NOCTURNO
2016. Dir. Luis Ayhllón.
Oliverio
(Juan Carlos Colombo), un hombre mayor, enfermo con poco tiempo de vida, es
dejado bajo el cuidado de una enfermera, Ana (Irela de Villers), cuando su
mujer se va de viaje. En el transcurso de los días, Ana le confiesa que es su
hija, a la cual abandonó cuando era pequeña. Ante el rechazo del hombre, éste
desea correrla de su casa por lo que habla con sus hijos que resultan ser
peores o indiferentes. Finalmente, Oliverio escucha de parte de su hija lo que
sucedió cuando era pequeña: maltrató y destruyó a la que era su mujer y abusó
sexualmente de Ana, dejándola embarazada. Oliverio decide suicidarse pero es
salvado a tiempo por la enfermera. Finalmente no queda más que la reconciliación.
Ayhllón,
dramaturgo e incipiente cineasta (este es su tercer largometraje), nos ofrece
una cinta intensa, muy bien narrada, acerca de una venganza (Ana busca alargar la agonía para sufrimiento del hombre y satisfacción de ella) que toma un rumbo
de redención. Mientras tanto, se ofrece el retrato de un monstruo, e
indirectamente, Ana se va dando cuenta que el hombre ha pagado en vida todo el
daño producido. Partiendo del hecho de una mujer que prácticamente lo ha abandonado.
Luego, la presencia de un hijo Luis (Ari Brickman) que solamente se interesa
por la herencia que pueda alcanzar, para conocer a un segundo hijo, también
llamado Luis (Mauricio Isaac) cuya frase de despedida al hombre enfermo es “te
odio”, son suficientes para corroborar que el anciano ha sido un tipo
detestable.
Esa
es la magnificencia del guion original del propio realizador como autor total: la
realidad se convierte en satisfactor de la venganza alimentada desde siempre
con fantasías. Un hombre tan abyecto y pusilánime no tuvo que esperar al
infierno prometido ya que lo procuró para sí mismo. Ana, víctima, se alimenta
del sufrimiento del hombre. La tortura moral viene a ser peor que la física
cuando el pasado se le cae encima al victimario.
El
realizador muestra una gran inventiva en su forma de narrar. Todo el pasado de
Ana se cuenta visualmente (a color, la cinta es monocromática) a través de animaciones sencillas, aparentemente
elementales, pero bastante expresionistas para dar equivalencia del dolor. La
creación de un amigo imaginario para escapar de su terrible realidad fue la que
mantuvo su esperanza de cobrar cuentas. Este personaje idealizado será quien
otorgue el hachazo final a la hora de la muerte, pero desaparecerá ante la
fragilidad de Ana y su ya innecesaria venganza. Tal como el título lo indica,
aparte de esas noches de lluvia en que todo lo malo pesa o se hace presente,
existe cierta melancolía que une a la cinta con las piezas musicales así
llamadas (y que la misma música de la cinta subraya).
Una
cinta que merece verse y valorarse aunque, por desgracia, cayó en el llamado “Tur
de cine mexicano” que impulsa la cadena Cinemex. No sé qué suceda en otras
ciudades del país, pero en Monterrey la publicidad es nula, además de que las
cintas se exhiben en horarios difíciles. Nocturno
pasó en una sola función de sábado a las 10:35 p.m. con cinco personas como
espectadores entre los que me incluyo. Sin embargo, pude ver también otra “producción”
del propio Tur llamada Cantina Love, infame e incoherente, mal filmada con
sonido pésimo, de la cual no vale la pena dedicarle espacio y, por fortuna, su daño para la salud mental del espectador fue menor (fuimos 4 espectadores).