CUATRO
LUNAS
2014. Dir.
Sergio Tovar Velarde.
Luna
llena es la pareja que lleva años en vida común; Luna nueva es la pareja que se descubre en sus sentimientos; Cuarto creciente es el niño inquieto,
curioso, confundido en su sexualidad; Cuarto
menguante es el final de la vida, cuando nada se pierde con probar lo
siempre anhelado. Así, con cuatro historias que se van desarrollando
alternadamente, pero nunca convergiendo (excepto en dos personajes, de manera
accidental), estamos ante sendas tramas sobre la búsqueda del amor homosexual,
gay, entre hombres.
Alejandro de la Madrid y Antonio Velázquez
Hugo (Antonio Velázquez) y Andrés
(Alejandro de la Madrid) llevan diez años juntos. Al primero le irritan los
amaneramientos, los imanes sobre la puerta del refrigerador, el excesivo amor
del segundo. Cierto día encuentra a otra persona. Andrés le suplica por otra
oportunidad.
Gustavo Egelhaaf y César Ramos
Fito (César Ramos) reencuentra a Leo
(Gustavo Egelhaaf), viejo amigo de la infancia en Tepic, Nayarit. La salida
repentina del primero hacia el DF junto con su madre luego de la muerte del
padre provocó el alejamiento. Ahora son jóvenes, compañeros de escuela, que
descubren que hay una atracción entre ellos. Sin embargo, Leo no acepta su
condición; Fito lo usa como un impulso para salir del clóset.
Gabriel Santoyo, izquierda, es toda una revelación
Mauricio (Gabriel Santoyo) es un niño
de doce años. Está inquieto porque le gusta un primo suyo. Va a confesarse para
expresar que está lastimando a Jesús. Le pide a su primo que le muestre “la
suya” para él mostrarle a su vez, “la suya”. El segundo reacciona con enojo.
Joaquín Cobo (Álvaro Echánove) es un
viejo maestro, poeta, literato de cierta importancia. Casado, con su esposa, tres hijas mayores, varios nietos. Va a un
baño de vapor a la cual llegan prostitutos. Se apasiona con uno de ellos quien
le cobra dos mil pesos. El viejo usa el dinero para los regalos de sus nietos y
gozar de los servicios del joven que le ha gustado.
Fito con su madre (Mónica Dionne) que no quiere
escuchar la verdad sobre su hijo
Las historias son casos comunes en las
vidas de los hombres homosexuales (aunque en el cine se tiene una atmósfera
romántica y hay varias idealizaciones), aunque no se diferencian de situaciones
para mujeres o para parejas heterosexuales. En todas las narraciones el hilo
conductor está en la búsqueda del amor: ya sea en la entrega, en la curiosidad,
en la sensación física, en la aceptación o dentro de la vergüenza.
La extraordinaria Karina Gidi y el ya monótono
Juan Manuel Bernal como los padres de Mauricio.
Esa es la gran cualidad en esta
película donde no importa el género para llegar a un planteamiento y solución;
no hay escándalo ni provocación; no hay pornografía gratuita ni melodrama
fácil. De la misma manera en que, por ejemplo, una mujer se desvive por el
hombre que la engaña, sucede que un hombre enamorado de otro hombre buscará la
manera de retenerlo a pesar de que le sea infiel. La niña que mira
subrepticiamente a sus compañeritas en los baños de la escuela para darse
cuenta de lo que sea que le inquiete. Al igual que una joven se acuesta con su
novio sin que quiera que se sepa de sus relaciones. O descubrir que la abuelita
más dulce fue durante toda su vida una amorosa amante de su dulce dama de
compañía.
Joaquín ha vivido siempre con una gran inquietud
que podrá resolver al final de la vida
Con gran sensibilidad, la cinta nos va
llevando por estas vidas semejantes en su naturaleza, aunados por pasiones,
separados por notas discordantes de la sociedad. Los personajes principales
quedan perfectamente dibujados, pero son muy interesantes los que se encuentran
al segundo plano: el padre machista que debe entender que su único hijo es
homosexual; la madre que prefiere saberlo pero ignorarlo hasta que la compasión
la hace ceder; el primo machista que se regodea en “lo afortunado que le
resulta ser normal” cuando se torna delator. Sobre todo, está el maravilloso
personaje del prostituto Gilberto (Alejandro Belmonte) que va sufriendo una
transformación gracias a la humanidad escondida detrás de su oficio.
El infiel Hugo con su amante Sebastián (Hugo Catalán)
Estamos ante otra visión de culpa y
liberación. Se deja llevar por la desgracia de unos personajes mientras otros
han conseguido la dicha. La vejez se torna en placer paradisiaco cuando ya se
puede morir en paz. Lo que uno destaca en esta cinta es su naturalidad: no hay
morbo en el aire. Los personajes se comportan de la manera en que ellos saben
que pueden hacerlo. Al final de cuentas, no debe haber cadenas, ni obstáculos
para la felicidad.
Leo no acepta su homosexualidad pero impulsa a su amado Fito
para que se acepte libremente
Sergio Tovar Velarde, en su segunda
cinta, nos ofrece la misma calidad e interés de la ópera prima Aurora Boreal (2007) donde un niño revelaba ante la cámara su propósito de
suicidarse para que durante toda la cinta se buscara la justificación del
mismo. Igualmente había una culpa injusta. Si en aquella cinta, que pasó como
todo el cine mexicano de calidad, sin pena ni gloria por nuestras pantallas, ya
demostraba cualidades como cineasta, ahora las subraya y las deja clarísimas:
uno ya desea ver la tercera cinta.