurecida por una infancia tenebrosa.

El director John Wells 



        Si se contara la trama se darían a conocer situaciones clave. Sabemos que todo ha sido narrado y lo que importa es la forma en cómo se narra. En este caso Letts, sobre todo actor, añade secuencias fuera de casa para darle movimiento fílmico pero no se puede ocultar el origen teatral de la cinta, algo que otro guionista hubiera superado para que no se notara tan abiertamente el fracaso de un melodrama que habría sido delirante. Quizás el ambiente cerrado de un teatro permite que tantos  personajes se representen más ricos y no se sientan diluidos como sucede en esta película. Qué pena.

sábado, 22 de febrero de 2014

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE LAVA

POMPEYA
(Pompeii)
2014. Dir. Paul W.S. Anderson


        Con un epígrafe de Plinio, el joven, historiador de la Antigüedad, donde describe el horror que suscitó la destrucción de todo un pueblo por la erupción del volcán Vesubio, entre imágenes de cuerpos carbonizados, arranca esta película  romántica y épica que nos devuelve a las sagas de gladiadores, romanos, cruentas batallas o bárbaros enfrentamientos en los coliseos.


        Milo (Kit Harington, con voz ronca y ceño rudo) sobrevivió la masacre que ordenó el oficial romano Quintus Corvus (Kiefer Sutherland, sobreactuado con un acento que produce risa) contra su pueblo celta, cuando era pequeño. No obstante, es tomado como esclavo que, años más tarde, será obligado a pelear como gladiador. El destino lo lleva a Pompeya, el reencuentro con el masacrador, la relación indirecta con una joven aristócrata (Emily Browning) y la inesperada erupción del Vesubio.


        Una agradable sorpresa que no puede evitar la comparación con otras películas de amores condenados a la separación o la tragedia, enmarcados por una desgracia natural que ofrece el atractivo para espectadores deseosos de sumergirse en el entretenimiento y las pasiones humanas. Todo lo que sucede en “Pompeya” no ofrece novedad y llegamos a la eterna frase de que no hay nada que no se haya contado: lo que importa es cómo se cuenta.


        Milo ha logrado salir adelante gracias a su tenacidad y fuerza, además por el contenido deseo de venganza. Desconfía de todos. Soporta vejaciones. El ahora senador Corvus es prepotente, chantajista, lujurioso y terco por obtener a la joven Cassia quien se enamora, por supuesto y definitivamente, del esclavo. Hay el enfrentamiento, excelentemente coreografiado y resuelto, en la Coliseo pompeyana, aparte de la espectacular presentación de una erupción del gran volcán. Muchos elementos y otros personajes entrañables que usted descubrirá.


        “Los últimos días de Pompeya” están en el cine desde hace cien años: en Italia se filmó una producción espectacular en 1913, de Mario Caserini, con la corrupción de los aristócratas como base.



Hollywood retomó el asunto en 1935 bajo las manos mágicas de los creadores de “King Kong” (Cooper y Schoedsack) utilizando una subtrama de cristianismo.



En 1959, dentro de la serie de cintas europeas que tomaron el género de gladiadores o fantasía mitológica, también surge la venganza por la muerte del padre.

Y se han filmado diversas producciones para la televisión.



        El realizador Paul W.S. Anderson (no confundir con el creador de “Boogie Nights” o “Magnolia”) se ha dedicado a un cine inmejorable de acción, con la serie de cintas de “Resident Evil”, luego de haberse dado a conocer por otro videojuego llevado a la pantalla (“Mortal Kombat”). Pertenece al conjunto de realizadores que ha sabido darle un matiz y otro sentido metafórico a este género básico (como Zach Snyder o Justin Lin) y en este caso, se apoya en el romance y en el trágico fin. Lo que debe agradecérsele es precisamente ese sentido amoroso que torna una trama convencional en metáfora del amor enloquecido, nunca consumado, siempre presente, entre seres humanos. La última imagen es un gran ejemplo de poesía fílmica. ¡Descúbrala!


        

viernes, 21 de febrero de 2014

ESCLAVITUD E INGENUIDAD


Se estrenan dos películas que muestran ambas caras de la moneda: una repite la brutal realidad que vivió la raza negra en Estados Unidos, hasta antes de los derechos civiles y la modernidad; por otro lado, la creación de una película dentro del mundo de Disney que negaba cualquier idea de malestar social y sus personajes malvados no lograban trascender y recibían su merecido. Entre la pesadilla y el sueño maravilloso de este mundo en que vivimos, cada una es eficaz en su discurso y ambas nos conmueven por distintos motivos.

