sábado, 7 de octubre de 2017

HOMBRE VS. MÁQUINA


BLADE RUNNER 2049

2017. Dir. Denis Villeneuve.





         El policía K (Ryan Gosling, siempre magnético) descubre un secreto largo tiempo guardado luego de eliminar a un replicante (robot con apariencia humana). Aparentemente, una mujer de esta especie pudo quedar embarazada y dio vida a un bebé. K investiga y encuentra lazos de unión entre esa persona y el agente Deckard (Harrison Ford, ofreciendo su innegable estatus estelar) quien lleva treinta años desaparecido. En algún momento, K piensa que él podría haber sido ese bebé. El trasfondo de toda la situación reside en la posible rebelión de los replicantes contra sus creadores. La eterna lucha (y profecía) del hombre contra la máquina.





         Profundamente poética, más interesada en las relaciones humanas y en el sentido de identidad y pertenencia, esta gran producción que ahora dirige el maestro Villeneuve se explica si consideramos sus antecedentes: la fluidez narrativa de todas sus cintas anteriores; la fragmentación personal de Enemigos idénticos; la comunicación entre diferentes especies como en La llegada; y las revelaciones familiares de La mujer que cantaba, por mencionar unas cuantas referencias.


La fotografía es espléndida; aquí K con 
su amada Joi, un holograma.



         K es un replicante de moderna manufactura: sus recuerdos han sido implantados y el único episodio que lo transporta a una niñez viene a hacerse real, posiblemente, como parte del milagro que una máquina haya producido vida. Deckard vive con la nostalgia del pasado amor, interesado en la respuesta contra el sistema que lo creó y que ha dado lugar al caos ambiental y al poder absolutista. K empieza a “sentir” fuera del mecanismo holográfico que le ofrece compañía y la ilusión del acercamiento de otra persona, al creer que fue concebido y nació, en vez de haber sido parte de una producción de fábrica.





         De ahí que la escena donde está sobre una escalinata mientras cae la nieve, permite al espectador leer sus pensamientos a través de la mirada, la ligera sonrisa, el hecho de que alguna vez tuvo cierto ensueño, un toque de cercanía a lo que significaría ser parte de la especie humana, un padre y una madre, la memoria real más que alimentada: en fin, la experiencia de la vida. Esa es la gran cualidad de la película: sin sacrificar su flujo narrativo, interesante e hipnótico, permite la reflexión y deja que trascienda el aspecto emocional.