FLORENCE, LA MEJOR
PEOR DE TODAS
(Florence Foster
Jenkins)
2016. Dir. Stephen
Frears.
La acción sucede en unos cuantos meses
de 1944 en Nueva York. El Club Verdi tiene un evento donde se presentan tableaux vivants (cuadros vivientes),
representaciones de momentos históricos, además de algunos monólogos escénicos
(lo que vendría a ser el equivalente de una tertulia cultural). La
patrocinadora es la millonaria Florence Foster Jenkins (Meryl Streep) quien
decide, entonces, retornar al escenario y ofrecer un recital. Contrata, por
medio de su esposo y administrador St. Clair Bayfield (Hugh Grant), a un
pianista acompañante que resulta ser Cosmé McMoon (Simon Helberg). El día del
primer ensayo se da cuenta que la Sra. Jenkins no tiene talento vocal:
desafinada y falta de ritmo, vive en un mundo artificial, de ensueño,
comparándose a otras sopranos, siendo adulada por quienes reciben sus favores o
requieren de su amistad.
El entrenador vocal (David Haig) de Florence,
le pide que abra el diafragma para cantar
La cinta informa aspectos de la vida de
Florence: la transmisión de sífilis por su primer marido cuando era una
jovencita que le atacó los nervios de sus dedos evitándole tocar el piano; que
su segundo marido la protegía demasiado y ella le querría mucho, al grado de
que vivieran separados y no tuvieran relaciones sexuales (por lo que Bayfield
tenía una amante); sus deseos por ofrecer un recital en Carnegie Hall para
llegar a su frase definitiva: “podrán decir que no sé cantar, pero no podrán
decir que no lo hice”.
Así que tenemos una película que
rescata a un curioso personaje de la cultura norteamericana que se va
definiendo por breves frases o comentarios que la redondean y dimensionan, así
como a los seres a su alrededor, de manera inteligente. Refleja la terquedad de
ciertas personas en proseguir sueños imposibles por la carencia de talento pero
que continúan adelante sin aceptar su realidad. En este caso, la fortuna
personal viene a ser el motor que impulsa empresas que en otras circunstancias
no serían posibles. Florence renta el Carnegie Hall, uno de los recintos más
prestigiosos de Nueva York (en esos tiempos), para su recital. Sin este factor,
no habría tenido productor dispuesto. No obstante, por el morbo del público, un
disco que grabó se volvió muy popular y siguió vendiéndose por muchos años.
Florence produjo su propio disco que se volvió
en objeto de culto entre los melómanos
Personaje excéntrico y curioso, fue
rescatado como buen vehículo para la eximia Meryl Streep. Ya es lugar común expresar
que su actuación es soberbia, hasta el grado de aprender a cantar mal (Streep
es buena cantante en la vida real) y no decepciona a nadie. Sin embargo, no es
un caso único. En los años sesenta hubo una pésima y ridícula cantante llamada Mrs. Miller que
tuvo grandes éxitos como su versión de “Downtown” entre muchas otras canciones.
En caso extremo, a nivel nacional, estaría la horripilante decadencia de María
Félix con su CD “Enamorada” que grabó en 1996 con voz cascada por la edad,
desafinada, causando tristeza.
La extraordinaria Meryl Streep
con su innegable talento
Lo que resulta curioso es que nadie
referencie el antecedente francés: la película Marguerite (2015, Xavier Giannoli) donde Catherine Frot interpreta
a un personaje inspirado en la Sra. Jenkins, aunque el mismo enfoque relacionando a la
vida con la música se presente de manera diversa. Marguerite muere al saberse incompetente y que todo a su
alrededor ha sido una mentira piadosa de la gente que le ha admirado. Acá,
Florence sufre una recaída de su enfermedad luego de leer una reseña negativa,
más bien acorde con la realidad. La cinta tiene un momento magistral cuando Florence, en el lecho de muerte, recuerda su concierto y se imagina tal como ella se escuchaba: perfecta.
y Meryl Streep.