 
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12 AÑOS ESCLAVO
(12 Years a Slave)
2013. Dir. Steve McQueen.

 


        Solomon Northup (un excelente Chiwetel Ejiofor) es un violinista negro que vive libre en Washington City, Nueva York. El año es 1841. La esclavitud no es aceptada en los estados del norte. Un par de tipos lo engañan contratándolo para una gira, pero en realidad lo han vendido como esclavo trasladándolo a Louisiana. Inicia así una terrible etapa de su existencia: primero es comprado por un hombre bondadoso pero firme en su calidad de esclavista. Luego pasa a manos de otro ser terrible.
 


        La tercera cinta de Steve McQueen está basada en un libro escrito por el mismo Northup luego de ser liberado y que permitió conocer la brutalidad de los amos sureños. Ya no estamos en la ficción forzada de “La cabaña del tío Tom” ni en el horizonte risueño de “Lo que el viento se llevó”. Se refleja la brutalidad de la época en cuanto al total desprecio a la dignidad humana. Northup era un hombre educado que sostenía a su esposa y dos hijos. De pronto se encuentra solo en el mundo. Se le cambia de nombre y debe adaptarse a ser Platt. Al ser vendido se da cuenta de otra forma de la separación de la familia: los mercaderes ofrecían por separado a padre, madre e hijos.
 

        Platt vive con desesperanza. Le aconsejan que se doblegue para poder sobrevivir pero exclama que lo que quiere es vivir. A lo largo del tiempo desea escapar pero se da cuenta que es difícil y las consecuencias, peores. A su alrededor hay solamente trabajo, poquísimas satisfacciones, crueldad y dolor. Platt reflexiona, sueña, piensa. Bajo nuestros ojos de siglo XXI y como etapa del desarrollo y progreso de la civilización, resulta incomprensible esta explotación del hombre como objeto mercantil. La secuencia de venta de esclavos nos recuerda otra, más relacionada con el deseo, en “Mandingo” (Fleischer, 1975) que esta película no deja de lado para especificar el matiz del placer.



        Debe reconocerse que es la cinta más elaborada del realizador británico McQueen, artista visual que ha ganado reconocimientos dentro de su disciplina. Hay secuencias magistrales: al ser casi colgado y dejado a su suerte, vemos a Platt desde diversos ángulos y distancias como una forma de establecer su martirio. Cuando se frustra una posible alianza con alguien que le conectará con la gente que lo conoce en el norte, no queda más que destrozar su violín, único nexo físico con el pasado. Cuando surge una posible luz en el horizonte, su rostro adquiere matices cambiantes. Por otro lado, pasan doce años que no se sienten ni se distinguen.

 


En su primera cinta “Hambre”, el realizador hablaba de otro hecho de la vida real al mostrar la protesta de Bobby Sands, activista republicano irlandés, con su huelga de hambre en los años ochenta buscando justicia para los prisioneros políticos. La siguiente, “Shame, deseos culpables”, mostraba a un adicto al sexo, atormentado por su condición, sin dejar de darle rienda suelta a su instinto, situando la acción en tiempos actuales. Ahora, con esta película que lo lleva a la mitad del siglo XIX, se repite la constante de personaje que debe buscar una salida a su insoportable situación personal. En las otras creaciones, era la muerte redentora (“Hambre”) o el remordimiento inútil y la posible represión (“Shame”). Ahora, al menos, su solución trae la felicidad. En todos los casos es la injusticia lo que inflama a todas las situaciones.



La cinta ha sido criticada por su crueldad extrema (Fue mucho peor “La pasión del Cristo” del excesivo Gibson) pero simplemente se está recreando una verdad que fue y que no se ha exterminado (las torturas que suceden diariamente entre secuestradores y sus víctimas o en países en guerra con los abusos de soldados contra civiles, entre otros ejemplos). El reparto es excepcional: Michael Fassbender (actor constante con McQueen) logra otro de sus personajes terribles sin caer en la sobreactuación y Chiwetel Ejiofor como Northup/Platt reafirma su versatilidad histriónica.
 


McQueen ha recuperado otro hecho vergonzoso de la historia pero es solamente un testimonio singular del abuso. Cuando uno piensa en el posterior holocausto judío, en las masacres y represiones chinas, en la trata de blancas, en tantas otras muestras de crueldad humana hacia la propia especie, no puede desligar la injusticia, la impotencia, el sometimiento al cual somos sujetos todos los días, de otras formas, con otras intenciones.


