GEOTORMENTA
(Geostorm)
2017. Dir. Dean Devlin.
Uno
puede pensar en el oportuno tratamiento del tema del cambio climático en estos
tiempos terribles cuando la Tierra y la Naturaleza se han puesto de acuerdo
para advertirnos que ya hemos abusado mucho de ellas. Por otro lado, está el
mal momento de estrenar una cinta donde se muestran catástrofes atmosféricas
luego de terremotos, huracanes, inundaciones, con sus horribles consecuencias.
En primera instancia, conviene subrayar el problema, sobre todo en estos
tiempos cuando un troglodita como Donald Trump no le da importancia a las
soluciones posibles para evitar mayor deterioro meteorológico, y que surja de
su propio país. En el segundo caso, es un espectáculo visual con excelentes
efectos visuales que se aprecian mejor si se ven en IMAX y tercera dimensión:
lo que suceda no detendrá de asistir al espectador ávido de entretenimiento.
La
cinta narra que luego de las catástrofes naturales de 2019, un científico logró
la creación, con apoyo multinacional, de una red satelital que permitía la
prevención y eliminación de los fenómenos atmosféricos. Cierto día, sin
embargo, hay una supuesta falla en el sistema que produce primero el
congelamiento de un pueblo en el caluroso desierto de Afganistán. Luego ocurre
un calentamiento extremo en el subsuelo de Hong Kong. El creador del sistema,
Jake Lawson (Gerard Butler, como siempre carismático y rudo), es llamado para
que revise la red y ofrezca solución. Sin embargo, todo ha sido producto de una
conspiración que coloca al propio Presidente de Estados Unidos (Andy García) en
la mira. La cinta muestra, entonces, la lucha por evitar que el sistema se
anule y que el culpable sea desenmascarado.
La
película cae en el género del entretenimiento espectacular, sin mayor
sustancia, con personajes secundarios puestos con calzador y dejando el único
mensaje de que las condiciones climáticas del planeta han cambiado y van a ser
peores: en la cinta hay redención y solución; en la realidad, simplemente se
cae en el temor del futuro pero dentro de nuestra impotencia científica, la
esperanza de que haya científicos conscientes e inteligentes que encuentran una
respuesta. Visualmente es espléndida: los tsunamis, los congelamientos, las
destrucciones de ciudades y edificios parecen haber sido reales: no en balde el
director Devlin fue productor de “El día de la independencia” y “Godzilla”
entre otras superficialidades taquilleras cuya única cualidad consistía en las
imágenes impecables, cada día mejores.
El
equipo de trabajo del personaje principal se conforma de personas de varias
razas y países. Entre ellos, aparece Eugenio Derbez como experto en robótica
que nuestros ojos nacionales no pueden validar. Uno recuerda a Ferrusquilla
como Taquito, entre los astronautas que llegaban a “El planeta de las mujeres
invasoras” (Crevenna, 1965), tan improcedente e implausible, como era natural
en las producciones mexicanas de esos tiempos, porque se está esperando que
salga con algún chiste (y lo hace, sin trascendencia). Finalmente resulta ser
héroe y es un guiño contra la xenofobia de Trump. Pero Derbez no es el único
que queda en segundísimo plano: lo mismo pasa con sus demás compañeros de
equipo porque el desequilibrio narrativo hace que el espectador se dirija más a
la trama de conspiración y a las destrucciones visuales que a sus esfuerzos.
Las estrellas son Lawson en el espacio y su hermano político, quien descubre la
trama intrigante, en la tierra.
El mensaje
de fraternidad universal se enfatiza para morir de inmediato al salir de la
sala y enterarnos de la situación del mundo. Mero entretenimiento que quiso ser
importante pero cuyo discurso se diluye al anteponerse una trama de acción y
suspenso. Gran ejemplo de “úsese y tírese”.