lunes, 5 de mayo de 2014

DEL ENTUSIASMO A LA DECEPCIÓN

LOS INSÓLITOS PECES GATO
2013. Dir. Claudia Sainte-Luce
NO QUIERO DORMIR SOLA
2012. Dir. Natalia Beristáin.
OBEDIENCIA PERFECTA
2012. Dir. Luis Urquiza.


        Luego de ver dos películas simples acerca de la necesidad de las relaciones humanas y del sentido solidario que permite subrogar la soledad (Los insólitos peces gatos o No quiero dormir sola) donde las actuaciones son naturales, sin inflexiones ni exageración, mostrando una parte de la realidad que nos es contundente: la importancia de la familia y cómo de pronto nos damos cuenta de ella, se recupera la fe en nuestra cinematografía.



        Los insólitos peces gato (2013, Claudia Saint-Luce) es el encuentro de dos personas que sufren: Claudia (Ximena Ayala) es empleada de supermercado que debe internarse en un hospital por apendicitis. En la cama adjunta está Martha (Lisa Owen), madre de cuatro hijos (por tres padres distintos) quien es HIV positiva. Una simple conversación hace que inicie una amistad. Claudia de pronto forma parte de esa familia donde la hija mayor es la más renuente y endurecida. La hija siguiente es una gorda depresiva, con tendencias autodestructivas. Y luego vienen la hija menor y el único hombre que están en la secundaria. 


Se crean lazos de unión que permiten la interactuación entre los viajes frecuentes al hospital de la mujer que se encuentra en fase avanzada de enfermedad y el trabajo de la joven “adoptada” quien puede, de esta manera, sustituir su soledad y falta de amor en el marco de una célula social reducida a su mínima expresión. El amor prevalece.



        No quiero dormir sola (2012, Natalia Beristáin) es el descubrimiento forzado que hace una nieta (Mariana Gajá), fotógrafa solitaria, de su abuela, actriz retirada (Adriana Roel, extraordinaria a sus 78 años durante el tiempo de filmación), a la cual descubre entre la basura de su casa, el descuido total por parte de su padre (hijo de la actriz). La lleva a la Casa del Actor para que viva decorosamente pero se da cuenta que ya no hay marcha atrás: entre el Alzheimer, el esplendor perdido, la imposibilidad de una recuperación familiar, la joven mujer deberá tomar una decisión extrema. 

Al menos, este choque generacional: este espejo del futuro que refleja al patético presente, le dará la alternativa de buscar otro rumbo, el que ya no le está permitido a la abuela senil que ha llegado a una etapa detestable de la existencia que se quiere pintar color de rosa cuando en realidad es el gris mediocre o el rojo infernal.



        Luego de ver Obediencia perfecta (2012, Luis Urquiza) todo el entusiasmo previo se pierde. Es importante que se denuncie la pederastia de los sacerdotes (sobre todo de aquellos que tienen mayor poder) y la complicidad de la Iglesia Católica (aunque no se duda que debe existir en el seno de otras organizaciones religiosas): no hay peor crimen que atacar la inocencia de niños y jovencitos: habría que mutilar genitales y quemar vivos en leña a cualquiera que lo haga (sacerdote o no).



El crimen de la película es que se denuncie a través de pésimas actuaciones y estereotipos formales. Al padre Alberto de la Cruz (Juan Manuel Bernal) solamente le faltó traer cuernos literalmente para mostrarlo como diablo. Desde el primer momento se describe lo obvio: miradas lúbricas, seminaristas bonitos, situaciones comprometedoras, sacerdotes amanerados (como el pésimo Juan Ignacio Aranda deseando acercarse un poquito a lo que fue su padre López Tarso en sus buenos tiempos: no en su repetición de madurez), benefactoras sospechosas, escenas de sexo entre pseudobeata y sacerdote: todo dirigido a la alteración de las emociones del espectador, pero pensando en su instinto y no en su cerebro. Uno esperaría mayor inteligencia en realizar un contraste entre la imagen y la realidad (por ejemplo, cuando vemos al sacerdote bailando: inesperado). Uno habría querido que esos tipos de obediencia definidos por Ignacio de Loyola se definieran de manera sutil que luego se tornara insoportable (quieren dar contexto y confunden). Uno quisiera que al final no se oyera una frase donde se dice que en realidad fue algo que las víctimas buscaron y desearon. ¿Entonces?