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EL SUEÑO DE WALT DISNEY
(Saving Mr. Banks)
2013. Dir. John Lee Hancock.
 

        Con un nada inspirado título en español, se estrena una conmovedora producción -precisamente de Disney- que relata los problemas que se tuvieron con la autora P.L. Travers, creadora del personaje de “Mary Poppins”, para convencerla de ceder los derechos de filmación de su popular libro. La película intercala momentos del pasado de la claridosa y amargada escritora con el proceso de elaboración del guión de su libro junto con el productor de la cinta, los compositores de las canciones y la relación amistosa  que surge entre el chofer asignado y la difícil mujer.

        La cinta se mueve de 1961 durante su estancia en Hollywood con retroceso a 1906 centrada en su infancia australiana para luego adelantarse a 1964 con el estreno de la taquillerísima película. La trama busca explicar los motivos de su dureza (y rudeza) que trasladó al libro de la nana solucionadora de problemas y que, finalmente, gracias a la insistencia de Disney, llegó a doblegarse para exorcizar sus demonios interiores. Disney estuvo veinte años buscando la aprobación de la escritora.

        La película tiende a la manipulación de sentimientos del espectador: acto constante dentro de la producción y trayectoria disneyanas, con una ficcionalización extrema e idealizada. Lo más terrible que vemos es una tos que produce sangre y todo lo demás es la dulzura escondida. Debido a que uno creció con el impactante universo de Disney, disfrutando de cuentos que estaban “limpios” de cualquier obscenidad, dejando muy claras las diferencias entre lo bueno (personajes bellos, blancos, cantarines, ingenuos) y lo malo (brujas, seres con el ceño fruncido, triunfadores que caerían en el peor de los castigos), tiene conciencia de lo que está viendo. Y se deja manipular con gusto.

        La película tiene tres cualidades distinguibles: Emma Thompson en el rol de la escritora; Paul Giamatti como el chofer que logra conmoverla; y la reconstrucción de lo que era el proceso creativo en los Estudios Disney al inicio de los años sesenta, cuando su hegemonía estaba bien establecida, para conocer el sitio que ocupaban productores y compositores dentro de lo que era el mundo de Walt, frase que ahora utilizamos para señalar a quienes piensan que el mundo no tiene defectos ni víctimas y que la vida es bella, sin tapujos; algo que sucede cuando se vive la experiencia de visitar sus parques temáticos porque dentro de ellos no existe el infierno.

        Este año se cumple el cincuentenario de “Mary Poppins”: para quienes pudimos disfrutarla durante su estreno, esta película permite un agridulce retorno al pasado sin tecnología avanzada y menores problemas de violencia y desigualdad. La película se convierte, entonces, en homenaje indirecto que los Estudios Disney realiza para una de sus obras más rentables y durables en la memoria de una generación, aparte de haber sido su primera exitosa mezcla de acción viva con animación.

        El realizador John Lee Hancock ya había jugado con nuestras emociones primarias con “Un sueño posible” (The Blind Side, 2009), donde había trabajado otro noble personaje femenino inspirado también en hechos reales. Es un artesano que filma con eficacia y limpieza, pero los grandes aciertos residen en las interpretaciones de buenos elencos. Conscientemente manipuladora, esta película se deja querer porque insiste en aquello que hizo triunfar a Disney: rechazar lo malo y pensar que todo es maravilloso, aunque sea por un par de horas.




       

 

       

sábado, 8 de febrero de 2014

PADRES EQUIVOCADOS


¿QUÉ HACEMOS CON MAISIE?
(What Maisie Knew)
2013. Dirs. Scott McGehee y David Siegel.

 


        Maisie (la pequeña Onata Aprile) es la pequeña hija de un matrimonio en crisis conformado por Susanna (Julianne Moore), cantante de una banda de rock, y Beale (Steve Coogan), hombre de negocios nunca explicados. La cuida una niñera, Margo (Joanna Vanderham). Cuando se divorcian, Susanna se casa con un joven barista, Lincoln (Alexander Skarsgard) y Beale lo hace con Margo. Maisie queda bajo custodia conjunta, por lo que pasa un tiempo con el padre y otro con la madre. Sin embargo, ambos son irresponsables: Susanna tiene que hacer giras, por lo que la niña queda al cuidado de Lincoln quien le profesa un sincero amor paternal. Al estar con Beale, éste debe viajar por negocios y la deja con Margo a la cual Maisie quiere. No es sorpresivo, pues, que Margo y Lincoln se enamoren y conformen otra familia para la niña.


