DEADPOOL 2
2018. Dir. David Leitch.
El tiempo que pasa uno
riendo es tiempo que pasa con los dioses.
Proverbio japonés
En 2016, la cinta original (Deadpool, Tim Miller) fue toda una
sorpresa: un hombre con cáncer terminal adquiría superpoderes luego de ser
sometido a un falso tratamiento que, en realidad, lo dejaba con el cuerpo
estriado, aspecto seco. Malhablado, pansexual, incorrectamente político, llevaba
a cabo sus hazañas de salvaguarda moral para la humanidad. Ahora, dos años más
tarde llega la secuela que levantaba pocas expectativas: era difícil pensar que
pudiera sobrepasar, pasada la novedad, los logros de la película primigenia.
Sin embargo, estamos ante una total delicia, una farsa cómica que provoca la
risa impulsiva, irreflexiva, por las situaciones, por lo absurdo del personaje,
por la distancia que la misma cinta establece, sus parodias, burlas y risas
contra otros personajes del mundo Marvel (hasta se ironiza contra el rival DC
Comics). La cinta es tan buena que uno sale feliz de la sala (sobre todo si se
vio en idioma original y la pantalla inmensa del IMAX).
La trágica amada de Wade
Wade (el maravilloso Ryan Reynolds,
también coguionista y coproductor: nada tonto) se quiere suicidar al inicio de
la cinta… y lo logra. Nos muestra el antecedente cuando un tipo disparó sobre
su amada Vanessa (Morena Baccarin) matándola. La vida ya no tiene sentido y
expresa que quiere morir para emular a Wolverine (quien murió en la cinta de Logan). Sin embargo sabemos que eso no
puede ser: sus pedazos son recogidos por Coloso quien lo lleva a la casa de los
X-Men, de la cual deben partir hacia
un orfanatorio donde un adolescente mutante se ha descontrolado: Russell (Julian
Dennison), obeso, cuya mutación es la creación de bolas de fuego a través de
sus puños. Tanto Russell como Wade son llevados a la prisión que encierra a
mutantes hasta que llega Cable (Josh Brolin), un ciborg del futuro que desea
eliminar a Russell para evitar que se convierta en un temible asesino con el
paso de los años.
Deadpool debe salvar al obeso mutante
Comienzan los enfrentamientos a los
cuales ya estamos acostumbrados (en algún momento el héroe informa que sigue una obvia secuencia con efectos visuales) pero tienen
tanta gracia, los diálogos son tan divertidos por el ingenio y las referencias,
que solamente estamos esperando cuál será el giro o el comentario a las usuales
e inverosímiles peleas. En otro momento, para salvar a Russell, Wade recluta a
varios superhéroes “menores” para conformar su X-Force (ya que piensa que X-Men
es discriminatoria al mencionar solamente al género masculino) que da lugar a
una secuencia hilarante e inesperada porque el destino de estos seres no es
nada halagüeño y provoca la carcajada (no se lo contaré para que le sorprenda).
La vulgaridad está presente: el uso de profanidades es extrema pero tiene
sentido (no es como los comediantes de pacotilla o “standoperos” cuya nulidad
graciosa se centra en palabrotas), lo mismo que la sexualidad (nuevamente Wade sugiere
diversidad: abraza al metálico Coloso pero posa su mano en las esculpidas
nalgas del personaje; hasta hay una referencia a Bajos instintos).
Un reparto espléndido con una graciosa
Domino y un contrastante Cable
El mismo equipo de guionistas de la
cinta original tuvo la suficiente sabiduría para no repetirse, darle una vuelta
de tuerca a las constantes de un personaje aunque la lógica y el raciocinio no
tienen cabida en la narración. Hay que destacar a un personaje magnético: una
heroína que se hace llamar “Domino” (aunque en realidad es una suertuda,
interpretada por una carismática Zazie Beets) que nos va asombrando por la
manera en que el azar la bendice. Otro superhéroe efímero es “Vanishing”
(desaparecido), al cual nunca vemos porque es invisible (obviamente), excepto
en un momento crucial y nos damos cuenta que el actor que lo “interpreta” es
Brad Pitt. Así, entre sorpresas y momentos muy agradables (con un total reparto
de excelencia), se va desarrollando el enésimo cuento moral del universo Marvel
pero ¡qué manera de contarlo!, ¡qué sentido del humor!, ¡cuánta gracia! Una de
las mejores películas en lo que va del año.
El realizador David Leitch ha sido actor
y doble de acción por años