domingo, 8 de octubre de 2017

PERDONAR AL PADRE


NOCTURNO

2016. Dir. Luis Ayhllón.





         Oliverio (Juan Carlos Colombo), un hombre mayor, enfermo con poco tiempo de vida, es dejado bajo el cuidado de una enfermera, Ana (Irela de Villers), cuando su mujer se va de viaje. En el transcurso de los días, Ana le confiesa que es su hija, a la cual abandonó cuando era pequeña. Ante el rechazo del hombre, éste desea correrla de su casa por lo que habla con sus hijos que resultan ser peores o indiferentes. Finalmente, Oliverio escucha de parte de su hija lo que sucedió cuando era pequeña: maltrató y destruyó a la que era su mujer y abusó sexualmente de Ana, dejándola embarazada. Oliverio decide suicidarse pero es salvado a tiempo por la enfermera. Finalmente no queda más que la reconciliación.





         Ayhllón, dramaturgo e incipiente cineasta (este es su tercer largometraje), nos ofrece una cinta intensa, muy bien narrada, acerca de una venganza (Ana busca alargar la agonía para sufrimiento del hombre y satisfacción de ella) que toma un rumbo de redención. Mientras tanto, se ofrece el retrato de un monstruo, e indirectamente, Ana se va dando cuenta que el hombre ha pagado en vida todo el daño producido. Partiendo del hecho de una mujer que prácticamente lo ha abandonado. Luego, la presencia de un hijo Luis (Ari Brickman) que solamente se interesa por la herencia que pueda alcanzar, para conocer a un segundo hijo, también llamado Luis (Mauricio Isaac) cuya frase de despedida al hombre enfermo es “te odio”, son suficientes para corroborar que el anciano ha sido un tipo detestable.





         Esa es la magnificencia del guion original del propio realizador como autor total: la realidad se convierte en satisfactor de la venganza alimentada desde siempre con fantasías. Un hombre tan abyecto y pusilánime no tuvo que esperar al infierno prometido ya que lo procuró para sí mismo. Ana, víctima, se alimenta del sufrimiento del hombre. La tortura moral viene a ser peor que la física cuando el pasado se le cae encima al victimario.





         El realizador muestra una gran inventiva en su forma de narrar. Todo el pasado de Ana se cuenta visualmente (a color, la cinta es monocromática) a través de animaciones sencillas, aparentemente elementales, pero bastante expresionistas para dar equivalencia del dolor. La creación de un amigo imaginario para escapar de su terrible realidad fue la que mantuvo su esperanza de cobrar cuentas. Este personaje idealizado será quien otorgue el hachazo final a la hora de la muerte, pero desaparecerá ante la fragilidad de Ana y su ya innecesaria venganza. Tal como el título lo indica, aparte de esas noches de lluvia en que todo lo malo pesa o se hace presente, existe cierta melancolía que une a la cinta con las piezas musicales así llamadas (y que la misma música de la cinta subraya).





         Una cinta que merece verse y valorarse aunque, por desgracia, cayó en el llamado “Tur de cine mexicano” que impulsa la cadena Cinemex. No sé qué suceda en otras ciudades del país, pero en Monterrey la publicidad es nula, además de que las cintas se exhiben en horarios difíciles. Nocturno pasó en una sola función de sábado a las 10:35 p.m. con cinco personas como espectadores entre los que me incluyo. Sin embargo, pude ver también otra “producción” del propio Tur llamada Cantina Love, infame e incoherente, mal filmada con sonido pésimo, de la cual no vale la pena dedicarle espacio y, por fortuna, su daño para la salud mental del espectador fue menor (fuimos 4 espectadores).