        Basada en la novela de Henry James que fue publicada por capítulos en 1897 y adaptada a un Nueva York contemporáneo, tenemos esta hermosa traslación de una trama que nos introduce en las fallas del destino: Maisie nace en la familia equivocada: recibe amor y cuidados por parte de los segundos cónyuges de sus padres. También habla de la irresponsabilidad humana: la procreación sin conciencia: El uso (mostrar sentimientos ambiguos hacia una niña vista como juguete o como un pretexto para justificar la plenitud) y abuso (dejar a la deriva a una pequeña que nota el distanciamiento de una pareja y el apoyo de otra).


        Maisie (una expresiva y talentosa actriz precoz llamada Onata Aprile) viene a simbolizar a la inocencia expuesta a los peligros del mundo. Por fortuna encuentra a seres amorosos que la cuidan como contraparte de unos padres terribles que simplemente la abandonan sin medir consecuencias. Paulatinamente se va dando cuenta de la realidad que la rodea y cuando llega un momento decisivo, sabe cuál rumbo tomar. El final de la cinta está inteligentemente resuelto para empatar con el original de la novela, aunque ambos llegan a la conclusión natural: hay que buscar nuestra propia felicidad.



        Realizada por una pareja de directores espléndidos que nos deslumbraron en 2001 con “El precio del silencio” (The Deep End) sobre una madre que llegaba a extremos impensables con tal de resguardar el honor de su hijo (ahora se van al otro lado de la situación), “¿Qué hacemos con Maisie?” tiene un comentario muy vigente en estos tiempos de matrimonios juveniles que terminan rápidamente dejando hijos a la deriva en lo que se llaman “nuevas formas de familia”. Bastante audaz para el tiempo en que fue publicada la novela, de seguro Henry James nunca pensó en el extraordinario valor que adquiriría en el siglo XXI, aunque los sentimientos y las pasiones son atemporales y nunca han dejado de estar presentes.



LUCHAR CONTRA LA MUERTE


EL CLUB DE LOS DESAHUCIADOS
(Dallas Buyers Club)
2013. Dir. Jean-Marc Vallée.

 

        Ron Woodroof (Matthew McConaughey) era electricista en una compañía petrolera en Dallas. Cierto día va a dar al hospital y le informan que tiene el VIH que ya dio lugar al SIDA: le quedan 30 días de vida. El hombre, promiscuo y homofóbico, no lo acepta, se violenta y sale del lugar. Paulatinamente comienza a tomar conciencia y busca información. Viaja a Tijuana donde consigue medicina alternativa por parte de un médico sin licencia. Inicia lo que llama un club donde reúne a los enfermos de sida para darles el medicamento a cambio de una “membresía”. Para ello, recluta a un travesti, Rayón (Jared Leto) al que había conocido en el hospital, para que le ayude a encontrar clientes. Paulatinamente su actitud cambia: se da cuenta que ha podido sobrevivir, lucha contra la industria farmacéutica que proporciona un medicamento que acelera en vez de retrasar la muerte, su sentimiento hacia Rayón que era de rechazo se torna en amistad agradecida. De esto se ocupa la película.

 


        La cinta nos habla de los tiempos iniciales del SIDA. En 1985 Rock Hudson se confiesa homosexual y muere permitiendo otra conciencia de la enfermedad entre la población que fue desde el escarnio hasta la atención. Empieza la discriminación contra los infectados por temor (se piensa que se transmite por contacto) u homofobia (se cree que solamente la contraen los “maricones”). La búsqueda de un remedio es nulo y surge la pandemia. Los mismos gobernantes y religiosos conservadores justifican al SIDA como la maldición de Dios contra los pervertidos. Luego se sabe que también se infecta por los usuarios de drogas intravenosas y claro que el contacto sexual hace que las mujeres sean víctimas y los embarazos de ellas produzcan bebés contaminados.

 


        Todo esto lo sufre Ron: al decirle, sin pensarlo, a un compañero de trabajo que le diagnosticaron SIDA cuando es imposible porque él no es “maricón”, cunde el chisme y los compañeros de trabajo, supuestos amigos, lo rechazan. Él recuerda haber tenido relaciones sexuales sin protección con una mujer drogadicta. Al conocer a Rayón en el hospital, su reacción inicial es también de desprecio. Su instinto de supervivencia lo lleva a la búsqueda de un remedio y su necesidad de seguir vivo lo obliga a lucrar con los medicamentos alternativos o aquellas sustancias que se producen en otros países pero no se aprueban en Estados Unidos.

