sábado, 7 de enero de 2017

SIN TALENTO PARA CANTAR


FLORENCE, LA MEJOR PEOR DE TODAS

(Florence Foster Jenkins)

2016. Dir. Stephen Frears.





         La acción sucede en unos cuantos meses de 1944 en Nueva York. El Club Verdi tiene un evento donde se presentan tableaux vivants (cuadros vivientes), representaciones de momentos históricos, además de algunos monólogos escénicos (lo que vendría a ser el equivalente de una tertulia cultural). La patrocinadora es la millonaria Florence Foster Jenkins (Meryl Streep) quien decide, entonces, retornar al escenario y ofrecer un recital. Contrata, por medio de su esposo y administrador St. Clair Bayfield (Hugh Grant), a un pianista acompañante que resulta ser Cosmé McMoon (Simon Helberg). El día del primer ensayo se da cuenta que la Sra. Jenkins no tiene talento vocal: desafinada y falta de ritmo, vive en un mundo artificial, de ensueño, comparándose a otras sopranos, siendo adulada por quienes reciben sus favores o requieren de su amistad.


El entrenador vocal (David Haig) de Florence,
le pide que abra el diafragma para cantar



         La cinta informa aspectos de la vida de Florence: la transmisión de sífilis por su primer marido cuando era una jovencita que le atacó los nervios de sus dedos evitándole tocar el piano; que su segundo marido la protegía demasiado y ella le querría mucho, al grado de que vivieran separados y no tuvieran relaciones sexuales (por lo que Bayfield tenía una amante); sus deseos por ofrecer un recital en Carnegie Hall para llegar a su frase definitiva: “podrán decir que no sé cantar, pero no podrán decir que no lo hice”.





         Así que tenemos una película que rescata a un curioso personaje de la cultura norteamericana que se va definiendo por breves frases o comentarios que la redondean y dimensionan, así como a los seres a su alrededor, de manera inteligente. Refleja la terquedad de ciertas personas en proseguir sueños imposibles por la carencia de talento pero que continúan adelante sin aceptar su realidad. En este caso, la fortuna personal viene a ser el motor que impulsa empresas que en otras circunstancias no serían posibles. Florence renta el Carnegie Hall, uno de los recintos más prestigiosos de Nueva York (en esos tiempos), para su recital. Sin este factor, no habría tenido productor dispuesto. No obstante, por el morbo del público, un disco que grabó se volvió muy popular y siguió vendiéndose por muchos años.


Florence produjo su propio disco que se volvió
en objeto de culto entre los melómanos



         Personaje excéntrico y curioso, fue rescatado como buen vehículo para la eximia Meryl Streep. Ya es lugar común expresar que su actuación es soberbia, hasta el grado de aprender a cantar mal (Streep es buena cantante en la vida real) y no decepciona a nadie. Sin embargo, no es un caso único. En los años sesenta hubo una pésima y ridícula cantante llamada Mrs. Miller que tuvo grandes éxitos como su versión de “Downtown” entre muchas otras canciones. En caso extremo, a nivel nacional, estaría la horripilante decadencia de María Félix con su CD “Enamorada” que grabó en 1996 con voz cascada por la edad, desafinada, causando tristeza.


La extraordinaria Meryl Streep
con su innegable talento



         Lo que resulta curioso es que nadie referencie el antecedente francés: la película Marguerite (2015, Xavier Giannoli) donde Catherine Frot interpreta a un personaje inspirado en la Sra. Jenkins, aunque el mismo enfoque relacionando a la vida con la música se presente de manera diversa. Marguerite muere al saberse incompetente y que todo a su alrededor ha sido una mentira piadosa de la gente que le ha admirado. Acá, Florence sufre una recaída de su enfermedad luego de leer una reseña negativa, más bien acorde con la realidad. La cinta tiene un momento magistral cuando Florence, en el lecho de muerte, recuerda su concierto y se imagina tal como ella se escuchaba: perfecta.

Catherine Frot, Florence Foster Jenkins
y Meryl Streep.