sábado, 12 de mayo de 2018

EL ANHELO POR VIVIR


VIOLETA AL FIN
2017. Dir. Hilda Hidalgo.



         “¿Qué edad tiene su tía?” – le pregunta Violeta, quien anda por los 72 años, a su inquilino Francisco.
         “No sé, creo que 66…” – es la respuesta a lo que la mujer contesta:
         “¡Ah!, entonces está joven”.

Eugenia Chaverri, una excepcional actriz costarricense
que apenas surge en pantalla

         La cinta nos presenta a Violeta (Eugenia Chaverri, excepcional) una mujer anciana como símbolo de vitalidad, divorciada, quien toma clases de natación y quiere convertir su enorme casa, reliquia de un pasado que ha transformado a las grandes urbes en colección de edificios de apartamentos, tiendas comerciales o estacionamientos, en una pensión, para aprovechar los cuartos vacíos y el hermoso jardín. La casa es un oasis en el centro de la costarricense San José, suya por derecho propio, ya que ahí pasó su niñez, adolescencia,  madurez, y sigue hasta ahora. Los hijos de Violeta no le encuentran razón de que permanezca ahí, cuando pudiera venderla con gran ventaja económica, e irse a vivir con uno de ellos. Violeta todavía tiene sueños y esperanzas: valora mucho su independencia. Cuando su nieto le pregunta si piensa vivir hasta los noventa años, ella le expresa que son muy pocos, que apenas hasta los ciento veinte quizás. Violeta es el ejemplo contrario de la persona que, si vive deprimida, ya no le encuentra sentido a la vida y espera la muerte. Aunque los hijos piensen que a su edad no es conveniente iniciar nuevos planes (su pensión, sus clases de natación), Violeta mantiene los pies en la tierra. Excomulgada por su divorcio, se confiesa, cumple penitencia, pero su sacerdote no le permite recibir la hostia. Ella misma, prudente y siguiendo una ética personal, no transgrede el mandato. Violeta es el retrato de la mujer que confía en sí misma y en sus reuniones semanales con las buenas amigas. Contra las ideas de sus hijos, coloca un anuncio para rentar un cuarto y es su profesor Francisco Rivera (Gustavo Sánchez Parra en un rol amable, alejado del estereotipo en el cual fue encasillado) quien lo toma. 

Violeta en familia con su hija e hijo, nuera y nietos,
aparte de su primer inquilino

         Todo va caminando perfectamente hasta que decide ir al banco a pedir un préstamo para arreglar la casa como su anhelada pensión y encontrarse con la triste realidad: la casa fue hipotecada por su ex marido quien nunca pagó las mensualidades y ahora la deuda ha alcanzado la cantidad de 60 millones de colones (unos dos millones de pesos). La amenaza es que el banco pueda requisarla para remate. Otra alternativa es la venta que tanto le han sugerido sus hijos. Violeta se encuentra ante una disyuntiva que tratará de salvar buscando alternativas. Mientras tanto, se refugia en el pasado, en su maravilloso jardín, en las pláticas con su inquilino, retrasando su agonía personal.

Gustavo Sánchez Parra en un rol amable,
tan destacado como siempre

         La cinta nos habla de la relatividad de la vida. Mientras más se envejece, se incrementa el valor del tiempo. Así como para Violeta una persona sexagenaria es joven, para un niño la treintena ya es el paso previo a la decrepitud. No queda más que alimentar el optimismo, aprovechar las ventajas de salud, apreciar lo que la misma existencia nos ofrece todavía como oportunidades. Sin embargo, está la contraparte: el instante que cambia todo. A Violeta pudo haberle dado una apoplejía y quitarle su independencia, pero en este caso se encuentra el error humano que la viene a limitar en sus sueños y en lo que reste de su futuro. No puede contarse lo que sucede, pero Violeta viene a comprobar que el pasado permanece dentro de nosotros; que los recuerdos son maravillosos pero solamente son eso y que, algún día, lo cotidiano, lo que se experimentó, lo que construyó nuestra realidad, se tornará en humo.

El agua: la independencia, la esperanza

         Una excelente coproducción entre México y Costa Rica, dirigida por una talentosa realizadora (en su segundo largometraje) que conmueve y nos hace reflexionar acerca de la edad y nos permite saborear el significado de la esperanza. No puede detenerse al tiempo ni al desarrollo pero si se pueden colocar individualmente los límites de su goce y disfrutarlo, aunque de repente todo pueda cambiar: algo natural.

La realizadora Hilda Hidalgo