 


        El personaje de Ron viene a simbolizar un conjunto de ética y autoconciencia. Primero soborna al enfermero de un hospital para que le dé la droga AZT que se está probando entre voluntarios para su posterior aprobación. Descubre que en vez de ayudarle le hace retroceder. A partir de ese momento busca otras soluciones: no quiere morir, pero tiene que vivir de algo. Del lucro pasa al convencimiento de la lucha contra las injusticias legales. Estamos en las antípodas de "Filadelfia" (Demme, 1993) que se centraba en el punto del rechazo y la legalidad, donde los personajes eran acartonados (y nunca se percibía la intimidad homosexual) que se mostraban como elemento de curiosidad y risible compasión: Veinte años después surge la gran cinta del SIDA. 

 
 


        Son notables las actuaciones de los dos actores. McConaughey bajó de peso y es irritante para el espectador verlo tan delgado por lo que se comprende con mayor razón lo que ha de significar el martirio de contraer esa enfermedad. Jared Leto aparece vestido como mujer en toda la cinta menos en una secuencia que viene a subrayar la historia común para todo personaje que ha nacido diferente: como tiene rasgos físicos muy finos, resulta ser una mujer muy bella y delgada.

 


        El director canadiense Vallée nos había deslumbrado con “C.R.A.Z.Y, Una familia disfuncional” donde hablaba del hermano distinto en una familia con puros hermanos y padre machista o “La reina joven” que trataba a la reina Victoria en sus primeros años de gobierno y de amor marital. En este caso vuelve a mostrar personajes que se encuentran en situaciones que les son adversas (los titubeos políticos de Victoria en una edad donde debería estar disfrutando su juventud; el desconcertado Zac ante sus sentimientos homosexuales entre hermanos masculinos y “normales” y un padre que no lo comprende). Para Ron, su estatus era el rodeo, los excesos sexuales acompañados de bebida y cocaína, hasta que llegara el momento de conseguirse una mujer y hacer un hijo. Todo termina de otra manera.

sábado, 1 de febrero de 2014

EL PRESENTE LIBRE


GLORIA
2013. Dir. Sebastián Lelio.

 
        Gloria (Paulina García) es una mujer cercana a los sesenta años. Divorciada, vive sola, llama por teléfono a sus hijos que no la procuran mucho, trabaja, pero por las noches va a bailar a los centros nocturnos que frecuentan las personas mayores de edad. Cierta noche conoce a Rodolfo (Sergio Hernández), militar retirado que ahora tiene un campo de diversiones (bungee y rifles de pintura) con el cual inicia una relación sexual. Sin embargo, Rodolfo tiene dos hijas que dependen de él y a las cuales no revela su lazo con Gloria.

 
        Esta producción chilena destacó en festivales internacionales y llamó la atención hacia la actriz García que interpreta el personaje principal (ganó el Oso de Plata a la mejor actriz), sobre todo por presentar cierta etapa de la vida cercana a la tercera edad, sin juventud pero sin llegar tampoco a la ancianidad. El momento en el cual hay impulso sexual aunque los cuerpos ya no sean lozanos ni firmes. Gloria se siente viva y por eso busca todavía la satisfacción sexual y si, por consiguiente, llega el amor, pues perfecto. Rodolfo era obeso y ahora ha adelgazado, usa faja y se entrega con facilidad a Gloria. Él es quien insiste en seguir la relación. No obstante, la niega ante sus hijas porque siente una responsabilidad hacia ellas, que no estudiaron y una tiene problemas para caminar.


        La trama viene a mezclar imágenes de un Chile presente donde hay manifestaciones y protestas, pero la idea que se siente socialmente es que el pasado no existió: las nuevas generaciones no recuerdan a la dictadura ni todo aquello que se tuvo que sufrir. Por su parte, Rodolfo, viejo oficial, se siente todavía protector de su familia: no puede dar rienda suelta al sentimiento y debe mantener esa actitud conservadora que recuerda lo que el viejo régimen proponía: cuidar toda situación para que no se salga de los límites. Gloria practica una libertad que no se permite alguien que simboliza al pasado: a pesar de la soledad, o quizás por ello, trata de mantenerse viva.