NUNCA ESTARÁS A SALVO
(You Were Never Really Here)2017. Dir. Lynne Ramsay.
Basada
en una novela corta (ni siquiera alcanza las 100 páginas) de Jonathan Ames
publicada en 2013, tenemos la historia de Joe (Joaquín Phoenix), un mercenario
a sueldo que se encarga de rescatar a niñas que han sido secuestradas para explotarlas
sexualmente. Utiliza un martillo que compra nuevo para cada trabajo y tiene un “agente”
que le consigue trabajos. A través de imágenes
cortas que muestran su pasado, uno se entera que fue abusado y torturado por un
padre cruel o que estuvo en la guerra donde fue testigo de sus atrocidades. Joe,
sin embargo, tiene otro aspecto en su vida: cuida de su madre anciana. El
siguiente trabajo será encontrar y salvar a la hija de un senador que lo
llevará a involucrarse con la perversión y podredumbre inherente en los
círculos del poder. Debe seguir cuidando a los demás.
Cuidar de la madre y de las víctimas
La
cinta nos habla de alguien que se preocupa por los demás, por los inocentes sin
protección, por los seres que muestran compasión, pero que puede matar sin ella
a quienes abusan de los demás. Joe no tiene mayor aspiración en la vida y de
ahí que, cuando las cosas se revierten, no le queda más que pensar en el
suicidio y, paradójicamente, es lo que le vuelve a dar esperanza. La trama se
narra con infinidad de elipsis (se muestra menos de lo que el espectador va
creando por pistas que se le ofrecen) y aunque la violencia está presente (hay
sangre, disparos, cuerpos), en realidad se evita mostrarlo: todo está en el
sonido o en la situación indirecta (pantallas de cámaras de seguridad o tiros en
cierta dirección para luego ver al cuerpo herido). Lo que se explicaba en la
novela (ex agente de la CIA y anterior marino combatiente en Afghanistán) aquí
se sugiere. Lo que se narraba con palabras aquí se compone de imágenes.
La cinta pertenece a Joaquin Phoenix
Joaquín
Phoenix ganó el premio como mejor actor en Cannes 2017 (una de las ediciones
más afortunadas según se comprueba con todas las películas que nos han tocado
ver) y fue muy merecido: la cinta le pertenece por completo y no puede uno dejar de verlo (como pasó en Un hombre irracional o Ella). Aparece la legendaria Judith Roberts (de Cabeza
borradora y dos joyas de James Wan: El títere donde era la siniestra Mary
Shaw y Sentenciado a morir donde era la jueza) como madre amorosa y necia que
se asusta con Psicosis luego de verla por televisión o inunda el baño por
descuido para subrayar el amor de su hijo. La realizadora escocesa Ramsay nos había
ofrecido previamente otra cinta de culto (Tenemos que hablar de Kevin) y su
estilo críptico y sugestivo nos trae a la memoria el cine de Mike Hodges
(Carter – asesino implacable, 1971) y de John Boorman (A quemarropa, 1967), adaptados
a los tiempos posmodernos, por su
narración entrecortada que reta al espectador para que ate cabos y disfrute de
una trama harto conocida donde lo que la distingue es la forma para contarla.